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«Todos se quedan calvos y terminan locos. Soplar tan fuerte pasa factura a la cabeza». Es el típico chiste que sueltan los graciosos (y ... envidiosos) para hacer rabiar a los oboístas. O sea, que no solo tienen que lidiar con uno de los instrumentos más agotadores de la orquesta, sino que encima hay bromitas sin fundamento a su costa. Basta ver y escuchar a Lucas Macías (Valverde del Camino, Huelva, 1978) para constatar la falta de fundamento de los chascarrillos. No le ha perjudicado, sino todo lo contrario, haber tocado el oboe en la Orquesta del Royal Concertgebouw de Ámsterdam, la Lucerne Festival Orchestra, la Mozart de Bolonia, la Orquesta de Cámara de Lausana, la Filarmónica de Berlín... Eso sí, lo cierto es que ahora dedica mucho más tiempo a la batuta.
En 2014 debutó en el podio y de ahí casi no se baja. En la actualidad es titular de la Oviedo Filarmonía y director artístico de la Orquesta Ciudad de Granada. Al frente del conjunto andaluz se pondrá hoy y mañana en tres conciertos que abarcarán piezas de Grieg, Bizet, Mendelssohn y Schubert. «Estoy satisfecho con los ensayos. La Orquesta Ciudad de Granada tiene un sonido fresco, brillante, con un toque francés. Pero además puede ser muy versátil y flexible», detalla el músico. No son muchos los oboístas que se han pasado a la dirección, pero hay nombres señeros como Rudolf Kempe y Heinz Holliger.
Lucas Macías es muy consciente de la tradición. Se siente un eslabón más. El magisterio de los grandes le ha dejado huella. Su estrecha relación con Claudio Abbado marcó de una vez y para siempre su destino. Tímido, amable, nada autoritario, el director de orquesta milanés abominaba de la palabra 'maestro' y solía jugar al fútbol con los músicos. Hincha del Milán, pocos melómanos saben que Claudio Abbado fundó el equipo de balompié del Teatro de La Scala y además jugaba muy bien en la posición de centrocampista. No hacía malas entradas pero tenía mucha garra. La suya era una personalidad a medio camino entre el misticismo y la pasión, por eso sintonizaba tan profundamente con la obra de Mahler.
Buscando más motivación
La experiencia de interpretar a las órdenes de Abbado una obra como la 9ª Sinfonía de Mahler -«es colosal, el viaje de toda una vida»- no dejaba indemne a nadie. Y mucho menos a Macías. Tanto le aportaban las enseñanzas y ejemplo del director italiano que llegó un momento en que todo lo demás empezó a parecerle poco interesante. Ya no le motivaba tanto su trabajo de solista de oboe en la Orquesta del Royal Concertgebouw de Ámsterdam, una de las agrupaciones sinfónicas más importantes del mundo.
En 2014, a los 36 años, poco después del fallecimiento de Claudio Abbado y en el mejor momento de su carrera, no dudó en dar el salto del atril al podio. A esas alturas conocía un repertorio inmenso y había tenido oportunidad de curtirse bajo la batuta de lo más granado: Mariss Jansons, Nikolaus Harnoncourt, Bernard Haitink y un largo etcétera, con Abbado como máximo referente. Conclusión: marchó a estudiar dirección a la Universidad de Viena y empezó una nueva carrera. «En general soy bastante germánico delante de la orquesta. Siempre he valorado el trabajo en equipo. Quiero que los músicos se escuchen entre sí. Como oboísta yo estudié en Alemania y allí, en Friburgo, me enseñaron a valorar especialmente el conjunto y no tanto las individualidades. En el papel de director actúo de la misma manera».
En los deportes, Macías prefiere compaginar una cosa y otra. Se decanta por el fútbol y el tenis para mantenerse en forma. Tiene mucha energía y sabe controlarla. En el podio se transforma en un hombre de gestos precisos y medidos que conectan de forma inmediata con el grupo. No se muestra como un director de maneras explosivas y vigorosas. «Lo que realmente importa es la energía interior, no hacer las cosas de cara a la galería. Dicho esto, ahora parece que importa más el brillo del envoltorio que el contenido».
Padre de dos niños, de seis y nueve años, en su casa hay mucha armonía. El pequeño estudia chelo y el mayor, clarinete. También se les da muy bien el fútbol. El año pasado perdieron a su madre y su recuerdo es un tesoro para todos. Como la música.
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