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Plácido Domingo es un profesional que no se arruga. El pasado martes tuvo que aguantar en Alemania, solo en mitad del escenario, poco más de 10 segundos de aplausos y algunos abucheos. Desencajado, fundido, después de cuatro horas al frente de más de 100 músicos, ... en un foso sin aire acondicionado que rondaba los 40 grados, se encontró con el descontento de los más exaltados. Abrió los brazos pero el chaparrón no escampó hasta que salieron los cantantes cogidos de la mano, con Catherine Foster en primer lugar. La soprano le estampó un par de besos y le acarició la cara. Domingo no volvió a enfrentarse al público en solitario.
Así ha recibido el Festival de Bayreuth, feudo de los wagnerianos más extremistas, el debut de Plácido Domingo en su faceta de director de orquesta. Un reto que había causado mucha expectación. No solo por ser el primer español que empuñaba la batuta en la ciudad alemana -un parque temático para mayor gloria del compositor germano-, sino también porque era la primera vez que se representaba la ópera 'La Valquiria', desgajada de las otras tres que integran 'El anillo del nibelungo'. Demasiadas novedades para los puristas.
«En el fondo, todo esto no pasa de ser una operación publicitaria. Se ha demostrado que el esfuerzo no merecía la pena, no aportará nada a la historia del festival», reseñaba el experto Robert Jungwirth cuatro horas después de la caída del telón, en un artículo colgado en la página web de BR (Radiodifusión Bávara), que retransmitió en directo la función a todo el mundo. Hasta las dos de la madrugada los medios germanos no difundieron ningún comentario sobre la velada. Sin precipitaciones, abstraídos de todo y conscientes de la categoría del artista que iban a criticar, se dedicaron a sacar punta a la batería de argumentos a favor y en contra del trabajo de Domingo.
A falta de las dos funciones restantes, el 18 y 29 de agosto, que todavía le quedan al director español en Bayreuth, el veredicto es negativo en general. «Lo que hemos oído está muy lejos de la calidad de maestros como Kiril Petrenko (actual director de la Filarmónica de Berlín). A Petrenko lo hemos escuchamos con esta misma producción. ¡Qué contraste! La compenetración entre la orquesta y los cantantes, el vigor y el dinamismo..., todo eso ha faltado con Domingo. (...)», reflexionaba el periodista Roman Kocholl, del diario 'Nordbayerische Kurier'. En foros y blogs digitales -como Opern&Konzertkritik Berlin- se calificaba su estilo de «tan vacilante que llega a fascinar, porque así solo dirigen los veinteañeros geniales o los octogenarios ambiciosos».
La audacia de Domingo con 77 años ha levantado sarpullidos en el sector más tradicional de la afición alemana. Ya la temporada pasada, cuando se hizo pública la invitación cursada por Katharina Wagner, directora de Bayreuth, para dirigir 'La Valquiria', los más fervorosos custodios de la memoria del compositor germano pusieron el grito en el cielo.
¿Cómo es posible que se aceptara en el sanctasanctórum a un director no especializado en Wagner? ¿Ya habla alemán? Ambas preguntas se le formularon indirectamente al propio Domingo hace unos días en la cadena de Radiodifusión Bávara (BR). Tras admitir que «por desgracia» nunca ha conseguido dominar bien el idioma, a pesar de haber cantado en varias óperas de Wagner, también dejó claro que se había preparado «profundamente» con vistas a su compromiso en Bayreuth.
Director de orquesta entusiasta, lo cierto es que hasta ahora se había centrado en el repertorio italiano y francés. Limitaciones que evidentemente no achantaron a Domingo. Con el objetivo de foguearse, alquiló una orquesta en Nueva York para trabajar la partitura de 'La Valquiria' y el pasado 7 de julio se lanzó a la palestra, al ofrecer la ópera de Wagner en versión de concierto con los músicos del Mariinsky de San Petersburgo. Nada que ver, eso sí, con la experiencia de dirigir en Bayreuth.
El coliseo lírico de allí tiene una serie de particularidades impuestas por Wagner que lo hacen único en el mundo. A la incomodidad de las butacas y la falta de aire acondicionado, se suma un foso semicubierto -para realzar el espectáculo sobre el escenario- que impide oír con claridad a los cantantes. Y eso no es todo: el pasado martes se rondaron en el podio del director los 40 grados durante cuatro horas. Conclusión: un milagro que Plácido Domingo aguantara hasta el final en su sitio. Y así recibió los aplausos y abucheos. De pie y con los brazos abiertos.
«Serán dos de las representaciones más difíciles de su vida», vaticina Jan Brachmann, crítico musical del 'Frankfurter Allgemeine', al recordar las funciones que tiene pendientes Plácido Domingo, el 18 y 29 de agosto, en Bayreuth. Ahora bien, queda claro que el artista no se siente en absoluto derrotado. Al término de la velada del martes, defendía su enfoque de la partitura -«algo más lírica e italiana»-, al tiempo que relativizaba los abucheos. «Bueno, esto es normal aquí. El público se conoce tan bien la partitura que merece todo el derecho a disentir, y también mi respeto».
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