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Óscar Cubillo
Jueves, 3 de marzo 2022, 10:33
El miércoles, a la misma hora que el Athletic perdía la posibilidad de disputar una nueva final de Copa, 2.200 personas llenaron el Palacio Euskalduna (únicamente unos 10 tickets se quedaron sin vender, y eran caros, ¿eh?, de 37 a 132 euros) para ... ver al cantautor de 58 años Ricardo Arjona (Édgar Ricardo Arjona Morales, Jocotenango, Sacatepéquez, Guatemala) en su gira mundial llamada 'Tour blanco y negro', por dos discos suyos titulados cada uno con un color, aunque pocos de sus cortes sonaron en el concierto de 25 canciones en 129 minutos con el gentío coreando de principio a fin, grabando sin cansarse (¡ni agotar la batería!) las canciones y los soliloquios, y con los espectadores que ocupaban todo el patio central de butacas permaneciendo en pie durante esas dos horas y nueve minutos. ¿Pagar 132 eurazos para encima no sentarse?
Quince minutos antes de la hora prevista las colas eran muy largas. Lógico, pues a la entrada había registros nunca vistos en el Euskalduna. Una vez dentro, las azafatas dirigían a sus localidades a los espectadores y les recordaban: «aquí no se puede comer», «las mascarillas tapando la boca y la nariz, por favor»… Numerosas banderas de diferentes colores salpicaban las filas de butacas. El concierto empezó con 21 minutos de demora y justo antes se oyó la grabación con las reglas de comportamiento. Primero en euskera y nadie dijo nada porque no entendieron las indicaciones. Luego en castellano y la masa se carcajeó y abucheó tras esta frase: «Pedimos no realizar fotografías ni grabaciones».
Durante la demora hubo varios conatos de aplausos y silbidos provocados por la impaciencia. Y por fin, a las 8.51 empezó el llamémoslo macroconcierto con diez músicos en escena, seis seguratas uniformados flanqueando vigilantes el escenario y un sonido atronador que provocó una bola sónica en la que no se entendía nada. Las luces estaban bien, el escenario parecía pintón (ese telón de fondo con la falsa muralla de amplificadores, los actuantes divididos en dos o tres niveles…) y el respetable estaba predispuesto. En su primer parlamento, tras la tercera canción, el cantante, el líder, el jefe de todo se congratuló de estar por primera vez en Bilbao, se refirió a las condiciones pandémicas durante estos dos años y de refilón a la invasión de Ucrania. Preguntó si había paisanos suyos de Guatemala (gritos de personas que ya estaban en pie) y luego si había gente de Venezuela (el griterío fue tal que quizá eran mayoría en el Euskalduna), de Paraguay, de República Dominicana, de Argentina, de Honduras… En la fila de atrás unas cuatro damas de Nicaragua, con su bandera, hablaban de la wifi del hotel: ¿serían turistas que habían venido a la ciudad a ver a Arjona, vendedor de más de 20 millones de discos y con 18 millones de seguidores en Facebook?
En efecto, el miércoles había en el Euskalduna naturales de todas esas naciones que ondeaban sus banderas y alzaban carteles o pancartitas con frases como 'te amo', 'love you'… Y en la banda también cada uno parecía ser de un sitio: el jefe de Guatemala presentó citando su origen (casualidad lo hizo en el pop étnico 'Lo poco que tengo'), al bajista de Puerto Rico, al baterista de México, al saxofonista de Cuba, al guitarrista y violinista de Nashville, Estados Unidos… No presentó a las dos coristas, venezolanas ambas según ya habíamos visto en YouTube.
Y mientras el Athletic palmaba (a nuestra derecha, en el patio de butacas, había un señor de aquí, de pie como todos, que miraba al escenario y canturreaba y de la misma se fijaba en su móvil, donde seguía el partido), las 2.200 almas que colmaron el Euskalduna (casi en su totalidad hermanos latinoamericanos, en su mayoría mujeres) se lo pasaron de cine ajenas a la saturación del sonido (diez ejecutantes a alto volumen eléctrico ahí no tardaron en crear una bola donde no se distinguían las letras ni los instrumentos, aunque avanzado el show lo de la acústica se aclaró un poco, pero no lo suficiente para dilucidar las letras no sólo amorosas), cantaron de principio a fin (como siempre con mayor intensidad las féminas) y se rieron con el ídolo culto y cosmopolita (hizo dos divertidos discursos sobre la guerra de sexos para presentar sendas canciones). Un Arjona que pastoreó a su antojo a la masa, cantó, tocó guitarra acústica y piano, y reveló carisma, profesionalidad y versatilidad.
Una versatilidad la de Arjona evidente en el repertorio, en esas 25 canciones que desgranó en 129 minutos y que, deficiencias sónicas al margen, transitaron por tantos géneros musicales como estos y más: el rocanrol argentinizado ('Si yo fuera', 'Morir por vivir'), el tumbao y los coros de escuela Rolling Stones ('Ella' a la tercera, y a modo de segundo bis y para acabar el concierto 'Mujeres'), el influjo de Sabina ('El amor que me tenía'), las baladas a lo Luis Miguel o Alejandro Fernández ('Acompáñame a estar solo'), el soul-rock marca Zucchero ('El amor' –con la sentencia descorazonadora «el amor es la belleza que se nutre de tristeza y al final siempre se va»-, 'El problema', la también muy Sergio Dalma 'Señora de las cuatro décadas', 'Dime que no', 'Te quiero', o las muy Alejandro Sanz 'Cómo duele', 'Te conozco' y 'Fuiste tú'), las narraciones con salsa que podría firmar Rubén Blades ('Si el Norte fuera el Sur', 'Historia de taxi'), lecciones tomadas de Silvio Rodríguez que dictó a solas con la guitarra (la cubana 'Puente (Caribe)'), el alarde ranchero comenzado al cante por el yanqui del deceto ('Aprovéchate de mí', una de las cimas de la cita), y hasta la canción melódica en versión sensual ('Desnuda').
Buf, si el sonido llega a ser bueno, o correcto, igual estaríamos hablando (escribiendo más bien) de uno de los mejores conciertos del año. Por cierto, el número 80 que vamos en 2022.
Si me siguen tratando así …… me quedo. pic.twitter.com/oL6GlwZLeM
Ricardo Arjona ® (@Ricardo_Arjona) March 2, 2022
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