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Cuarenta años después de su primera visita a Bilbao, el compositor Thomas Adès (Londres, 1971) ha recordado aquel viaje en ferry con su madre, cuando tenía solo doce años, que lo trajo desde su país. Bilbao era la primera ciudad no británica que conocía y aún tiene en la cabeza los colores, la visión de la costa desde el barco, la emoción de ir al monte y ver un lince y la experiencia fascinante de subir a una montaña desde la que -le dijeron- vería España a un lado y al otro Francia, y solo pudo divisar nubes que lo cubrían todo. «Y fue mucho más bonito», comenta. Adès ha vuelto a Bilbao, pero no en ferry, para recoger el premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA en la categoría Música y Ópera, que recibirá hoy, junto al resto de galardonados en otras modalidades, en el Palacio Euskalduna, donde anoche sonó su obra 'In Seven Days'.
- Es el ganador más joven de este premio. Eso significa que se ha puesto a la par que otros compositores muy veteranos cuando a usted razonablemente le queda más de un cuarto de siglo de carrera.
- Espero que me quede (se ríe). He tenido mucha suerte de recibir este reconocimiento y creo que me llega en un momento en que lo puedo aprovechar muy bien. Prefiero no contar los años que me pueden quedar, pero estoy muy agradecido al jurado.
- Su música aúna tradición, modernidad y elementos de la música popular. ¿Esa mezcla es el signo de los tiempos?
- Creo que esa mezcla me ha ayudado desde siempre. Cuando me estaba formando sentía una tensión poderosa que procedía de varios ámbitos además de lo que representaba la más pura modernidad: por un lado, una tradición de la música clásica con una fuerte presencia de un modelo centroeuropeo bastante rígido; por otro, el jazz, el folk, incluso el pop. No podemos ignorar que hemos pasado por los años sesenta, con su gran influencia. Para un joven como yo no era atractivo pensar solo en los clásicos. Estábamos a finales de los ochenta y yo me preguntaba por qué no podía hacer la música que quisiera.
- ¿Y cómo logró hacerla?
- Pues resulta que es como si te arrojan al océano y debes usar cuanto tienes a mano para llegar a una isla. Al final coges lo que tienes a tu alcance hasta que encuentras tu forma de nadar. Yo tuve la suerte de poder crear un lenguaje propio.
- El jurado del premio destaca la relación entre intelecto y emoción que se da en su obra. ¿Se había intelectualizado demasiado la música?
- Si la teoría se mete demasiado en la música termina por estrangular los impulsos creativos. La música debe tener sus propias ideas y estas pueden suponer que se sume lo intelectual y lo emocional. Es lo que sucede siempre en el catálogo de obras de los más grandes. Una cosa es el vehículo de la otra. Creo que no debemos ser demasiado estrictos con la teoría musical. Pienso que es mejor usarla tras escribir la obra, para explicar algunas cosas, que no antes.
- ¿Por qué la gente acude a los museos de arte contemporáneo, lee más literatura actual que clásica y ve más cine de hoy que de los años cuarenta, pero no hace lo mismo con la música clásica?
- La música va algo detrás, cierto. Pero no es nada muy distinto de lo que ha sucedido con otras disciplinas artísticas y otras épocas. Piense en la acogida que se dio en su momento al Impresionismo. Mucha gente se preguntaba qué era eso. Es cierto que en la música se produjo una cierta ruptura con la tradición en los años cincuenta y sesenta, pero se está volviendo a enlazar con ella. Siempre se habla de esa relación de mi obra con la tradición pero es algo que no me planteo de forma muy consciente. No escribo música para muchos millones de personas, lo sé, pero creo que me comunico bien con una buena cantidad de aficionados.
- La literatura se hizo muy experimental en los sesenta pero hoy, incluso los escritores más minoritarios, parecen haber dado un paso atrás. ¿Piensa que está sucediendo eso mismo en la música?
- En todas las artes hay un momento en que el lenguaje se rompe y luego es preciso encajar de nuevo todas las piezas y entender cómo funciona el producto. A veces incluso hay que romperlo intencionadamente para ver cómo sigues adelante. Somos humanos y tenemos que responder a las grandes preguntas que el arte se hace siempre. Cuando yo escribo algo, me planteo esas preguntas y creo que no son tan diferentes de las que se hacían Bach o Haydn.
- La manera de hacer cine está cambiando dado que muchas películas ya no se ven en salas, sino en una pantalla de TV, un ordenador o incluso un móvil. ¿Sucede lo mismo con la música? ¿El 'streaming' cambia la forma de componer?
- La música debe tener en cuenta ese impacto, por supuesto. Los más jóvenes -y aquí siento ya la edad que tengo- usan el ordenador de forma más orgánica para componer, introducen sonidos distorsionados y otros elementos. Hubo un momento en que yo decidí que no iba a usar esos adelantos tecnológicos. Mi obra reproduce esos mismos sonidos, pero generados por instrumentos de verdad, no mediante un programa de ordenador. Eso es un gran contraste con lo que hacen los jóvenes. Le confesaré algo: para mí un móvil es un teléfono. No me parece demasiado interesante ningún otro uso que tenga.
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