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El ciclo Music Legends se ha acabado por este año y lo hizo el domingo agotándose las entradas de la Sala BBK para ver al flamígero guitarrista de blues-rock Popa Chubby. Para 2023 estaría genial que el Music Legends contratara a Graham Parker, se ... nos ocurre. El caso es que este domingo Popa Chubby -un neoyorquino de 62 años, tatuado, rapado y con barba cana en realidad llamado Ted Horowitz- recibió al público firmando en el lobby de la Sala BBK copias de su último disco, 'Emotional gangster', que vendía él mismo a 20 euros cada copia y del que apostaríamos una botella de whisky a que no tocó ninguna de sus canciones.
En la Sala BBK sonaron unas 11 piezas en 95 minutos y en cuarteto, con un organista que le cubría y hasta le sustituyó en una ocasión. Fue en la octava canción, la versión boogie woogie de 'Kansas City' ejecutada solo a piano más voz a cargo del escudero, momento en el que el craso Popa (Chubby significa regordete, pero en su caso se podría decir que es un diminutivo) aprovechó para tomar aire. Ese fue el punto de inflexión de un concierto eléctrico y electrizante que se desfondó ahí mismo, a partir de esa versión inofensiva de 'Kansas City', a la que siguieron una serie de instrumentales unidos en plan mazacote ('El padrino', lo que pareció un 'Misirlou' de 'Pulp Fiction' a tempo más lento…), un solo de batería doble pero sencillo con Popa golpeando un pequeño kit que le esperó casi todo el concierto en medio del escenario, y el adiós con un coreado y verbenero 'Sympathy for the Devil' de los Rolling Stones con petición de palmas, un recurso del que echaron mano también en varias ocasiones anteriores.
Popa tocó sentado en un taburete y de modo sensato pidió que quitaran el humo del escenario, «que no puedo respirar», y se giró para aspirar una dosis de ventolín. De hecho en la siguiente canción sudó, boqueó y moqueó ostensiblemente, quizá por secuelas de ese humo molesto para los sentidos, desde la vista (tapa las luces, oculta a los músicos…) hasta el olfato (no huele a perfume semejante niebla artificial).
Pero bueno, quitando la última media hora, dilatada, con relleno populista (el solo baterista) y con inmersión en la verbena, destaquemos que la primera hora resultó brutal, pletórica de electricidad y tan cimarrona que aspiraba a entrar en la lista de los mejores conciertos del año. Y así, en el día en que su gran ídolo reconocido y su mayor influencia Jimi Hendrix hubiera cumplido 80 años (nació el 27 de noviembre de 1942 nos alertó el melómano José Mari desde la fila 5, porque el neoyorquino no hizo mención a la efemérides), Popa arrancó su show con la versión del 'Hey Joe', para calentar al instante a la concurrencia. Las siguientes piezas parecieron originales, fueron largas y no dejaban de irradiar los punteos de la castigada Stratocaster de Ted Horowitz, que vestía una camiseta del boxeador Cassius Clay y que tocaba como si estuviera en un club y no en un auditorio.
Así, en esta primera hora tan guapa, el guitarrista blues-rocker resonó a Albert King metido en el cuerpo de Joe Satriani, a la tercera presentó un 'shuffle' (sic) que comenzó emulando a Elmore James y luego coló pasajes muy Stevie Ray Vaughan. Picó en el swing estilizado tipo Little Charly, y de nuevo fue hendrixiano y entre tanta nota solista guitarrista nos acordamos del también bluesman blanco y guitarrista solista incansable Walter Trout en Miribilla durante el pasado Festival Music Legends (esto durante la balada ceremonial 'Nobody Loves Me Like I Love Myself').
Además en esa primera hora ideó híbridos entre Howlin' Wolf y John Mayall (quizá se trató de fue su versión del 'How many more times' de Led Zeppelin, pero las letras no llegaban con claridad), y la indudable cima de la cita la alcanzó en la séptima canción, cuando avisó, «voy a ponerme suave, suave de verdad, suave como B.B. King». Entonces, versionó el regio 'Going down slow' cantando con poderío (aunque con dicción mejorable, ya se ha dicho, porque la música sonó muy bien en la Sala BBK) y punteando dejando silencios, pausas, en este caso no rellenadas con enjambres de notas por devoción al Rey del Blues B. B. King.
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