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Un compositor centroeuropeo coetáneo de Mozart, una partitura publicada en París y perdida, un militar asesinado en Vitoria al parecer por una conspiración de los suyos, un copista cuya identidad se desconoce, un desván en Zaragoza lleno de legajos y muebles de no se sabe ... cuándo, una subasta en internet, un musicólogo vasco que imparte clases en Salamanca que participa en ella casualmente, una obra que parecía destinada al contenedor de papel y es recuperada y un reestreno con carácter de acontecimiento en Bilbao. Parecen los elementos de una de esas novelas de Dan Brown tan abundantes en acción como exentas de rigor histórico. Y sin embargo todo eso ha sucedido. La partitura perdida apareció. «Fue un milagro», dice el musicólogo –y oboísta– Joseba Berrocal, que la encontró en ese pozo sin fondo que es internet, donde las joyas suelen estar rodeadas de detritus. Al fondo puede haber gemas de gran valor yél encontró una:el Concierto para oboe y orquesta Nº 5 en Sol mayor de Ludwig August Lebrun, que el jueves próximo reestrenará la Orquesta Sinfónica de Bilbao con Nicolas Carpentier como solista y Diego Martin-Etxebarria a la batuta. Será un día para la Historia de la Música.
Las partituras perdidas son habituales, sobre todo cuando se habla de compositores anteriores al siglo XIX. El catálogo de Bach está lleno de referencias a obras que se sabe que fueron compuestas pero de las que no hay copia alguna. En el caso de Ludwig August Lebrun, se conocía con certeza que escribió trece conciertos para oboe. De los seis editados en Alemania se conservaban todos. Pero a uno de los siete publicados en París, el que hace el número 5, se le perdió la pista en algún momento. Joseba Berrocal sabía todo esto cuando encontró en una subasta una partitura de Lebrun para oboe. Para su sorpresa, al comenzar a leerla se dio cuenta de que no se trataba de ninguno de los conciertos conocidos. Y además halló una referencia al número 5. Acababa de hacer el hallazgo de su vida.
El camino por el que la pieza llegó a sus manos es tortuoso. La partitura es una copia manuscrita que, muy probablemente, encargó para su uso personal a algún oboísta de gira por España Liborio González de la Morena, uno de esos hombres de armas ilustrados que abundaban en la época, que era además flautista aficionado. En 1837, en plena Guerra carlista, fue enviado de Zaragoza a Vitoria como gobernador militar. En esta ciudad murió medio año más tarde, víctima de una maniobra de los suyos, que lo consideraban un 'liberal tibio'. Como no había previsto una larga estancia fuera de casa, todos sus muebles quedaron en Zaragoza. En alguno de los armarios estaba la copia del concierto de Lebrun. Durante casi dos siglos se sucedieron en Europa las guerras, las revoluciones y las contrarrevoluciones, las dictaduras y los pogromos. Y el Concierto Nº 5 de Lebrun, ese compositor amado por los oboístas porque les proporciona un buen puñado de obras de las que tan escasos andan, desaparece. Hasta que el propietario de una casa en la capital aragonesa decide hacer limpieza en el desván y descubre una partitura. Y, en vez de tirarla a la basura, la saca a subasta.
Fue el propio Berrocal quien propuso a la Orquesta Sinfónica de Bilbao incluir la obra en un programa que podía girar en torno a Lebrun, al estilo de las 'academias' del Siglo de las Luces. Así, junto a esta pieza ligera, que no fue escrita con la intención de que pasara a la posteridad, como explicaba ayer Nicolas Carpentier, solista de oboe, estarán la obertura de 'Cosi fan tutte' y el 'Vorrei Spiegarvi, oh Dio' de Mozart y 'Quando piu irato freme' de 'L'Europa riconosciuta' de Salieri. La elección no es casual. Mozart y Lebrun coincidieron en Mannheim. Y la ópera de Salieri fue la escogida para inaugurar en 1778 el teatro de La Scala de Milán, un acontecimiento en el que participaron Lebrun como oboísta y su esposa, Franziska Danzi, como soprano. Juntos recorrían los mejores teatros del continente, disfrutando de un éxito –sobre todo, ella– que les dio dinero y popularidad.
Luego, en la segunda parte del concierto (jueves y viernes, Euskalduna, 19.30 horas), irá la Sinfonía Nº 4 'Italiana' de Mendelssohn, que «cuadra con el carácter alegre y festivo de la pieza de Lebrun», en opinión del director alavés Diego Martin-Etxebarria. Hasta que llegue el día de este reestreno, director y solista trabajarán en una obra que no se quedará solo en este par de interpretaciones, porque hay un afán común entre quienes han hecho posible la operación por incorporarla al repertorio de los oboístas. La partitura será editada y los beneficios de la publicación serán destinados a Cear Euskadi, anunció ayer Berrocal. Un acto a favor de los refugiados a cuenta de un compositor que recorrió Europa como un privilegiado. Y que se ha visto beneficiado a título póstumo por un auténtico milagro:la reaparición de una de sus obras. Será en Bilbao donde pueda escucharse, tras un largo período de silencio.
Lo que apareció en Zaragoza fue la partitura del solista y las partichelas de los distintos instrumentos de la orquesta. No había una partitura general, explicaba Joseba Berrocal. No es la peor de las posibilidades. De un buen puñado de obras recuperadas de diferentes autores se ha localizado solo la parte solista, o partes sueltas de la orquestación. Pero con todo ha sido necesario determinar aspectos relativos a las cadencias o los tiempos, que no aparecen apenas indicados. Para ello, se han estudiado los otros conciertos para oboe de Lebrun, con objeto de traspasar a esta obra el 'aire' general que respira el resto de la colección. De todas formas, la primera tarea realizada con la partitura fue limpiarla de 'dos capas' de erratas. La primera, comenta el musicólogo vasco, es la propia de la edición (se sabe que en esa época los errores eran abundantes), y la segunda, la formada por las que introdujo un copista apresurado.
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