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JOSU OLARTE
Miércoles, 8 de enero 2020, 00:26
Desde su retiro norteño en Braganza Trás-os-Montes, la zona menos poblada de Portugal («como en España, aquí también hay un país vacío, me fui hace años de Setúbal buscando otra forma de vivir»), Dulce Pontes se desmarca del carácter retrospectivo que viene dando ... a sus recitales. «Llevo ya tres años celebrando 30 de carrera. No quiero pasarme la vida repasando lo que he hecho. A mis 50 años prefiero preguntarme cómo voy a dar salida a lo mucho que me queda por hacer. Esto es un camino y un aprendizaje continuo en el que no hay tiempo que perder. Doy gracias a Dios por tener voz, ganas y fuerza para intentar llegar a los 50 años de carrera», confiesa la cantante lusa, que se muestra «encantada» de iniciar 2020 actuando hoy en Bilbao (Teatro Arriaga 19.30 h, de 13,50€ a 35€).
Conoce bien al público bilbaíno, no en vano lleva cantando por estos pagos casi 25 años. «No he dejado de venir desde mediados de los 90. Tengo una relación muy estrecha con la ciudad y con personas como mi Kepa (Junkera), a quien admiro desde que nos conocimos hace mucho y al que echo mucho de menos. Le mando mis mejores augurios para que se ponga bien. Necesita que todos creamos que con el tiempo se recuperará. Me hubiera gustado que tocara en este proyecto con nosotros. Espero que un día estemos de nuevo juntos en un escenario», desea Pontes al músico, que se recupera de un ictus sufrido hace algo más de un año.
De hecho, la artista de Montijo ya estuvo actuando en mayo en el Bizkaia Arena junto a Ennio Morricone en su gira de despedida. «Fue algo tremendamente emotivo, aún lo tengo muy presente ya que sigo hablando regularmente con Ennio por teléfono. Recuerdo tener la piel de gallina en el último concierto en Lucca, donde casi canté para él mirando la expresión de sus manos cuando dirigía. Recuerdo cómo me rogaba que no faltara después de que, por la enfermedad de mi padre, que finalmente se fue, no pude estar en algunas fechas. Ennio tenía una gran conexión con él y ahora es como mi segundo padre».
Concierto en el Arriaga: «Me gusta que el repertorio sea feliz porque soy una persona alegre por naturaleza»
Cantó en su gira de despedida: «Hablo regularmente con Ennio Morricone, es como mi segundo padre»
Ocho meses después, Dulce Pontes regresa para cantar en un formato radicalmente distinto, cambiando el acompañamiento sinfónico de una orquesta y coro de más de 200 componentes por el respaldo «sutil y versátil» de la guitarra de Daniel Casares y el contrabajo del cubano Yelsy Heredia, músicos cotizados y ligados a astros flamencos, pero también permeables al jazz y la música latina. «Tocar con músicos creativos y con miras tan amplias es un disfrute. Hemos desarrollado una sonoridad muy elegante que aplicamos a todo lo que cantamos. Incluyendo cosas nuevas y del último disco, tenemos 95 temas preparados y no hacemos dos conciertos iguales. Me gusta que el repertorio sea sobre todo feliz porque soy una persona alegre por naturaleza».
Ese último trabajo de estudio sigue siendo el doble 'Peregrinação' (17), un «viaje emocional en tiempos convulsos» que, con paradas en la canción lusitana, española, galaica, brasileña o iberoamericana, incide en su voluntad de trascender el fado y su saudade. Un género ligado al alma lusa al que, a su pesar, se le sigue asociando pese a su apertura algo dispersa al clasicismo de su formación pianística, las nuevas músicas, los sonidos étnicos o incluso el flamenco con el que flirtea llevando a su terreno 'La Llyenda del tiempo' de Camarón. «El flamenco y el fado son músicas hermanas. Ambas te matan con su sentimiento, pero el fado lo hace hacia dentro y el flamenco con pasión hacia afuera. Mi carrera es dispersa por obligación. Desde 'Lágrimas' (93) cada disco ha sido distinto al anterior. Mi 'portugalidad' siempre estará ahí, pero intento acercarme con el mayor respeto a todas las músicas que me gustan. En la música soy un poco kamikaze, me lanzo con fe ciega a hacer lo que siento, aunque luego pueda caer en picado y estrellarme».
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