Pablo Alborán
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Pablo Alborán
«Ir al psicólogo siempre ayuda, no hace falta estar mal para acudir al especialista»Ya tiene 33 años, la edad de Cristo cuando le crucificaron, aunque en el caso de Pablo Alborán (Málaga, 1989) está claro que no está dispuesto a sufrir ningún calvario. Quiere disfrutar más que nunca y sentir el calor y devoción de sus millones de ... fans. De niño se negó rotundamente a hacer la Primera Comunión, lo cual no significa que no sea «muy respetuoso con todas las religiones y la espiritualidad». Dice que antes de acostarse siempre mira al cielo y pasa revista a las estrellas. Tal cual. Hombre sin complejos y volcado en su trabajo, está a punto de emprender una gira por España que hará parada en el Bilbao Arena de Miribilla el 27 de mayo.
– Con su nuevo disco, 'La cuarta hoja', se le ve poco zen.
– Jejeje, es un trabajo muy positivo y luminoso. Tiene una motivación brutal.
– Y tanto. ¿Qué es eso de «amar con uñas y dientes»?
– Se trata de no perder el tiempo, de tirarse a la piscina cuando es necesario.
– O sea, que no anda buscando las tres patas al gato, ni...
– ... la cuarta hoja del trébol. De eso trata el disco, es un refuerzo de la autoestima. Esa cuarta hoja es uno mismo. Hay que centrarse y tener los pies en la tierra más que nunca. Se corre el riesgo de la dispersión. Hemos vivido un zarandeo muy fuerte con la pandemia y han cambiado muchas cosas.
– ¿Por ejemplo?
– La manera de consumir información y música ya no es la misma. Todo es vertiginoso y a veces se pierde la perspectiva. Hay gente obsesionada con cubrir algoritmos y dar el gran pelotazo. Quieren llegar a cuantos más oyentes mejor en poco tiempo. Sus éxitos apenas duran una semana. La competitividad es tremenda y absurda.
– Ya, ya. ¿Pero usted hace 13 años no perseguía lo mismo? ¿No buscaba fama y dinero rápido?
– Lo que yo quería era otra cosa. Soñaba con vivir dignamente de la música. ¡Mantenerme en el tiempo! Ahora lo que manda es el corto plazo y la brevedad.
– Hay canciones que no superan el minuto.
– No es mi caso. Para mí la música es un lugar de encuentro y desahogo. Tienes que cuidar las palabras y la emoción. No me basta con un minuto. Aunque no me hubiera dedicado a la música, yo creo que tendría exactamente la misma opinión.
– De hecho, usted en un principio no iba a dedicarse a la música.
– Sí, sí. Yo empecé Periodismo y luego me pasé a Filosofía. Ya ve, nada que ver.
– Bueno, nunca ha dejado de jugar con las palabras.
– Siempre me ha parecido positivo verbalizar lo que llevas dentro.
– Su salud mental lo agradeció en un momento crítico, cuando se dio un respiro en mitad de la vorágine.
– Ir al psicólogo ayuda, claro que ayuda, y no hace falta estar mal para acudir a un especialista. La palabra es sanadora, igual que la música. Todo lo que implique comunicación te permite aprender algo y sobre todo evolucionar.
– En 'La cuarta hoja' cuenta usted con muchos colaboradores (María Becerra, Carín León, Ana Mena, Leo Rizzi, Aitana y Álvaro de Luna...) y hasta se atreve con los ritmos latinos.
– En mi música hay de todo. A veces se me encasilla y es normal, porque todos tenemos una identidad, más o menos marcada. Pero, insisto, no soy de una pieza.
– ¿De verdad que no?
– En mis discos hay tintes arábigos, flamencos y de balada; también una vertiente sinfónica y hasta uno que es algo oscuro, 'Vértigo', que coincidió con la pandemia. Pero volviendo a su pregunta sobre 'La cuarta hoja', sí, le confieso que he sobrepasado mis límites y eso ha sido guay. He salido de mi zona de confort y me ha costado, pero doy por buena la experiencia. Me he puesto en el lugar de otros artistas, incluso algunos que no conocía de nada, solo su música y su voz, y lo he vivido como un reto. Ponerte a escribir con otra persona es muy muy complicado.
– ¿Y para cuándo el salto a la pantalla? Lleva dos años estudiando Arte Dramático y seguro que ofertas no le faltan.
– Aaaah, sí. Es flipante. He descubierto algo que me llena tanto como la música. Me apasiona. Algo llegará.
– ¿Cine o televisión?
– Ya veremos...
– ¿No le abruma a veces la popularidad?
– La verdad que no.
– Pero seguro que no entra en un supermercado ni atado.
– Se equivoca. Hago las compras como todo el mundo. Y si las cajeras me piden fotos, pues me las hago. No me escondo. ¡Vivo!
Pablo Alborán es el benjamín de los hermanos. Casilda, le lleva 12 años y el mediano, Salvador, tiene 9 años más que el cantante. «Todos tenemos un sentido del equilibrio y la estética muy marcados. Casilda estudió Filosofía y es interiorista, mientras que Salvador es licenciado en Bellas Artes y trabaja conmigo», detalla el artista andaluz. Tampoco hay que olvidar al padre de familia, Salvador Moreno de Alborán Peralta, que es arquitecto y urbanista, académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo.
Eso explica la atención que Alborán presta a las portadas de sus discos y en general a la puesta en escena de sus apariciones. No deja nada al azar. Es muy puntilloso.
– ¿Hay algún mensaje oculto en ese círculo que rodea su imagen en la portada del disco 'La cuarta hoja'?
– Sí, tiene un significado, claro.
– ¿Será que se ha vuelto menos cuadriculado?
– Jajaja. El círculo viene a ser una expresión de la naturaleza, donde no hay nada cuadrado, pero sí redondo y ovalado. También puede ser un espejo, como la música para quien la escucha. Y por último y no menos importante, refleja un trocito de cielo, de felicidad, algo que llevas allí donde vas y forma parte de ti.
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