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Fiel escudero de Joaquín Sabina y compositor de buena parte de sus éxitos, Pancho Varona (Madrid, 1957) protagonizó hace un par de años uno de los cismas más sonados de la música española, cuando Sabina decidió no contar con él para su última gira, después ... de funcionar como un matrimonio casi toda una vida. ¿Lo hará en su próximo tour de despedida? Aunque confiesa que no tiene muchas esperanzas de reconciliación, «puede que un día suene la flauta y me llame», concede. La ruptura le ha servido a Varona para emprender una carrera en solitario con la que no para de girar por España y Latinoamérica. Varona llega este viernes a Bilbao (Sala Azkena, 15 euros), un día después de que Sabina anuncie su gira de despedida.
– Tras décadas a su lado, ahora lleva usted la voz cantante en esta gira en solitario. ¿No se le hace raro?
– No tanto. En los últimos años con Joaquín yo me iba de gira solo cuando él descansaba, tenía mis conciertos y mi otra vida artística. Lo que se me hace raro es haber dejado de tocar con Joaquín, pero mi vida profesional en solitario ya la venía haciendo.
– ¿Qué repertorio aborda en esta gira? ¿Sus éxitos con Sabina? ¿Temas nuevos en solitario?
– Es una mezcla, pero yo soy consciente de que la gente quiere principalmente el repertorio 'sabinero'. Es normal, porque la gente me conoce más por las canciones que hice con Joaquín que por las que hice para Ana Belén, por ejemplo. Entonces, al público le doy lo que quiere escuchar, aunque también canto canciones separadas del repertorio de Joaquín.
– Ha sacado tres singles en los últimos meses, 'Pájaro herido', 'A duras penas' y 'Cautelas'.
– Sí, pero son canciones que están pensadas para interpretar con banda, entonces me cuesta hacerlas yo solo. Lo que me gustaría es el año que viene plantear otro tipo de gira acompañado en la que pueda cantarlas debidamente.
– ¿Se plantea hacer un álbum con estos temas que va soltando poco a poco? ¿O da por agotado el formato largo?
– Hoy en día los músicos no sabemos muy bien qué hacer. A mí un proyecto discográfico ahora mismo me da mucha pereza porque supone elegir 12 canciones, grabarlas casi todas juntas y elegir unas fotos, un diseño y un concepto. En cambio, grabar y publicar canciones sueltas es mucho más libre y bonito. Entiendo que hay gente muy instalada en la industria que necesite o le apetezca el apoyo discográfico, pero gente como yo no lo necesitamos tanto. No descarto sacar algo más largo en algún momento, pero la verdad es que no me lo he planteado. Yo quiero componer, grabar y enseñar, eso es lo que me apetece.
– No para de dar bolos, pero llevaba tiempo sin tocar en Bilbao.
– Sí, Además, fíjate, es como mi segunda casa, porque mi madre nació en Sodupe. Tengo muchos recuerdos de las giras con Joaquín, como los conciertos en La Casilla o cuando tocamos en la Plaza Nueva después de que el Athletic ganara la Liga en la época de Clemente. Tengo debilidad por Bilbao y, aunque la transformación de la ciudad ha sido ejemplar, a mí también me gustaba mucho antes, con esa ría tan negra. Me encantaba el ambiente que había en los 80, muy británico, era una ciudad radiante y hermosa con un encanto tremendo que le daba esa oscuridad que tenía. ¡Parecía Liverpool o Manchester! Era maravillosa y lo sigue siendo.
– Ahora es más una ciudad de postal, pero muchos bilbaínos echan en falta aquellos tiempos.
– Es que tenía una magia tremenda, con los Altos Hornos funcionando. Ibas en coche y veías la carretera iluminada por las llamaradas encima de los hornos. Esas imágenes las tengo grabadas y nunca se me van a ir, por suerte.
– Es inevitable preguntarle por su desencuentro con Sabina. ¿No han vuelto a hablar?
– Qué va, no hemos hablado. Joaquín es cabezón y cuando toma una decisión es difícil que dé un paso atrás. Pero bueno, quizás pase el tiempo y se ablande y un día decida llamarme, ¿por qué no? Porque la verdad es que hemos sido hermanos, compadres, casi un matrimonio. A la hora de hacer una letra podíamos pasarnos cinco días discutiendo una palabra, era un matrimonio maravilloso. Después de haber sido tanto, me hubiera gustado que la cosa terminara de otra manera.
– ¿Tiene esperanza de una futura reconciliación?
– No, no tengo esperanza. Pero puede que un día suene la flauta y me llame. Yo qué sé, igual toca en el WiZink Center y me da un toque y me dice que me pase de repente. O está con unos amigos y le convencen de que me llame y me llama. Pero es difícil, porque le conozco y sé que las veces que ha tomado decisiones de este tipo en 40 años que he estado con él han sido para siempre.
– Lo que es un hecho es que a los fans se les ha hecho muy raro que usted no esté en la última gira.
– Sí, llevaba mucho tiempo a su lado sobre el escenario, dos metros a su izquierda y dos metros detrás de él. Además, ese era mi lugar preferido en la tierra. Recibí muchísimo cariño cuando la gente se enteró de lo que había pasado, en la vida podré agradecer a la gente lo que me han dado en esos días en los que pasó todo aquello. Fue impresionante el alud de amor que recibí.
– Ahora ha pasado de esas giras de estadio a salas pequeñas y medianas. Lo positivo es que está más cerca de su público.
– Este formato es maravilloso porque ves a la gente reírse, toser, levantarse, sentarse, bostezar, salir, entrar… El contacto con la gente es fantástico. Un estadio lleno tiene puntazos tremendos, pero es todo mucho más impersonal que en una sala pequeñita. Yo ahora me muero de amor, porque veo cada reacción, cada risa, cada lágrima y a cada persona que canta. Esta cercanía me parece el mejor formato que hay.
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