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La mayor sorpresa de este domingo ante la visita a Bilbao del ídolo mundial Louis Tomlinson es que no agotó el aforo del Bilbao Arena Miribilla, aunque colocó el 90 %: unas 8.000 entradas. Exceptuando la pista, que estaba ocupada por la mitad y que ... por otra parte es lo que más pronto se vende en los conciertos para la chavalería debido al precio (más barato) y porque ahí están de pie (les gusta más), lo demás, el graderío, se veía lleno hasta las últimas filas, las más cercanas al techo. Y hubo ambientazo, las adolescentes eran mayoría entre el público, y no se cansaron de chillar y de cantar todas y cada una de las canciones. O sea, que el pabellón entero era trilingüe: se sabían las letras del inglés, hablaban castellano entre sí, y al pedir el bis se pusieron a cantar el 'Ikusi mendizaleak'.
El dominical fue un macroconcierto a tenor de los grandes vehículos aparcados en las cercanías: siete autobuses (la mayoría o todos de dos pisos) y tres tráilers. Y eso que las pantallas no parecían tan grandes. Y para cifras, las del caro merchandising del ex One Direction: camisetas a 40 euros, sudaderas a 75, jerseys a 70, gorras a 35 y sencillas bolsas de tela a 30 eurazos. ¿El precio del bebercio? Hum, refrescos a 3,50, agua a 2,50 (yo siempre bebo del grifo del baño), zumos y batidos a 2,50 (al verlo escrito ahora resulta tan barato que igual apuntamos mal), y katxi de birra a 10 y medio katxi a 5,50.
Dentro del recinto hacía mucho calor y Louis Tomlinson salió con camiseta blanca de panadero enseñando tatuajes, como si tocase en La Maravillosa Orquesta del Alcohol burgalesa. En sexteto, escoltado por cinco músicos jóvenes y brillantes (baterista duro y melenas con camiseta de Def Leppard, uno de los dos guitarristas con camiseta de Blur…), en la gira llamada 'Faith in the Future' (por su segundo álbum), Louis cantó 21 temas (22 teniendo en cuenta que van unidos 'All This Time' y 'She Is Beauty, We Are World Class') en 100 minutos redondos.
Antes de comenzar el evento, la chavalería se sentía impaciente y cada vez que acababa una canción de las que amenizaban la espera se ponía a chillar como si la estrella fuera a aparecer ya. Falsas alarmas cada dos por tres, hasta que a las 21.06 se apagaron las luces de repente, se elevó de modo instintivo un griterío general, las miles de personas de las gradas se pusieron en pie (y ya nunca se sentaron en la hora y media pasada), se encendieron cientos de móviles (muchos más en la pista que en las gradas), salieron a escena con desparpajo los cinco músicos, al poco apareció el esperado, ansiado Louis Tomlinson, y el volumen del griterío se elevó un punto. Es que parecía imposible chillar o cantar más alto, pero cuando llegaba una canción determinada o había un cambio en otra, se incrementaba el vocerío, por ejemplo en la buena 'Face the music'. ¡Qué energía la de la chavalería!
En verdad el público tenía más energía que Tomlinson a sus 31 años. El inglés se movió lo justo para un ídolo adolescente, se le vio palpando y manipulando sus auriculares como si oyera mal, un par de veces cantó mal ciertos fragmentos (en 'Holding on to heartache', con guitarras post-rock, y en 'Chicago', un AOR), y en general pareció muy desapegado de la masa, como enfermo, o desganado, o cansado de la gira, o un poco como ausente, que es como sale en tantas fotos posando con sus excompañeros de One Direction. Tan desapegado que en cien minutos el tío sólo nos habló cuatro veces, soltando muchos 'fucking' tacos, gastando un acento inglés que no se lo salta un caballo del Grand National, y al final agradeciendo al público por lo que había sido un «fucking incredible show». Ah, y la tercera vez que habló fue para avisar que se iba a sacar una foto con sus músicos.
¿Y cómo fue ese show, espectáculo o repertorio? Pues sorprendentemente conservador en lo que a estilos de refiere. ¿Se acuerdan del AOR, el Adult Oriented Rock de los 80, también conocido por Arena Rock o Rock de Estadio? Pues lo mismo pero cambiando lo de Adult por Adolescent. ¡Si incluso en la ya citada canción 'Chicago' Tomlinson resonó a Toto! Y respecto al conservadurismo, en no pocas ocasiones remitió a Oasis, ora en melodías, ora en giros vocales ('Kill My Mind', 'Walls')… Y también se le notó marcado por el brit pop ('Lucky Again', la muy Franz Ferdinand 'Written All Over Your Face'), que no es sino el pop inglés de toda la vida pero vendido con esa etiqueta desde los años 90; joé, ¡desde que nació el bueno de Louis Troy Austin, como en realidad se llama!
Hizo un par de versiones de One Direction (en la primera, 'Night Changes', a la mitad brindó con lo que estuviera bebiendo y, hala, otro incremento del volumen de los alaridos) y una más de los Arctic Monkeys (la gótica '505', con la escena totalmente roja). A veces creció hasta lo festivalero en plan BBK Live (la citada 'She Is Beauty, We Are World Class') y no hubo ninguna canción intrínsecamente mala, ni siquiera las baladas de manual, caso de una 'Copy of a Copy of a Copy' que podría cantar Sergio Dalma (y que acabó poderosa a lo Oasis del 'Morning glory'), o de una sensiblera 'Angles fly', o de la apertura del bis con 'Saturdays' (y su épica postrera).
Lo óptimo de los 22 títulos fue un rock trallero como 'Back to you', que podría expedir el roquerito auténtico Kurt Baker, y vaya énfasis, vaya pasión de las cantarinas, oigan: «ya me duele la garganta», le confió una a su amiga justo después de este tema, el 16º, aunque ya se podría haber diagnosticado a las 8.000 almas desde el quinto o sexto. Y la segunda mejor canción fue la otra de One Direction, 'Where Do Broken Hearts Go' (¿adónde van los corazones rotos?, lo traducimos para algunas madres y para muchas de las abuelas de las adolescentes angloparlantes que acudieron a Miribilla, of course).
Y al acabar Louis Tomlinson hizo un Pablo Alborán: abandonó rápidamente el escenario según seguía sonando la canción y dejando a sus músicos roquear un ratito. No reapareció para ningún saludo o foto final porque se habría ido corriendo a un coche que le esperaría dentro del recinto y hubiera salido pitando hacia el hotel. Y cientos de chicas esperanzas se arremolinaron en la salida para verle abandonar el edificio, y chillaban igual que durante la beatlemanía cuando creían que iba a asomar su cabecita. Ya saben que los Beatles dejaron de dar conciertos porque el público chillaba tanto que no se oían ni ellos. Afortunadamente, los equipos de sonido han mejorado tanto en potencia que pueden resistir el empuje pulmonar de las legiones de fans.
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