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Domingo, 23 de diciembre 2018
Hablar de 'lo mejor' siempre suena demasiado pomposo y, en el fondo, suele resultar bastante falso: ¿cómo podemos atrevernos siquiera a jerarquizar toda la producción musical de un año? ¿Dónde está ese espíritu libre y desocupado que lo ha visto y lo ha escuchado todo? Pero, sin investirnos de esa gravedad forzada, sí que tiene sentido aprovechar estas fechas de diciembre para volver la vista atrás y evocar las experiencias más satisfactorias que nos ha brindado 2018 en el apartado sonoro: los discos y conciertos que más nos estimularon. Periodistas y colaboradores de EL CORREO comentan sus favoritos de este año que se nos va.
Hace ya mucho tiempo que la etiqueta de 'black metal' le viene muy corta de talla a Dimmu Borgir. A lo largo de sus 25 años de carrera, el grupo noruego ha expandido su música por los terrenos del sinfonismo heavy hasta desarrollar un estilo propio, épico y siniestro; extremo pero accesible a la vez. Este planteamiento ha llevado a la banda a producir equilibrismos musicales que no siempre han resultado brillantes. Sin embargo, en 'Eonian', su primera obra en 8 años, Dimmu Borgir ha conseguido concentrar los mejores rasgos de su concepción del heavy metal. Temas grandiosos y oscuros, repletos de coros pegadizos a más no poder y pasajes instrumentales perfectos.
Resulta algo desconcertante para un fan de The Beatles el formato que Ringo Starr ha escogido para su grupo, la All-Starr Band. Como su nombre indica, es una reunión de estrellas cuya suma de currículos da una lista bastante impresionante: han tocado en Toto, 10CC, Men At Work, con Santana o con David Lee Roth, y creo que me dejo a alguien. Así que en sus conciertos Ringo se dedica la mayor parte del tiempo a ejercer de gregario y a tocar la batería en tándem con el gran Gregg Bissonette –algo digno de verse y que ya justifica el precio de la entrada–. El show del Euskalduna fue una especie de feliz verbena setentero-ochentera con solo una parte del repertorio dedicada a The Beatles. Eso sí, una porción gloriosa que incluyó 'Boys', el clásico de Luther Dixon y Wes Farrell que los 'fab four' convirtieron en uno de sus primeros éxitos, con Ringo a la voz y a la batería, y 'With a little help from my friends', coreada con alegría por todo el auditorio.
En el aspecto discográfico, una gran sorpresa por parte del veterano saxofonista Charles Lloyd y su banda The Marvels. Con 'Vanished Gardens' profundizaban en la fusión de la americana y el jazz, con el apoyo del dúo de guitarristas Bill Frisell-Greg Leisz –éste, más centrado en la steel y el dobro– construyendo paisajes sonoros únicos, sobre la exquisita base rítmica del batería Eric Harland y el bajista Reuben Rogers, donde la voz de Lucinda Williams pone más de una guinda. Fresco, original e imprescindible, toda una prueba de que hay mucha vida aún en el jazz y en la música hecha con alma. Como el 'Soulfire Live!' de Little Steven y sus homenajes a los héroes del rock caídos en 2017.
Un ilustre cuasi desconocido, el músico de Glasgow Gary Johnstone, se presentaba en diciembre al frente de su trío en la sala vitoriana Urban Rock Concept para dar un concierto con ambientes desde Stevie Ray Vaughan o Jimi Hendrix a John Mayer o Foo Fighters, dentro de un rock-blues-country que combinaba lo virtuoso, el gusto en las versiones –'Pride & Joy', 'Vodoo Chile' o 'Whole Lotta Love'– y las composiciones propias ('Can't Stop Loving You', 'Iknow Who I Am', 'Cardboard Engine' o 'Who's Buying That Shit'). Sonidos clásicos basados en la paleta más brillante y 'twangy' de las guitarras Fender –que tan bien ha cultivado su paisano, el mestro Knopfler– y dejes de toda la historia del blues eléctrico.
