«En Mozart el trabajo en equipo es fundamental, no recae todo el peso sobre mis hombros»

Es una mujer pragmática de energía inagotable. No muy distinta al personaje que le tocará interpretar: una dama española que se mantiene fiel a su prometido, un noble llamado Belmonte, pese a que se encuentra en un harén y el pachá turco, un gobernante comprensivo y piadoso, bebe los vientos por ella. 'El rapto en el serrallo' es una comedia con una partitura plena de logros. La dificultad vocal es máxima y la orquesta arropa a los cantantes con enjundia sinfónica. Mozart nunca defrauda. Es un compositor al que la soprano australiana, nacida en Inglaterra, prestará más atención en los próximos años. Un reto más en la carrera de una mujer que se considera «adicta a la adrenalina».

– No se puede quejar. Tiene fans en los mejores coliseos líricos, desde Milán a Nueva York, pasando por Viena y Londres.

– Bueno, no soy una recién llegada. Debuté en 2007. He forjado mi carrera sin prisa y, ojo, le recuerdo que en los primeros 10 años trabajé principalmente en los teatros provinciales de Italia. Ahí me curtí y me hice fuerte. Esa etapa me enseñó mucho, entre otras cosas a respetar al público.

– ¿Por qué no ha debutado el rol de Konstanze en Viena? Se supone que debía haberlo cantado allí en diciembre para venir aquí con más rodaje.

– El problema es que en la Ópera de Viena no se daban las condiciones necesarias para un debut en 'El rapto en el serrallo'.

– ¿En qué sentido?

– Hubo un malentendido, creían que ya la había cantado. Por eso no había ni un solo ensayo con orquesta. En la primera función me iba a enfrentar por primera vez con la orquesta.

– Qué barbaridad. Sola ante el peligro y que Dios reparta suerte.

– Es una práctica habitual, así se ahorran costes.

– Menos mal que en Bilbao no se llega a ese extremo.

– Aquí los ensayos son suficientes. Después, voy a la Scala de Milán con la misma ópera. Allí tampoco se han suprimido los ensayos con orquesta.

– Habituada al repertorio italiano más belcantista, ¿cómo afronta la música de Mozart?

– Con el rigor de siempre y mucha experiencia, que ayuda en el aprendizaje. Ganas en rapidez y seguridad.

– ¿Sintoniza con su música?

– Es un mundo musical muy estimulante. Hasta ahora he cantado ya en 'Don Giovanni', 'La flauta mágica' y el 'Réquiem'. En los próximos años le voy a dedicar más atención a Mozart. Debutaré en 'Mitridate' y también daré conciertos con arias suyas.

– Vaya, vaya. No me diga que quiere convertirse en una cantante mozartiana.

– No, no. Simplemente quiero explorar más ese territorio, sin perder de vista roles de bel canto más pesados como 'Norma', 'Roberto Devereux', 'Lucrezia Borgia'...

– ¿Le ha costado trabajo dominar el alemán para 'El rapto en el serrallo'?

– Qué va, en absoluto. Me gusta mucho. Lo disfruto.

– ¿No tiene la impresión de que el italiano es más musical?

– La gente suele decir eso. Pero ya le digo, a mí me resulta agradable. Mi abuela es alemana y yo, de pequeña, hablaba alemán. Tiene un sonido, una fonética, que me resulta bastante familiar.

– El papel de Konstanze es conocido por su dificultad técnica y sus filigranas de vértigo.

– Jejeje. Tiene un aria, 'Martern aller Arten' ('Todo tipo de torturas'), que todo el mundo espera.

– Pan comido para usted.

– Hombre, tanto como pan comido... Con práctica, me estresa menos que otros papeles de bel canto. Eso es verdad. Pero hay una excepción: las coloraturas me suponen un desafío mayor.

– ¿Se puede saber por qué?

– Pues, mire, también me lo pregunta mi marido. ¡Pero si estás acostumbrada a coloraturas brutales del repertorio italiano! Eso me dice siempre. En fin, no sé, yo creo que es porque en las de Mozart hay un tratamiento más instrumental que vocal. Además, en los tiempos de Mozart se cantaba en falsetto, que es mucho más fácil, y ahora lo hacemos a plena voz.

– ¿Qué tal se encuentra con sus compañeros de reparto?

– Muy contenta. Moisés Marín, que hace de Belmonte, es un tenor lírico con una voz maravillosa. En Mozart el trabajo en equipo es fundamental. Hay un sentido de comunidad que me encanta, no recae todo el peso de la obra en los hombros de una única persona.

– En esta ópera usted no monopoliza la atención del público.

– ¡Eso es! Está más repartido y eso me gusta. No tengo la presión bestial del bel canto.

– ¿De verdad no le agobia saber que en esta producción, salvo Wolfgang Vater que asume un papel hablado, todo el mundo aborda por primera vez esta ópera de Mozart? ¿No es arriesgado?

– No, no. Estamos volcados, es muy excitante.

– ¿Y el miedo escénico? ¿Todavía lo sufre?

– Claro que sí, como todos los artistas. La noche de la función odio mi trabajo. Me maquillo de cualquier manera y siento que soy un desastre. Eso te mantiene alerta y, en el fondo, te hace gozar. Ese pavor y la satisfacción posterior, cuando sale bien, son las caras de la misma moneda.

– En los días previos, ¿cómo gestiona los nervios?

– ¡Haciendo compras! También paseo mucho y coso. El trabajo manual me relaja mucho. Además, leo. Soy una gran lectora. Ahora estoy con 'Una historia compartida', de Julia Navarro.

– ¿Lee usted en castellano?

– Le pongo empeño. Me encantaría cantar zarzuela, 'Marina' por ejemplo, y para eso hay que tener fluidez en el idioma.

– Usted nació en Inglaterra, se crió en Australia y vive cerca de Florencia con su marido, que es italiano. ¿De dónde se siente?

– Yo misma me lo pregunto a veces. La verdad es que me siento en casa tanto en Italia como en España. La gente es abierta y la comida es estupenda. También hay una frescura y alegría a la hora de hacer música que me maravilla. No se cae en la mera rutina. Me gusta esa energía.