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Oscar Cubillo
Lunes, 28 de septiembre 2020, 18:36
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El domingo se acabó el 36º Getxo Folk. En estos tiempos pandémicos, ha constado de cinco conciertos con aforo severamente limitado: sólo 457 butacas en la sala principal, la Ereaga (con tres grandes conciertos de abono), y a 150 en la Arrigunaga (donde se agotaron las invitaciones para las dos actuaciones ahí albergadas). Respecto a las citas de pago, funcionaron muy bien de público las del viernes (con los gallegos Luar Na Lubre, más del 90 % del aforo vendido) y el sábado (con los vallisoletanos Celtas Cortos, entradas agotadas), pero sólo media entrada pasada (unas 260 butacas ocupadas) se cosechó el domingo, lo cual nos extrañó, pues actuaron los txalapartaris Oreka TX, que son vascos mágicos que actúan por todo el mundo e investigan con éxito en las percusiones.
Bastantes reputados profesionales de la cultura vasca piensan que a la mitad de la población autóctona no le interesa la producción en euskera, y quizá algo de ello afectara en la escueta entrada cosechada por el proyecto guipuzcoano, lo cual por otra parte se puede considerar lógico si los actuantes sólo se dirigen en euskera al respetable, como hizo todo el rato el líder, Harkaitz Martínez, aunque en algún parlamento postrero se notó que no le entendía ni la cuarta parte de los presentes.
Oreka TX presentaron en Getxo su cuarto álbum oficial, 'Koklea' (ya lo hicieron en el festival de Jazz de San Sebastián, y lo pasaron por La 2, y se puede visionar fácilmente en YouTube), y dieron un buen concierto y además un notable show visual de 97 minutos para unas 18 piezas servidas por el quinteto base y sus tres invitados: les acompañaron esporádicamente los vocalistas Mónica de Nut y Thierry Biscary (gallega ella y francés él, ex Kalakan; por cierto, faltó por enfermedad de última hora la cantante y actriz saharaui Aziza Brahim), y durante la segunda mitad el sexto hombre, Xabi Zeberio, ex Oskorri, a la nyckerharpa.
El concierto empezó de modo fascinante, muy new age, por el centro tuvo un pasaje musicalmente menos rico pero estéticamente influido por el teatro (pensamos en Kukai varias veces), y en el epílogo empujaron más pero sin perder la sutileza ni la ambición de la experimentación.
Los líderes Harkaitz Martínez de San Vicente (fundador) y Mikel Ugarte (sustituto del original Igor Otxoa) percutieron txalapartas diversas (la de madera la que menos y la que más la de piedra, que titila con sus golpes oníricos) y también objetos diversos, ora orgánicos (los troncos colgantes de bambú) ora industriales (los cencerros que descendieron del techo, el tubo metálico o al final el bidón de plástico al que podrían llamar Batucado), y siempre lo hicieron como trileros de las partituras, logrando una coordinación insistimos que mágica, incluso en el pasaje que anunciaron como improvisado y que rozó la perfección.
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El concierto cursó cual viaje exótico y arrancó con étnica minimal ('Etxikaramu'), ellos osaron con folk gótico sin que nadie se diera cuenta ('Herrenka') y a la cuarta el convidado Thierry aportó su primera y mejor colaboración, pues su voz pareció un didgeridoo antes de ponerse a rapear ('Txin'). Un momento magnético y experimental fue el de 'Amusia', donde los TX percutieron con un minimalismo de aire nipón como si fueran un metrónomo pendular marcado por los láseres de fondo de sus buenas luces, y por el ecuador se atemperó la vibración con las colaboraciones de Mónica de Nut resonando étnica a Hedningarna ('¿Por qué no?'), elaborando Oreka TX sereno muzak global ('Kiliska zuri', con el buzuki), apostando el francés Thierry por el pop ('Mari & Kanaky', en cuya prolongación instrumental pidieron palmas al respetable, que en la ovación final, la mayor de la velada, parecía aplaudirse a sí mismo), y la jugada de la cencerrada que sonó a exitoso experimento ancestral no sólo por la alboka junkeriana de Mixel Ducau (¡fundador de Errobi, historia del rock vasco!).
En la parte final creció la fuerza musical, con Ducau aportando solos jazz ('Dantzazpi'), la citada improvisación que dio paso a la suite de 'A.T.H.' (del rock a lo junkeriano), o el bis con una sorpresa a trío (una tabla colgando por gruesas cuerdas entre los tensos cuerpos de los dos líderes y Thierry cantando tradicionalista '100 alargunen') más la despedida con los ocho participantes (los cinco miembros oficiales más los tres colaboradores) en la grande y circular 'Harria herria'.
Hum..., la tarde del domingo vivimos un encuentro artístico especial, dotado de alto presupuesto en tiempos pandémicos, y aún nos preguntamos por qué sólo hubo media entrada pasada. ¿Por el miedo al virus?
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