Sorprende que una artista como Rachel Taylor Brown no tenga mayor repercusión. 'Run Tiny Human' es ya su décimo álbum y habría provocado oleadas de admiración si lo firmase un nombre más conocido, pero la cantautora de Oregón sigue siendo una referencia minoritaria, casi oculta, quizá por falta de ganas para promocionarse: hace pensar en esas cigarras que se pasan diecisiete años bajo tierra, a las que dedica una de las mejores canciones del disco. En dieciséis cortes, Rachel salta de las baladas impresionistas y oníricas, al estilo de Lisa Germano, hasta arreglos percusivos propios de un Tom Waits más demente de lo habitual, pasando por arrebatos de glam pianístico o pasajes de quietud prácticamente ambiental, y en ese singular itinerario jamás suena trillada ni previsible. Hay que sacarla del subsuelo, aunque sea contra su voluntad.
¿Fue el mejor concierto de 2018? Seguramente no, pero en un repaso a lo que ha dado de sí el año en Bilbao hay que reservar un hueco a todos esos locales (La Nube, Nave 9, Shake!, Muelle, el piso superior del Antzoki...) que mantienen viva la escena con eventos de distancias cortas y espíritu genuino. Hace años nos habría resultado increíble tener a un grupo neozelandés como The Cavemen (vale, vale, afincados en Londres) en un bar de Santutxu, donde supieron desatar esa felicidad explosiva y un poco tontuela que solo es posible en los conciertos pequeñitos y que nos hace renovar la lealtad al rock and roll. Los 'cavernícolas' antípodas bordaron su punk desinhibido con ecos de Buzzcocks y los Clash, se sumaron a la fiesta (torsos desnudos, el cantante subido a la barra en los bises) e incluso demostraron un gusto exquisito con su inesperada versión de The Gun Club. Costó cinco euros y la sonrisa duró unas cuantas horas.
Habíamos sido avisados. El álbum de debut de la cantaora barcelonesa Rosalía llegó con fuerza, pero su segundo trabajo, 'El Mal Querer' ha revolucionado el panorama musical a golpe de pelotazos. Su disco fue anunciado en Times Square y la publicación de cada nuevo videoclip ha estado siempre acompañada de millones de reproducciones. Llenos de simbología y sin miedo a fusionar la pureza del flamenco con los ritmos urbanos. Media hora de 'quejíos', poesía y trap. Un disco sobre el empoderamiento femenino fragmentado en capítulos que abordan una relación tóxica de la que sale victoriosa una mujer. Una obra maestra que la ha llevado a ser la artista española más laureada en los Grammy Latinos por un solo cedé. Se ha ganado a pulso figurar en letra grande en el cartel del Bilbao BBK Live del próximo año.
Con el anuncio de su parón indefinido aún reciente, resulta difícil no pensar en Berri Txarrak al hacer un repaso de los conciertos del año. Su bolo de tres horas en el BEC fue todo un hito. El power trío, el grupo euskaldun más internacional, congregó a 10.000 personas en uno de los conciertos en euskera más multitudinarios de la historia. Agotaron las entradas y dieron un recital de rock y energía que tuvo también espacio para una parte más relajada en la que Gorka Urbizu, frontman y único miembro ya de la formación original, tocara la fibra con la única compañía de una guitarra acústica. Fueron alrededor de 40 temas con espacio para grandes éxitos como 'Eskuak', 'Oreka' y 'Oihu' y para presentar de principio a fin su último disco, 'Infrasoinuak', una de sus mejores obras. Tras 25 años de carrera también fueron escogidos, por méritos propios, para dar comienzo al macroconcierto de los premios europeos de la MTV en San Mamés. Acento vasco a una cita con repercusión mundial que alzó a Bilbao. Por cierto, los cabezas de cartel de entonces, Muse, bien podrían haberse hecho un hueco también en este listado gracias a su impactante show, un regalo para vista y oídos.
El cantautor dylanita getxotarra Iñigo Coppel vive en Madrid y ahí, en el bar de Johnny Burning, ha grabado su quinto disco, su segundo en directo, que pueden oír en Bandcamp. Es un doble que documenta fielmente lo que es un recital de Coppel, con sus raptos de humor y sus ripios hilarantes, su autobiografía ('La balada de Edu El Rata', el tango 'Éramos tan jovenes') y su mitomanía (Elvis, James Cagney, Dylan, Paul McCartney, el boxeador Poli Díaz…), además de su verborrea a veces cáustica, pues no en vano Coppel es un trovador nacido con siglos de retraso (oigan 'Íñigo Coppel viaja a la Edad Media (y el rock and roll salva su vida)').
