![Los miembros de Rammstein, sobre el escenario de Anoeta.](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/06/05/ramstein-p-U190482622799oBB-U220356263355GJI-758x531@El%20Correo-ElCorreo.jpg)
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El concierto de Rammstein en San Sebastián, que reunió a 35.000 aficionados en su mayoría llegados de fuera de la ciudad y muchos del extranjero, congestionó los accesos desde horas antes del inicio del show y saturó la salida, la evacuación del mismo al acabar éste. Y es que los autobuses dispuestos no dieron de sí lo prometido: más de una hora de espera para tomar uno y llegar al parking disuasorio, o sea un atasco como los de hace años en hora punta en el BBK Live.
Estos detalles, que se olvidarán con el tiempo como lágrimas en la lluvia, fueron fruto no deseado del éxito de un macroconcierto (¡1.350 toneladas de montaje!, ¡mil litros de combustible quemado!) que dejó a la mayoría de los presentes encantados. La masa, que había pagado mucho por las entradas (92 euros en pista, la novia de Azpiazu pagó 140 en grada y le pareció barato una vez acabado el espectáculo pirotécnico) y por consumir (una cerveza 7 euros, ¡más dos del vaso!), se sabía el repertorio y la duración (21 canciones en dos horas y cuarto), y hasta mucho de lo que sucedería, pues en YouTube se puede ver algún concierto entero de esta gira que, entre el 9 de mayo y el 31 de julio, celebrará su 30º aniversario durante un itinerario multinacional llamado 'Rammstein Europe Stadium Tour 2024'. Pero bueno, en los vídeos no se nota el calor de las hogueras ni te asustan las explosiones sorpresivas.
#Rammstein #Donosti
— Borja Porres (@borjasti) June 5, 2024
Puta locura pic.twitter.com/fSX5e6zuRV
Indudablemente, de los berlineses Rammstein, llegados a San Sebastián desde Atenas, más que la música, en su caso metalera, marcial e industrial, y muy, muy repetitiva, atrae el espectáculo visual, la fascinación por el fuego (quizá menos protagonista que en giras anteriores), y el circo del rock más grande jamás montado (centenares de trabajadores, diez autobuses aparcados en el exterior del estadio, ¡un trailer sólo para el puesto de merchandising oficial!).
Los seis miembros del grupo teutón aparecieron en escena bajando juntos por un montacargas, se distribuyeron por un escenario gigantesco y post-apocalíptico que podría servir como fortaleza-refinería en la última película de Mad Max, y pumba, un susto en la primera canción ('Ramm 4', muy gótica), con la primera explosión por sorpresa (un susto nada más arrancar, igual que en el concierto de Raphael de hace tres semanas en el Kursaal).
Al acabar ese primer tema olía a pólvora, el humo había invadido la pista y, como no tardó en hacerse de noche, no se podría certificar otra promesa de esta gira del 30ª aniversario: la de que el humo se vería a kilómetros de distancia. Y mientras desfilaban los germanos los focos parpadeaban a grandes flashes ('Keine Lust', con espasmos operísticos), la pirotecnia exhalaba chispazos ('Sehnsucht', un rock con arreglos exóticos) mientras la seguridad privada se llevaba de malas maneras a espectadores en imágenes distópicas propias de una película de Álex de la Iglesia (la razón más plausible de tales expulsiones fue que esas muchas personas habían saltado la valla hasta la zona VIP sin la entrada correspondiente), en un lateral un lanzallamas situado detrás de un ventilador le escupía fuego y éste salía convertido en humo por delante ('Asche zu Asche'), y en la pequeña pantalla lateral se vio al cantante teatral Till Lindemann, de 61 años, evolucionar con una cámara subjetiva simulando la visión de un bebé que al final de la canción arde dentro de su carrito y una explosión más expulsa sus cenizas en forma de confeti ('Puppe').
Esa sin duda fue la imagen más tremendista de un show que a veces iluminaba todo el estadio, incluso las gradas ocupadas hasta la última fila, de un único color: ora verde, ora rojo, ora blanco… Uno de los mejores temas fue el industrial-operístico 'Wiener Blut', y el número visual más curioso fue cuando varios de Rammstein se vistieron con trajes luminosos para bailar como sus antecesores teutones de Kraftwerk ('Deutschland', pero sólo en su primera parte, el remix culminado con bengalas en las manos). El guiño más cruelmente humorístico de la velada fue cuando el cantante disparó repetidamente y sañudo con el lanzallamas contra el teclista caminante, Christian Lorenz, de 57 años, escondido dentro de una caldera en mitad de la escena ('Mein Teil', más ópera rock), y cuanto las 35.000 almas más se agitaron, y en las gradas muchos se pusieron en pie de la emoción, fue durante 'Du hast', con sus llamaradas recurrentes.
Las tres columnas de metal levantadas al final del estadio Anoeta se convertían en antorchas que irradiaban calor por doquier ('Sonne'), y al acabar en falso el cantante dijo «de puta madre», saludaron los seis, hicieron mutis y, mientras las cámaras enfocaban al público de cerca como en un bolo de AC/DC, esperamos a los bises (se conocía el setlist, ya les hemos dicho), que comenzaron con el público iluminando la atmósfera con las linternas de sus móviles y con la banda cantando 'Engel' desde el centro del césped, sobre una plataforma, antes de regresar al escenario en tres zodiacs que navegaron sobre las cabezas de la masa, que sostenía los botes con sus manos alzadas.
Cada vez se sentía más luz en el escenario (en el dance rock de 'Ausländer', en el rock industrial 'Du riechst so gut', con chispas y todo el estadio iluminado de blanco), y en 'Pussy' Till Lindemann acabó sentándose a horcajadas en un cañón fálico que acabó eyaculando confeti y parece que espuma por las primeras filas y más allá. Y en las tres últimas canciones, cuando estaba previsto que entraran los fotógrafos para ilustrar esos momentos, Rammstein encendieron la traca final, con hasta seis explosiones estremecedoras en 'Ich will', y ya en el segundo bis, las llamas en la espalda del cantante abriéndose como las plumas de un pavo real en 'Rammstein' (y en la misma canción con los mástiles de las guitarras convirtiéndose en lanzallamas y con el público de la pista ondeando las manos), y el adiós con 'Adieu' y una gran explosión simultánea de confeti blanco desde el escenario y desde el fondo del campo, un confeti tan denso que pareció que nos invadía una plaga de langostas.
Acabó el show, los seis protagonistas saludaron rodilla en tierra, agradeció el cantante Till Lindemann diciendo «San Sebastián, eskerrik asko, muchísimas gracias, thank you very much…», y se retiraron. Y montaron en el montacargas, y subieron por él mientras sonaba música de fondo, y al llegar a lo más alto, ¡otra explosión acabó con ellos seis! ¡Se autodestruyeron! O quizá fue un truco, porque Rammstein tienen su próximo show en Francia, este sábado en Marsella.
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