La magia sin adornos del cantautor más triste
Discos que cumplen 50 años ·
'Pink Moon'. El tercer álbum de Nick Drake fracasó en su momento, pero se ha convertido en un monumento a la melancolía hecha músicaDiscos que cumplen 50 años ·
'Pink Moon'. El tercer álbum de Nick Drake fracasó en su momento, pero se ha convertido en un monumento a la melancolía hecha músicaSi en 1972 hubiésemos dicho a alguien que -¡medio siglo después!- se hablaría de 'Pink Moon' como uno de los discos más importantes de aquella añada, seguramente habría pensado que nos habíamos vuelto locos. Es más, el propio Nick Drake nos habría mirado con desconfianza, ... como si nuestras palabras fuesen un sarcasmo cruel que hacía mofa de su fracaso, de aquella frustración que acarreaba de manera casi visible sobre su cuerpo largo y cada vez más encorvado. Hablamos del hombre que una vez, en una de sus crisis de desesperación y negrura, dijo a su madre: «¡Si pudiese sentir al menos que mi música ha ayudado en algo a alguien...!».
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En cierto modo, 'Pink Moon' nació ya como un fracaso. Se ha dicho que el sello discográfico de Drake, Island Records, «ni esperaba ni quería» un tercer álbum del cantautor inglés nacido en Birmania, ya que los dos primeros (los espléndidos 'Five Leaves Left' y 'Bryter Layter') se habían quedado muy por debajo de las expectativas comerciales. Y aquí hay que empezar a hablar ya de la leyenda de Nick Drake, el recluso, ese personaje huidizo, atormentado, hipersensible, golpeado ferozmente por la depresión e indefenso ante los rigores del mundo. Nick Drake, igual que ocurriría años después con Ian Curtis, se ha convertido en un símbolo y tendemos a recalcar sus rasgos más lúgubres y enigmáticos, pero es innegable que su comportamiento esquivo era una pesadilla para la compañía: detestaba tocar en directo (y, cuando lo hacía, dejaba claro lo mal que lo estaba pasando) y se negaba a hacer promoción (en toda su carrera solo concedió una entrevista). Una anécdota apenas exagerada relata que dejó el máster de 'Pink Moon' en la recepción de Island, sin avisar, y la hoja de promoción que confeccionó el sello contenía frases como «nadie sabe con seguridad dónde vive Nick en la actualidad».
nick drake
Frente a sus dos álbumes anteriores, de bellos y cuidados arreglos, 'Pink Moon' es un disco austero, despojado de adornos, en el que solo suenan la voz y la acústica de Drake y un breve motivo de piano en el tema titular. Dura menos de media hora, se grabó en un par de noches y, lo dicho, vendió poquísimo. Pero, en estos cincuenta años, ha seguido resonando en muchos espíritus que sienten afinidad con los padecimientos, las inseguridades y la melancolía de su autor: no se trata, evidentemente, de un disco alegre («soy más oscuro que el mar más profundo», llega a cantar en 'Place To Be'), pero también está muy lejos del grito desgarrado de socorro que algunos quieren ver en él. Son canciones acogedoras, de tristeza poetizada, de esas que crean un refugio alrededor del oyente y le permiten curarse las heridas. Drake parte del folk y el blues y, con su admirable técnica a la acústica y su cautivadora voz «casi de bossa nova», como la describió el periodista Nick Kent, levanta un mundo propio e intemporal, de versos cargados de simbolismo pero no pretenciosos. La publicidad sabe de estas cosas: en 1999, un anuncio de Volkswagen utilizó la canción 'Pink Moon' y propulsó las ventas del disco en EE UU de 2.000 a 150.000 copias anuales.
Pero, en su momento, la indiferencia del público se alió con la fragilidad de Nick Drake y dio lugar a dos años terribles. Ya para la portada de 'Pink Moon', el sello había decidido no utilizar las fotos que había encargado, porque en ellas se veía al cantante muy deteriorado y con la mirada perdida, sin aquella figura romántica de guapo soñador que lucía unos pocos años antes. Tras editar el disco, Drake regresó a la casa rural de sus padres, una comprensiva pareja de clase alta, y llevó una vida de zozobra, sacudida por los vientos cambiantes de la depresión. Desaparecía durante días enteros, se marchaba en coche hasta que se le acababa la gasolina en algún paraje remoto, descuidaba su higiene y afligía a sus padres y su hermana con obstinados silencios y con accesos de desánimo atroz: «¡Estoy muerto por dentro!», se quejaba.
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Pasó por un hospital psiquiátrico y, el 25 de noviembre de 1974, falleció en el domicilio familiar por una sobredosis de amitriptilina, el antidepresivo que le habían recetado. Tenía 26 años. Las autoridades dictaminaron que había sido un suicidio, al funeral asistieron unas cincuenta personas y ni siquiera hubo intento de rentabilizar la situación con un 'grandes éxitos' o algo parecido. En su lápida, incribieron como epitafio un verso raramente esperanzador de 'From The Morning', la última canción de 'Pink Moon': «Ahora nos elevamos y estamos en todas partes».
El Tribunal Supremo de California determinó, en febrero de 1972, que la pena de muerte era anticonstitucional. «Degrada y deshumaniza a quienes participan en su proceso», «es innecesaria para obtener cualquier fin legítimo» y «es incompatible con la dignidad humana», afirmaron los jueces, que ordenaron que las 107 penas capitales que estaban pendientes de aplicación en el estado se conmutasen por cadenas perpetuas. Se libraron así de la cámara de gas criminales como Charles Manson y el palestino Sirhan Sirhan, asesino de Robert F. Kennedy.
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