El mejor concierto del festival, del año, de una vida… El ex Talking Heads, a sus ágiles 66 años, sobre un escenario desnudo por completo, liderando a más de una docena de músicos trajeados y descalzos, amalgamó la danza contemporánea, el teatro, el musical, la moda, el funk, la mímica, la filosofía, las sombras, el canto… ¡y hasta la batucada para acabar! Un show total, orgánico, culto y nada pedante desarrollado bajo la molesta lluvia. Una experiencia increíblemente maravillosa de hora y cuarto para unos 16 temas de show total, orgánico y culto, pero nada pedante, insistamos.
Los primeros episodios suelen ocurrir durante la adolescencia, aunque puede haber recaídas a lo largo de toda la vida adulta. Los síntomas visibles son apatía y hastío existencial, que en ocasiones pueden venir acompañados de una explosión creativa: es lo que llamamos una mala racha, una 'pequeña edad oscura' como la que da título al último trabajo de los MGMT. En él se adentran en el peligroso terreno de la nostalgia ochentera —esto es, sintetizadores por un tubo—, pero al contrario que esa retahíla de bandas que utilizan el tirón del rollo Stranger Things para suplir una evidente falta de creatividad (¿alguien ha dicho Muse?), los de Connecticut firman un disco oscurillo, introspectivo y también atrevido, que innova y expande el sonido de aquella década ya casi convertida en un género en sí misma. Todo ello, sin renunciar a su característico espíritu pop psicodélico que tantos buenos momentos nos ha regalado sobre la pista de baile
Si con «mejor concierto» quieres un bolo en el que los músicos no hayan fallado ni una sola nota, este no es para ti. Si, en cambio, buscas el directo más vibrante, la experiencia y la conexión auténticas con La Música, este tampoco es para ti. La puesta en escena más impactante y los audiovisuales más vanguardistas están en otro sitio. Aphex Twin lo dejó bien clarito en el BIME. Si esperas la reseña del concierto con mejor ambiente, ya deberías haber dejado de leer. Porque lo de Sophie en el escenario Carpa del BBK fue diferente, fue nuevo, fue una muestra de lo que está por llegar. La mayoría de la gente pasaba por ahí solo para guarecerse de la lluvia (que no perdona un BBK Live) y se quedaba en los márgenes del escenario. Pero en el corazón del concierto, los y las fans (y todo lo que ocurre entre medio) estaban entregadísimos esa propuesta rompedora de su carismático/a líder. ¿Extraña? También. ¿Difícil de escuchar? No lo niego. Pero en una escena dominada por blockbusters -lo del Mad Cool fue de risa- y viejas leyendas -que resucitan cada cuatro años como nuevos cabeza de cartel- cuesta encontrar algo verdaderamente rompedor. Ahí donde todo son etiquetas, géneros, modas y «trap o no-trap», Sophie se está abriendo un hueco para hacer sonar la música del mañana.
La banda bilbaína sigue dando guerra y ganando más fans por el camino. 'La fuerza de la fragilidad' es mucho más que un disco, ya que recopila las letras de toda la discografía de la banda. Con una mezcla de estilos, en los que se combinan rock, garage, jazz e incluso dance, Francis Diez da una nueva dimensión al sonido de Doctor Deseo. Ocho temas, entre los que destaca 'Por la madriguera del conejo blanco' y la balada 'Adiós'. El disco está impregnado de las potentes letras, casi sin rimas, tan características de Francis. También cuenta con tres versiones de temas clásicos con la Orquesta Sinfónica de Euskadi. Un regalo para sus fans y para los que no lo son aún.
Pocas bandas crean tanta expectación en directo como los Kiss. El 7 de julio actuaron en Barcelona y el espectáculo estuvo a la altura de lo esperado. Guitarras, artificios y ese aire circense que siempre envuelve a la banda más caliente del mundo. Como a cualquier grupo que lleva décadas sobre los escenarios, la edad les ha pasado factura, sin embargo, el sonido en directo se mantuvo fiel a los Kiss originales. Los temas 'Detroit rock city', 'Love gun' y 'Black diamond' sonaron arrolladoras y enloquecieron al público. En un concierto algo más largo de lo que se ve en un festival desataron todos sus 'números'; la guitarra ardiendo, Gene Simmons escupiendo sangre, Paul Stanley volando entre el público... Todo un show.
