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En Bilbao. McKagan, durante el concierto que la banda dio en 2017 en San Mamés. reuters

El bajista de Guns N' Roses: un músico satánico salvado del infierno

Duff Mckagan, bajista de la banda de Los Ángeles, relata en sus memorias su largo historial de excesos, su cura y su empeño en dar al grupo un sonido distintivo

Sábado, 11 de septiembre 2021, 00:05

Duff Mckagan, fundador y bajista de Guns N' Roses, empieza sus memorias con la fiesta del 13 cumpleaños de su hija. Él no la tuvo porque vivía a esa edad con lo justo en Seattle con su madre y sus siete hermanos. Pero además de ... las diferencias entre la situación económica de Grace, la reina del guateque, y la de este millonario que en su primera juventud dormía en su coche de cuarta mano, hay otras cosas que separan sus experiencias.

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Los invitados de la adolescente no tomaban drogas, ni robaban ni tenían relaciones sexuales todavía. Su caso estuvo justo en el punto opuesto, incluso a menor edad. Y en los años siguientes las malas costumbres le situaron al borde de la muerte en varias ocasiones, en la misma época en que tocaba el bajo en grupos de punk rock de Seattle y Los Ángeles, lo que le llevó a ser uno de los miembros fundadores de Guns N' Roses a mediados de los ochenta.

De ganarse la vida como friegaplatos, pasó en meses a ser invitado en los restaurantes más caros

ascenso

De tocar en clubs de rock, pasaron a llenar estadios, aunque el bajista no siempre se acordara de la ciudad en la que estaba. De hecho, lo que sorprende de este libro, titulado como la canción del grupo 'It's So Easy' (Libros Cúpula), es que al músico le quede algo de memoria después de su cuasi infinito historial de excesos. Quizá por ello haya subtitulado la obra 'Y otras mentiras', y avise de que su relato no tiene por qué coincidir con los de otros involucrados en los hechos.

Sí, es una historia de sexo, drogas y rock and roll, de diabólicas tendencias destructivas, poco probable en el mundo de la música actual, muy profesionalizado y más a este nivel. Pero es también la historia de un rockero que, a pesar de todo, luchó por lograr un sonido propio y trabajó miles de horas con sus compañeros para acuñarlo.

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El bajista recuerda a sus padres, él bombero y pintor de obra para cuadrar gastos, y ambos niños de la Gran Depresión que no concebían otro modo de vida material que la austeridad. El divorcio de sus padres estuvo motivado por una infidelidad de él con la madre de un amigo de Mckagan. Les pilló 'in fragranti' y no pudo asimilarlo.

Punkis de San Francisco

Salió de Seattle en 1984, con veinte años y trescientos dólares, después de haber tocado con varios grupos y de haber aprendido a manejarse con la guitarra, el bajo y la batería. Se dirigía con su Ford Maverick a Los Ángeles, pero hizo parada en San Francisco. Estuvo viviendo una semana con unos okupas punkis y llamó a su hermano, que ya vivía en la ciudad angelina, para que le buscara un trabajo. Se lo consiguió, de friegaplatos en un restaurante.

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Vio un anuncio en una publicación gratuita que decía: «Grupo musical busca bajista, preguntar por Slash».

Quedaron en un 'deli' abierto las 24 horas y el futuro guitarrista de Guns vino acompañado del que iba a ser su primer batería, Steven Adler, y de una botella de vodka que escondió bajo la mesa. No sólo congenió con Slash, sino posteriormente también con su madre, que pasó a ser su figura protectora en los siguientes años.

Steven tocaba con doble bombo. Consiguieron simplificar su sonido quitando partes a su batería y diciéndole que alguien las estaba robando de su local de ensayo. Los tres fueron a ver al grupo L.A. Guns a un club de Hollywood. En él cantaba Axel Rose.

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El relato de McKagan avanza por pisos alquilados en los peores barrios de Los Ángeles, por muchas comidas a la semana de fideos instantáneos. Entró en la banda Axl Rose, que a veces dormía en la calle -«soltó uno de sus gritos y supe aquel tío era distinto, potente, serio»-, y antes lo había hecho el guitarrista Izzy Stradin, que aún vivía del tráfico de estupefacientes.

Se ilusionaron. Pensaban que podían hacer algo distinto. Mckagan se fijaba en los bajos de Paul Simonon de The Clash, de Raven de Killing Joke y en Lemmy de Motörhead.

Cortejos discográficos

El músico cuenta cómo compusieron 'Sweet Child O'Mine', 'Paradise City' y 'Welcome to the Jungle'. Antes de grabar el primer elepé, 'Appetite for Destruction', las discográficas les invitaban a los restaurantes más caros de Los Ángeles. Sólo hacía unos meses que McKagan había dejado sus empleos como friegaplatos y luego como panadero. En las conversaciones se hablaba de centenares de miles de dólares y los miembros del grupo permanecían aparentemente impasibles aunque no se lo acaban de creer. Para finales de 1987 habían tocado en el CBGB de Nueva York y en el Hammersmith de Londres. Los sueños del bajista se iban cumpliendo.

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Con el éxito, arrecieron los excesos y con el tiempo las disensiones musicales. Slash quería llevar al grupo hacia el rock sureño; Axl y McKagan se negaban. Izzy ya estaba fuera porque le costaba mantenerse en pie sobre el escenario. Las disputas personales y musicales darían para llenar los tomos de una enciplopedia. Tardaron 16 años en sacar 'Chinese Democracy'. Rompieron y se volvieron a unir. En 2017 tocaron en San Mamés y en 2022 tienen prevista un gira europea, quizá con un disco previo. Aunque con ellos, nunca se sabe.

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