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«¡Por fin hay un hombre que hace buen uso de la muerte!». Es el santo y seña de la ópera de cámara del compositor Hèctor Parra (Barcelona, 1976), inspirada en la obra teatral homónima de Pasolini, que este jueves se ha estrenado en el ... Teatro Arriaga. Se titula 'Orgía' y dejó helado al público. El mantra lo suelta el Hombre (así se llama el personaje, a secas), colgando de una soga y vestido de mujer. Empieza y termina de la misma manera, la pescadilla que se muerde la cola. Violencia y más violencia. En el foso, los 14 músicos del Ensemble InterContemporain de París enmudecieron de golpe en el último compás, a las órdenes de Pierre Bleuse. Empapados de sudor, incluido el intérprete de archilaúd, se les veía agotados. Punto final.
Después de 85 minutos de un prolijo y minucioso intercambio de crueldad, miedo y dolor, con tres cantantes en un toma y daca sadomasoquista, el silencio y la paz adquirían dimensiones de milagro. ¿De verdad había terminado la ansiedad de 'Orgía'? Pero el mutismo duró poco. No pasaron ni dos segundos antes de que los asistentes prorrumpieran en aplausos. En un auditorio con algunas butacas vacías –hay una segunda y última función el sábado–, los espectadores arrimaron el hombro y se hicieron notar, en justo reconocimiento al desempeño de los intérpretes.
Los músicos de la orquesta y los tres cantantes se dejaron la piel en una obra que recorre toda la gama de pulsiones, desde la máxima disonancia a la máxima consonancia. 'Orgía' es una apología del suicidio y la crueldad. La acción se sitúa en un hogar acomodado de los años 50-60 y el fascismo se huele en el ambiente. Es morbosa y obsesiva, con largos parlamentos. No hay donde esconderse. Muy valiente en ese sentido el trabajo del barítono inglés Leigh Melrose en el papel de Hombre, titánico por su esfuerzo físico y entrega vocal, así como el de la soprano lituana Ausrine Stundyte que se metió en el rol de Mujer con tanta vesania que la saliva parecía hervirle en los labios. Sus voces basculan entre el lirismo y el dramatismo, en constantes fracturas y dislocaciones que parecen descoyuntarles el alma.
También impactó la soprano Jone Martínez como la Muchacha, una joven prostituta con hambre de vida que en el texto original de Pasolini actúa como el contrapunto de la pareja condenada al delirio, porque enseguida intuye el peligro y huye. Nada que ver con la adaptación operística. En la puesta en escena de Bieito, el Hombre la viola y destroza la cabeza a patadas. No llega a cantar mucho, pero demuestra oficio y talento. Domina las coloraturas y se muestra muy segura como actriz. Dicho esto, que nadie se lleve a engaño, los desmanes y atrocidades sexuales no son lo fundamental en 'Orgía'. El título y el argumento aluden a la etimología de la palabra. No se trata de una bacanal sino de un ritual y la consumación de sacrificios, todo ello envuelto en una música con pausas muy medidas, como una liturgia macabra.
Mueren todos, incluidos dos niños, de seis y cuatro años, de los que se habla pero no aparecen. ¿Quién los asesina? En el texto de Pasolini la culpa recae en la figura masculina, que desde el principio se presenta como el Diferente –«igual que negros y judíos»– y asume los asesinatos de la Mujer y los chiquillos. En la adaptación de Parra y Bieito, por contra, hay un enfoque paritario que brinda la oportunidad a la soprano Ausrine Stundyte de convertirse en una Medea posmoderna. En un clima onírico y/o psicótico, la Mujer acaba con la vida de los críos y luego se arroja a las aguas de un río. ¿Realidad o pesadilla? Para sublimar todavía más el panorama, la música toca techo poético con un guiño a la zarabanda de la suite n°6 de Bach.
Escuchar para creer. Algo muy recurrente en 'Orgía'. Es una ópera que despierta sentimientos encontrados, como una montaña rusa que provoca vértigo, histeria y náusea al mismo tiempo, para luego frenar en seco y ofrecer momentos de contemplación serena y hasta bucólica. Una paz que en ocasiones remite casi al Renacimiento, con citas a 'Euridice' de Peri y 'Orfeo' de Monteverdi, como si la serenidad fuera algo arcaico, impostado y teatral. La puesta en escena se mueve en esa misma longitud de onda. Los músculos en tensión, el cuerpo a cuerpo, las miradas desencajadas, las autolesiones, los jadeos... mantienen en vilo a los espectadores. Se busca un alivio que no llega nunca.
Parra y Bieito han trabajado juntos en otros montajes, como 'Wilde' y 'Las benévolas', que también ahondaban en el lado más oscuro. La degradación física y moral no les repele, en la medida que forma parte del rango de acción y pasión del ser humano. Son capaces de ver destellos de luz en las pesadillas y el martirio. Aunque en esta adaptación de 'Orgía', donde no se salva ni el apuntador, solo queda en pie... el silencio.
Cantantes. Leigh Melrose (Hombre), Ausrine Stundyte (Mujer) y Jone Martínez (Muchacha).
Dirección de escena y libreto (basado en la obra teatral de Pasolini). Calixto Bieito.
En el foso. Catorce músicos del Ensemble InterContemporain de París, incluido un intérprete de archilaúd, todos ellos a las órdenes de Pierre Bleuse.
Coproducción. Teatro Arriaga, Gran Teatre del Liceu y Festival Castell Peralada.
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