«Cualquiera que tenga las narices de subir a un escenario tiene mis respetos»

- ¿Por qué hacer pop desde la trinchera? ¿Es que se ha comido ya la música urbana todo el pastel?

- Bueno, la música urbana no deja de ser pop, porque todo lo que acaba en nuestra memoria colectiva acaba siendo pop. De hecho, siempre he pensado que cuando el rock se convierte en música de masas y todos acabamos reconociendo un riff de guitarra, se convierte en música pop. Pero más que eso quería recuperar la idea de la cultura pop en general, con la música, las películas, la comida, la cocina, los libros, el teatro... Cuando pensaba en el título no me imaginaba una figura bélica desde donde defenderse o atacar, pensaba en el compromiso con mi trabajo.

- ¿Sigue escuchando la música que se publica hoy?

- Justo ahora estaba escuchando lo nuevo de Robe Iniesta y envidiando sus melodías y sus textos alucinantes (ríe). También le estoy dando una oída al nuevo disco de Blur... Aunque es verdad que no escucho tanta música como hace unos años, supongo que tengo una edad ya y que utilizo mi tiempo de otra forma.

- Y que no abarcamos tanta música nueva. Nos desborda.

- Se estrena demasiada música y es tan difícil estar al día... Hay momentos en que no me da la cabeza. Pero noto que hay un cambio generacional muy claro, lo que me parece súper bien, pero hay mucha música nueva que de momento no es para mí. Me ocurre que escucho música de alguien más joven y tengo que irme a la Wikipedia para saber qué dicen (ríe), me hace sentir un poco mayor. Ya no entiendo ni la jerga que utilizan, ¡mierda! (ríe).

- En el disco renuncia a hablar del amor romántico. ¿Inspira menos canciones el estar felizmente emparejado?

- Hombre, la tranquilidad sentimental hace que uno pueda dedicarse a la filosofía. Hay varios estadios en la vida: primero, el tener para comer; cuando el plato está lleno lo que quieres es tener amor; y cuando eso está cubierto, empiezas a pensar más a nivel global. Quería hacer un disco acorde con la edad que tengo y con mi propia experiencia de vida. Quizá no trata tanto del romántico de yo te dejo y tu me dejas, pero contiene mucho amor... el amor a mis amigos, a la familia, a la música, al sitio en donde vivo, a mi perrita, al mundo...

- Está en un buen momento, con el plato lleno y el corazón caliente. ¿Pero cuando escribió 'En el alambre' sentía fragilidad?

- Gracias a Dios ya podemos hablar de nuestra salud mental. Pero tener el plato lleno y el corazón caliente, como dices, no nos evita el tener malas rachas. Nadie puede escapar de los pequeños dolores de la vida, pero es bueno darse cuenta de que, aunque todo te vaya bien, a veces no pasa nada por sentirse mal.

- Su hijo Andrés sigue sus pasos. ¿Cómo le ve sobre los escenarios?

- Le veo muy bien y trato de recomendarle poco. Andrés trabaja mucho con su grupo Querido y eso me hace sentir un padre orgulloso con una sonrisa de satisfacción, porque en la música más allá de lo que hagas lo importante es hacer y hacer y seguir haciendo. Eso sí lo ha heredado.

- Decía que usted aún tenía «algo del adolescente que sentía culpa de ser músico». ¿Le ha liberado a su hijo de esa carga?

- Absolutamente, acabas de dar en el clavo: lo que más me satisface de verle trabajar es que lo hace sin culpa. Yo pasé tantos años tratando de demostrarme a mí mismo y a los que me rodeaban que lo que hacía era un trabajo... Me encerraba cada tarde en un estudio, pero me decían: 'A ver cuando haces algo serio y te pones a currar'. De todas formas, veo cómo parte de la sociedad actual sigue viendo que Andrés está perdiendo el tiempo. Me da igual lo que piensen. Él sabe que sus padres le apoyan.

- Sobre todo porque esta es una carrera que nunca acaba... Los goles de la temporada pasada no cuentan para esta.

- ¡Nunca te pasas el juego! Siempre tienes que andar demostrando y eso tiene un grado de valentía. Cuando se critica a quienes hacen música pienso que al menos estos dan la cara y se mojan poniendo algo de sí. Lo digo siempre: cualquier persona que tenga las narices de subirse a un escenario tiene mis respetos.

- ¿Ya ha ido a ver las luces de Vigo? ¿Le ha invadido un poco el espíritu de la Navidad?

- No, no, no... Además, no creo que vaya a verlas. Cada día estoy más alejado de la idea del turismo y de cómo está planteado. Se nos ha ido la olla.