Catalizador de la renovación del público jazzístico a raíz de su conexión con Kendrick Lamar, el hiperactivo y ya estelar saxofonista californiano revalidó su expansivo y cósmico debut triple The Epic (15) con otro abrumador ejercicio de post jazz torrencial (dos horas y media) que, dividido entre los real (Earth) y lo onírico (Heaven), concreta su alquimia versátil, coral y expansiva buscando una atemporalidad concienciada que, cuidando lo vocal, estiliza el pasado post bop (Coltrane, Hubbard, Sanders, Hancock, Shepp..) en conexión con todas las formas de música negra . Y junto a su epílogo smooth 'The Choice', el álbum permite volver a rastrear en sus largos créditos a jóvenes talentos de jazz actual como el productor y multinstrumentista Terrace Martin o sus colegas del West Coast Get Down (Stephen y Ronald Brunner, Miles Mosley, Brandon Coleman , Ryan Porter, Cameron Graves…)
En las peores condiciones posibles para una propuesta artie como la suya (un festival con lluvia inmisericorde) el cantante, compositor, cineasta , escritor y fundador de Talking Heads ofreció. no sólo el concierto más arriesgado, sorprendente y lúdico del BBK Live, sino uno de los más memorables de los últimos tiempos. En un escenario desnudo y apoyado en rítmico ensemble multicultural de once músicos descalzos, Byrne recicló con sonido diáfano y riqueza instrumental sus múltiples facetas y, con bailón pulso afro funk, dictó una lección de clase teatral con la que, a los 66, evidenció su vigencia y capacidad de reinvención, conectado clásicos de su cosecha con el presente concienciado de 'American Utopia'.
Algunas personas han descubierto hace poco a Zeal & Ardor durante su actuación en directo en el necesario programa musical de La 2 'La Hora Musa'. Ahí pudieron descubrir su singular, experimental y arriesgada propuesta: una mezcla de black metal con el blues de las plantaciones de algodón del sur de los Estados Unidos. El líder de este proyecto tan audaz es el suizo Manuel Gagneux. El segundo álbum de la banda, 'Stranger Fruit' (16 temas y lanzado este año), combina metal, soul, blues y góspel. Y sus letras también mezclan las temáticas satánicas y sobre ocultismo, que tanto gustan a su líder, con los sufrimientos vividos por los esclavos negros. Todo ello, envuelto en lo que algunos consideran black 'n' roll. Los temas de este disco enganchan, algo más que complicado en la música de extremos.
A los noruegos Gluecifer, a pesar de ser una baza casi segura, no se lo pusieron fácil con el horario asignado en el Azkena Rock del pasado mes de junio: las dos de la mañana. Sin embargo, en su única actuación en España tras su retorno, ofrecieron la mejor lección posible de rock 'n' roll. El lema 'The Power of Guitars' del Azkena se cumplió a rajatabla en un show enérgico que hizo que a la mayoría de la asistencia se le olvidara ir a descansar para gozarla con los de Oslo. Fue el mejor concierto de la edición 2018. Gluecifer son los reyes del rock.
Las Baladas de Chopin son mundos en pequeño que abarcan todas las luces y todas las sombras del romanticismo, desde la exaltación amorosa hasta el límite de la intimidad, compuestas como si fueran improvisadas al vuelo, con un virtuosismo oculto que lucha fieramente por salir a la luz entre sus cálidas melodías. Andsnes las interpreta aunando claridad, intensidad, fuerza, delicadeza, un sonido redondo, tan satinado como envolvente, y una técnica superlativa que, lejos de buscar artificios o excentricidades, se concentra en la vida interior de cada frase, en el sentido único de cada nota, como los grandes que antes que él (desde Arrau hasta Zimerman) dieron primacía a la musicalidad sobre todo lo demás.
En su puesta en escena de la Pasión según San Juan de Bach, estrenada en abril en el Teatro Arriaga, Calixto Bieito mostró más lo que ve dentro que lo que ve fuera del relato de la pasión, que es para él la pasión de las personas corrientes de todas las clases y todas las edades: su brutalidad y su dramatismo, la angustia de unos protagonistas instintivamente atraídos por la sangre, pero también el triunfo del amor y la esperanza sobre el dolor y la violencia. La diana fue doble, pues la parte musical estuvo al mismo nivel gracias a los solistas, el Coro de Ópera de Bilbao, la BOS y un Erik Nielsen muy sereno, muy interior y con capacidad de ensamblar todas las piezas con una sensibilidad extrema.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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