Este sábado se llenó la Sala BBK (350 butacas ocupadas de 370 habilitadas) en una nueva sesión del 12º ciclo Music Legends, que trajo a la cantante de soul PP Arnold, nacida en Los Ángeles, California, hace 77 años, aunque a los 20, en 1966, ... se mudó a Londres, donde obtuvo un par de éxitos. Además, PP ha vivido 22 años en España y mantiene casa en Salobreña, en la costa de Granada, de donde se mudó debido al Brexit, ya que tiene nacionalidad británica. Simpática, locuaz y cercana como una animadora hotelera, durante su concierto sabatino en quinteto de 14 temas bastante variados en 91 minutos PP nos contó sus andanzas profesionales, se refirió a numerosos de sus amigos musicales, desde Mick Jagger, a quien enseñó a bailar el pony, hasta Jimi Hendrix, The Small Faces, Cat Stevens o, como nombre más moderno, Paul Weller.
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PP Arnold, de 77 años, se enorgulleció de llevar seis décadas «en la industria musical», pues comenzó como componente de The Ikettes, las coristas de Ike & Tina Turner. Y a esta, a Tina, a la que calificó como su «mentora», dedicó el primer tema, la versión de un 'River deep, mountain high' que fue lo peor del repertorio, una insulsa revisión hostelera que nos presentó un panorama digamos delicado. Tras este paso en falso el concierto cursó creciente y en su parte final se mantuvo en la seriedad interpretativa, y eso que PP no dejó de reírse (al principio chocaba su risa floja, luego repelía, ¡y al final contagiaba!) ni de hablarnos en esforzado castellano.
Simpática, con peluca elegante, vestida de brillantina (también de brillantina con pajita tenía a mano un vaso alto), orgullosa de su maquillaje (lo agradeció en público a Elsa, de Dekker Events, agencia organizadora del ciclo y del festival BBK Music Legends de Miribilla), nostálgica de los años 60, la mejor época de su vida, en cierto modo bastante revivalista a pesar de que ha editado bastantes trabajos recientemente, y muy bien de voz (le costó poco calentar la garganta), PP Arnold dio bastantes detalles de las canciones elegidas, por ejemplo de los autores con los que se codeaba y a los que en general llamaba amigos (a Mick Jagger le dio tratamiento especial, sugiriendo el contacto carnal en los 60), se esforzó al usar el castellano y en la última canción dijo en español: «La abuela está en la casa».
La cita empezó mal con una vulgar versión del citado 'River deep, mountain high' de Ike & Tina Turner, y a partir de la tercera se aclaró el horizonte, con una spectoriana 'Baby blue' incluida en su último álbum oficial, 'The new adventures of PP Arnold' (2019). Un hit suyo muy antañón fue el optimista 'Everything gonna be alright', que nos evocó al festival Soul4Real que trae a veteranos del soul americano al Kafe Antzokia, estupendo le quedó 'I believe', coescrito con su hijo, un llamamiento a mantener la fe que sonó a híbrido entre Paul Weller y Marvin Gaye (con los violines pregrabados y disparados por el baterista y mano derecha), y la cima de la cita la hoyó con 'A Little pain', un lento de sonido Filadelfia que lanzó en los 80 («cuando mi música no tenía mucha exposición») y que contuvo un punteo blusero y bibikinesco del guitarrista de su banda.
A partir de ahí continuó manteniendo el tipo hasta el final, con himnos por la paz ('Shot the dove', escrito para ella por Paul Weller, como explicó PP después de haber apuntado nosotros el influjo del líder de The Jam y Style Council en esa canción anterior), pop mod ('(If you think you are) Groovy', que le escribieron los Small Faces Steve Marriott y Ronnie Lane), una balada muy bonita, emotiva y ovacionada ('To love somebody', versión de los Bee Gees), lo que definió como blues aunque más bien fue folk solemne ('Life is bout nothing'), un funk donde pidió al público que se pusiera en pie si quería ('Soul survivor', título de su autobiografía, publicada en 2022, y de su último single, lanzado este 2023), y el adiós con el pop progresivo y ampuloso 'The first cut is the deepest', escrito en 1967 para PP por Cat Stevens (quien se convirtió al islam en 1977 y que ahora se llama Yusuf Islam) y remate de un concierto agradable que no tuvo bis porque, como confesó la vocalista: «ahí detrás hay muchas escaleras y yo tengo mal la rodilla».
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