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Josu Olarte
Domingo, 12 de abril 2020, 00:52
El cierre de espacios culturales impuesto para contener la pandemia del coronavirus ha situado a la industria musical ante un panorama incierto. A la preocupación por las cancelaciones y aplazamientos en cadena, y por parón de la venta de entradas anticipadas, ahora se añade ... la incertidumbre sobre cómo se reactivará un sector que parece haber entrado en la UCI. Después de un crecimiento durante los últimos tres años de entre un 15% y un 20 % anual, hasta alcanzar los 382 millones que la música en vivo facturó en España en 2019, el futuro no pinta bien a corto ni medio plazo según las promotoras, cuyos patrocinios obtenidos para sus eventos también han quedado en suspenso.
Integrada en la Federación de la Música en España, Es Música, que cuenta con más de 110.000 afiliados de las entidades más representativas del sector, la Asociación de Promotores Musicales (APM) ha calculado unas pérdidas de 764 millones de euros, en el supuesto de que el cierre impuesto por la pandemia del coronavirus se mantenga hasta septiembre.
Una cifra obtenida de la suma de 471 millones de euros (estimados en base a la previsión de los ingresos de taquilla, patrocinios, ayudas públicas, hostelería y merchandising) y la facturación de la industria de la música en vivo gestionada por entidades públicas para sus eventos en fiestas patronales en el mismo periodo (293 millones en 2019), según aclara su presidente, Albert Salmerón.
«Desde que las salas cerraron, toda la cadena de producción escénica está rota. Veníamos saliendo de la crisis pero hay que tener en cuenta que este sector vive muy al día, con una tesorería mes a mes porque se sustenta en los espectáculos en vivo. Se ha tenido que devolver la venta anticipada y, con todo el tejido de producción parado, el modelo de actividad está afectado gravemente. Los pequeños promotores son los más perjudicados, algunos podrán aguantar un par de meses como mucho. Todos los profesionales del sector están en estado de shock», argumenta Aitor Bengoetxea, de Musika Bulegoa, plataforma colectiva para la promoción y mejora de la actividad musical en Euskadi, apoyada por el Gobierno vasco, y que agrupa a más de 1.600 autónomos o pymes con más de 4.000 empleos directos.
A corto plazo la preocupación de promotores y público pasa por la dudosa celebración de los festivales y giras más masivas. Sobre todo teniendo en cuenta que el rosario de suspensiones ya ha afectado a grandes citas previstas para junio y julio como el recién aplazado a 2021 BBK Music Legends; Rock in Rio de Lisboa (también pospuesto al año próximo) o Primavera Sound de Barcelona (atrasado a finales de agosto). Las primeras bajas en la agenda musical de julio (Extremoduro en Madrid, Huercasa Country Festival...) llevan a preguntarse sobre la celebración de los mayores festivales vascos, como el vitoriano Azkena Rock (que aún mantiene su cita para el 19 y 20 de junio) y el Bilbao BBK Live (9-11 de julio). «Nos hemos visto obligados ya a aplazar más de 30 conciertos en marzo y abril, en Bilbao, Madrid, Barcelona, Vitoria, Pamplona, Oporto, Lisboa y Valencia. Algunos otros, de giras internacionales, no ha sido posible reubicarlos y los hemos tenido que cancelar. Trabajamos en el escenario de que las fechas se mantengan. Todo lo que dependa de nosotros está orientado hacia ahí», revela Alfonso Santiago, director de la oficina impulsora de ambos eventos, Last Tour International.
«Un concierto no es tan difícil moverlo, pero un gran festival es realmente complicado y arriesgado para su continuidad. Tenemos la obligación de contribuir a que la sociedad se reactive lo antes posible por responsabilidad -solo en Bilbao BBK Live el año pasado trabajaron unas 3.200 personas- y por nuestra propia supervivencia. Además, este parón nos dificulta o imposibilita trabajar para desarrollar los proyectos a corto y medio plazo».
Iñigo Argomaniz, de la veterana agencia donostiarra Get In, también bifurcada como oficina de promoción (con unos 800 eventos de media al año) y representación, ilustra sobre el grado de complicación del panorama. «Ya hemos aplazado más de 120 conciertos, entre ellos una gira con más de 120.000 entradas vendidas. Pero va a ser muy complicado tanto mantener como reubicar todo después del verano. Aunque aquí mejore la cosa es muy difícil que las giras internacionales cuadren con la problemática de cada país. Este es un problema mundial con diferentes velocidades. Además, el miedo es libre. Un promotor puede asegurar que todo está bien pero luego el mánager tendrá que convencer a su artista. Muchos acabarán cayéndose de los carteles de los festivales y ello llevará a que no sean viables si buena parte del público pide una devolución por ello. Aunque quienes tengan trayectoria y negocio diversificado puedan aguantar, habrá que asumir pérdidas porque los seguros no cubren pandemias».
