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Dos tercios de entrada en la cuarta de las cinco sesiones del 14º Ciclo Flamenco BBK, la protagonizada por los cantaores calés Duquende y El Pele, sustituto éste en el cartel del anunciado Pitingo, experto en espantás en Bizkaia. El plantel quíntuple tuvo caché y ... rebosó gitanería: a la guitarra el único payo, el jefe, Dani de Morón, a las palmas Los Mellis (ahora van con Rosalía y con Miguel Poveda, a quien acompañó el pasado sábado en el Euskalduna), y al cante jondo el extrovertido El Pele (Manuel Moreno Maya; Córdoba, 1954), al que David Bowie se llevó de gira, y el introvertido Duquende (Juan Rafael Cortés Santiago; Sabadell, Barcelona, 1965), que también ha visto mundo cantando en el grupo de Paco de Lucía.
Ambos cantaores salieron elegantes, con chalecos (luminoso el del Pele, negro el del barbado Duquende), y con la cabeza tocada: el cordobés con gorra Kangol cual sonero tropical (o como el actor Samuel L Jackson, según observó Óscar Cine) y el encorbatado catalán con sombrero campero, de estética parecida a El Cabrero.
La velada duró 87 minutos para 11 piezas, dos de ellas instrumentales de la guitarra de Dani de Morón (Daniel López Vicente, Sevilla 1981), quien coló trazos jazz y sonó naturalísimo, fácil. Una guitarra que sonó más aplacada, comedida, al servicio de El Pele, quien abrió con cuatro cantes, contento, gustándose, trasmitiendo. Arrancó en pie, a dúo con Dani, recitando lírico y solemne, cruzando zambras con romances ('Dirme Ana'), y ya con Los Mellis por soleás cantó alto, amplificado, agradándose hasta el alarde sonriente, y se volvió a poner en pie en las alegrías de Cádiz heterodoxas y algo chilladas. Espléndido El Pele, como siempre.
¿Le superaría Duquende? Hum… Pues sí. Fue la mejor de las al menos cinco veces que le hemos visto. Si Dani de Morón (de la Frontera, donde vive) ofició subalterno con El Pele, adquirió más relieve al servicio de Duquende. Si El Pele pellizcó dulce y extrovertido, el introvertido Duquende, que según algunos aficionados siempre se minusvalora, dio arañazos cimarrones sentado en una silla sobre la que sufría espasmos, donde se le doblaba la columna y abría los brazos, desde la que moldeaba las palabras hasta con violencia. Duquende raspó en los cantes de Levante («ayyyyy… el corazón se me parte cuando pienso en tu partida», en las seguiriyas reverberó campero el sabadellense («yo no soy de esta tierraaaa…»), y por tangos con Los Mellis hasta sufrió arrebatos («mira qué flamenco soy… que si tú me pides que me vaya por darte el gusto me voy…»).
Y ya a modo de epílogo el quinteto se marcó unas bulerías, con El Pele positivo y alegre y Duquende otra vez campero. Y el fin de fiesta sin amplificar y por bulerías, no fue un paripé impostado, sino que también tuvo enjundia.
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