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Las versiones de material ajeno pueden entenderse de distintas maneras. Hay, por supuesto, artistas que las evitan, como si menoscabasen de algún modo su sagrada condición de creadores, aunque lo más habitual es que sirvan como descanso ocasional para quien las interpreta y también ... para quien las escucha: suelen tener algo de juego, de curiosidad, de sorbete para refrescar el oído y retomar después con nuevos bríos las creaciones originales. Pero también existe un tipo de músico que entiende las versiones como un ámbito de creación tan válido como las composiciones propias, asumiendo la idea del folclore y el jazz de que toda interpretación es en cierto modo una composición.
La vocalista noruega Susanna Wallumrød se encuadra decididamente en este último grupo. A lo largo de su carrera, ha alternado álbumes escritos por ella con otros consagrados a las versiones. Su caso tiene, además, dos peculiaridades: el material sobre el que aplica sus artes transformadoras es absolutamente dispar y abarca desde vetustos aires de tradición oral o piezas de egregios cantautores hasta temas de bandas de post-punk o metal. ¿El otro rasgo singular? De alguna manera, Susanna (ese es su nombre artístico, sin apellido) consigue que todas esas músicas de estilos que parecían irreconciliables suenen de manera similar, hermanadas por encima de los abismos del tiempo y las modas.
Susanna, que ahora tiene 38 años, creció en una familia profundamente marcada por la religión y la música: dos de sus hermanos, Fredrik y Christian, también han destacado como baterista y pianista en la escena jazzística noruega. Nuestra protagonista empezó muy pronto a cantar en el coro de la iglesia y asegura que a los 5 años ya tenía claro que quería dedicarse a la música. Pronto llegaron también las influencias menos devotas, como las canciones de Olivia Newton-John y Whitney Houston, que con el tiempo dejaron paso a cantautores como Joni Mitchell o Leonard Cohen y a músicos de jazz como Chet Baker. «Creo que el jazz, como género, me ha influido especialmente en mi camino de búsqueda de mi propia voz, por el enfoque en el sonido individual y en las versiones personales de canciones», ha explicado en una entrevista con '15 Questions'. A menudo da la impresión de que aquellas primeras experiencias con la música cristiana también le dejaron una impronta duradera, porque la música de Susanna se caracteriza por cierto tono litúrgico y una clara vocación de trascendencia espiritual.
Sus primeros discos aparecieron acreditados a Susanna & The Magical Orchestra, aunque el supuesto conjunto instrumental no pasaba de ser un teclista. Ya su álbum de debut dejó claro que dominaba la magia versionadora, porque combinó sus composiciones con una maravillosa interpretación del 'Jolene' de Dolly Parton. Su reelaboración artesana de este clásico del country ya se atenía a lo que ha acabado siendo su marca de fábrica: canciones ralentizadas, delicadas, meditabundas, preciosistas y con cierta propensión a lo ominoso, que al principio recordaban poderosamente a This Mortal Coil y con el tiempo han evolucionado hacia una suerte de nueva música antigua, como un barroco pop. El segundo álbum con The Magical Orchestra solo incluyó versiones: había temas de Cohen, de Bob Dylan y de Scott Walker, pero también de Joy Division, de Prince, de Depeche Mode, de Kiss y de AC/DC, en un ramillete variopinto hasta lo chocante. Mejor o peor, con todos funcionaba su rara alquimia
Desde entonces, las versiones siguen siendo un componente esencial de su producción. También ha grabado álbumes de material propio tan interesantes como 'Triangle' (su ambiciosa reflexión sobre la mortalidad) o 'Meshes Of Voice' (una inquietante colaboración con su compatriota Jenny Hval), pero regresa periódicamente al material ajeno. Lo hizo en su colaboración con la arpista barroca Giovanna Pessi (centrado en Purcell, pero con algunos temas de Cohen y Nick Drake), lo hizo en su disco 'Flower Of Evil' (ahí aparecen ABBA, Tom Petty, Nico, Black Sabbath o Lou Reed) y lo acaba de repetir en su nuevo álbum, 'Go Dig My Grave', donde vuelve a demostrar que no tiene miedo a reinterpretar lo que podría parecer trillado hasta el agotamiento: se atreve con el clásico 'Perfect Day' de Lou Reed y también con un 'standard' como 'Lilac Wine', que han grabado colosos como Nina Simone, Eartha Kitt o Jeff Buckley.
El disco, editado en su propio sello SusannaSonata, está grabado junto a la ya mencionada Pessi, la acordeonista Ida Løvli Hidle y la violinista Tuva Livsdatter Syverstsen. Juntas crean ambientes espaciosos y exquisitos que evocan la música antigua pero se ven ocasionalmente contaminados de contemporaneidad, con disonancias y arreglos insistentes que acaban dando forma a una música sin tiempo. Por ese filtro van pasando varios tradicionales ingleses y estadounidenses, una composición de Purcell, un original de Susanna sobre un texto de Baudelaire, el 'Freight Train' de la blueswoman Elizabeth Cotten y un tema poco conocido de Joy Division, 'Wilderness', que en sus manos se convierte en una obsesiva pieza de folk apocalíptico.
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