Musika Bulegoa confía poder «amortiguar el golpe» con las respuestas que reclama «a los muchos entes públicos vascos y estatales a los que hay que tocar», asegura Aitor Bengoetxea.
«No sé en qué quedaran las medidas de estímulos para el día después en las que se está trabajando, pero me temo que, como no sean fuertes y ayuden a contrarrestar pérdidas, la mayor parte del tejido empresarial que se ha desarrollado en la última década se destruirá», opina Alfonso Santiago.
Pero más allá de lo que el sector pueda rascar de las instituciones, el futuro pasa por el apoyo del público, al que apelan campañas de sensibilización como la reciente Somos Música que a través del hashtag #SOMOSMÚSICA apela en las redes sociales a no devolver entradas ya adquiridas y ayudar a los músicos comprando música o escuchándola en streaming.
Apoyadas por grandes festivales y promotoras, desde hace semanas funcionan también online otras iniciativas como 'Salvar el verano' (#SaveTheSummer), que promueven el cumplimiento del confinamiento y de los protocolos de protección que ayuden a que la llamada 'desescalada' llegue cuanto antes.
Pero la gran cuestión es cuándo se podrán volver a reactivar las programaciones. «El otoño y el invierno van a estar muy cargados de eventos aplazados y, después del confinamiento, será muy gradual la vuelta del público, pues quizás no tenga la mentalidad ni las posibilidades de gastar en cultura. La recuperación será lenta y a largo plazo. No creo que llegue del todo hasta 2022 o 2023. La preocupación es no perder el tejido cultural y los circuitos de creación y difusión», señala Bengoetxea.
«Al tener impacto en todos los sectores, esta crisis influye en la demanda. La industria no se recuperará hasta la segunda parte del 2021, siempre y cuando se puedan paliar los efectos del coronavirus en nuestra economía y en nuestra sociedad. En el peor de los escenarios, la normalización no llegará hasta 2022. Tendremos que trabajar mucho para poder normalizar la actividad y recuperar el posicionamiento internacional que tenían nuestros eventos antes de esta crisis», incide en la misma línea Albert Salmerón , de la APM.
Veteranos promotores vascos como Iñigo Argomaniz (Get In) o José Pascual Otalora 'Spasky', de la oficina impulsora de BBK Legends Dekker Events, prefieren mirar al futuro con cierto optimismo realista. «Tendrá que haber una normalidad antes de volver a programar y, por precaución, llegará de una manera muy gradual, como estamos viendo en China. Además, la gente tampoco estará en la mejor disposición. Tendrá sus prioridades y se repartirá entre la mucha oferta acumulada. Habrá que tener paciencia. Lo bueno es que está habiendo una solidaridad interesante en el sector para no agravar una situación ya suficientemente jodida», comenta el fundador de la promotora y oficina de representación donostiarra Get In, con una trayectoria de décadas en el sector.
«Espero que cuando la gente se recupere de esta gran crisis sanitaria apueste por la cultura, los conciertos, el ocio..., porque lo vamos a necesitar, es parte de nuestra existencia, de nuestro modus vivendi. Siempre he sido optimista, pero nos esperan tiempos difíciles. Vamos a salir muy tocados de esta situación y el sector tardará tiempo en recuperarse, pero seguiremos caminando, de esto no hay duda», confía el también veterano Spasky, que además del festival del Centro Ola de Sondika programa anualmente el ciclo Music Legends en la Sala BBK.
Detrás de la compleja casuística en la suspensión o aplazamiento de todo festival, concierto estelar o evento multitudinario, está el farragoso asunto de las coberturas de seguros que sólo en muy contadas ocasiones incluyen crisis globales sanitarias.
«Ningún seguro cubre pandemias», coinciden las fuentes consultadas. «Los mercados aseguradores, compañías y sindicatos han cerrado la posibilidad de contratar este tipo de cobertura en función de la certeza de ocurrencia. Esto hace inviable que las compañías puedan asumir este riesgo si no es a una prima tan alta que hace imposible su contratación», asegura Spasky (Dekker Events)
«Los promotores deben asumir los gastos y pérdidas generados en caso del aplazamiento o cancelación de un concierto» asegura Albert Salmerón, que hace una salvedad para la partida del porcentaje de adelanto que sobre su caché los artistas imponen en sus contratos. «No deberían nunca ser un coste para el promotor, ya que, en un caso de fuerza mayor como este, los artistas y managers deben devolver las cantidades recibidas».
«Si nos vemos obligados a suspender, los adelantos deberían ser devueltos y aquí entra en juego la solidaridad y el entendimiento entre las partes. Dependemos los unos de los otros. Otra cosa son los otros gastos y pérdidas generados por la cancelación o la suspensión, que sí tendremos que asumir», matizan Spasky e Iñigo Argomaniz que confiesa que «de momento está habiendo buena actitud por parte de los artistas porque estamos ante causas de fuerza mayor y tendremos que seguir trabajando en el futuro».
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