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Dos en la carretera contra la pandemia

Dos en la carretera contra la pandemia

Loquillo y Gabriel Sopeña publican 'La vida es de los que arriesgan', un emocional directo grabado en verano de 2020 como «un acto de fe» y de «resistencia ante un enemigo invisible»

Martes, 21 de febrero 2023, 18:33

Quizá se trate de la aventura musical y humana más épica y dramática que hayan vivido Loquillo y Gabriel Sopeña, pareja desde hace tres décadas en la poesía y el rock. Se llama 'La vida es de los que arriesgan', un directo que Warner acaba de editar y recopila los conciertos que ofrecieron en el verano de 2020 en plena pandemia. Unos meses oscuros surgidos del horror en estado puro. El álbum recrea un amplio repertorio acústico de sus trabajos sobre poesía. Hay solidaridad, coraje y respeto. Todo ello se trasluce en un sonido solemne, sin filtros, en una realidad cruda donde se suceden miedos, esperanzas y silencios ocultos, como el momento mismo en que el coronavirus cambió el mundo.

Los dos músicos y cantantes, acompañados por Josu García (guitarras), Alfonso Alcalá (bajo) y Laurent Castagnet (batería), se echaron a la carretera con una furgoneta y un diario en blanco. En este libreto escribieron sus sensaciones sobre un «acto de fe» compartido con el público y la incertidumbre de una «lucha contra el miedo», que durante muchas fechas se tradujo también en la suspensión de conciertos. «No soy de los que se quedan en casa a verlas venir; es momento de demostrar de qué material estamos hechos», explica Loquillo en el prólogo.

Recuerdan los artistas que en este tour estival no hubo suites, salas vips de aeropuertos y trailers Pero sí la «hospitalidad» de los ciudadanos, habitaciones de hotel donde ellos mismos se planchaban las camisas artesanalmente con agua caliente y vapor y un salto de «las grandes producciones a la economía de guerra». También se suceden en el diario los momentos exquisitos en medio de la catástrofe: la cartera que una sanitaria, Rakel, le regala al rocker a través de la ventanilla del coche en Burgos –«los sanitarios se merecen el cese de la precariedad y los recortes en Sanidad»– o los brillos de la música en la tormenta. «Hoy la banda ha sido un derroche de talento, me he conmovido», cuenta Sopeña tras tocar en Fuengirola.

Los dos artistas llevan juntos más de treinta años. María Senovilla

Otros son instantes que reflejan la tragedia de todo un país. «Noto un profundo vacío al terminar el show», confiesa Loquillo al bajarse del escenario en Gijón mientras su gran compositor y escudero hace memoria sobre el último día de la gira, coincidente con la muerte de su amigo Joaquín Carbonell, veterano cantautor y escritor fallecido a los 73 años en Zaragoza a causa del coronavirus. «Que duro es todo esto», escribe Sopeña antes de definir de la mejor manera posible 'La vida es de los que arriesgan' «Hicimos lo que pudimos y lo hicimos con excelencia y pundonor».

Tres años después, ¿qué recuerdo indeleble les queda de la pandemia?

Loquillo: El final del siglo XX, del mundo que conocimos. Soy consciente de la pérdida de las libertades individuales y de la soberanía de las democracias. La decadencia de Europa. La sombra de la autocracia. Demasiadas preguntas y ninguna respuesta.

Gabriel Sopeña: El sentimiento de inmensa estatura moral de la sociedad española, su coraje, y su profundo sentido de la solidaridad. También todas las intensas experiencias vividas por la pequeña familia de ocho personas que componíamos el equipo.

¿Tenían miedo a contagiarse? ¿A morir? Todos los días fallecían decenas y cientos de personas por la cruel epidemia.

Loquillo: El silencio es peor que el miedo a la pandemia. Quítame el aire que respirar y moriré. No había vacunas, salimos a la carretera 'contra el mundo' bajo el manto de la canción 'La Quete' de Brel (mi credo existencial) y de los versos de Mesanza: « En las manos De Dios está la vida. Prepara siempre el último combate».

Gabriel Sopeña: Yo sí, cada día y a cada minuto. Pero en el escenario mandan la palabra, la música y el gesto. Si uno está atenazado por lo que sucede fuera, sería imposible dar el cien por cien ante el público.

En un concierto existe un instante emocional muy determinado en que se produce la comunión entre el artista y el público. ¿Qué sentían cada noche al encontrarse ante un público limitado, disperso en el patio de butacas?

Loquillo: El vínculo que se creó durante la gira entre los músicos y el público fue un acto de resistencia frente a un enemigo invisible. Y también frente a la demonización de la cultura por una parte de la clase política y de los plumillas afines, aparte del silencio cómplice de muchos compañeros de profesión.

Gabriel Sopeña: Yo sentí amor. Sin él nada se ordena. Ver la inmensa necesidad de los españoles de sobrevivir, utilizando las formas culturales más diversas como arma fundamental, generó un efecto de bola de billar que desencadenó una carambola maravillosa.

Los conciertos se celebraron bajo estrictas medidas de seguridad debido al coronavirus.
Imagen - Los conciertos se celebraron bajo estrictas medidas de seguridad debido al coronavirus.

En los diarios se trasluce la solidaridad, la amistad, el compañerismo en la carretera, pero también las noches frías, la soledad y la imposibilidad de tomar contacto con los fans en el ritual de los camerinos.

Gabriel Sopeña: Sin embargo, las muestras de apoyo eran constantes: mensajes en los móviles atestados de agradecimiento y ánimo, cartas vía mail, llamadas. Todo el equipo sabía a qué se enfrentaba desde el primer minuto de viaje y no cabía normalidad en una situación tan terrible.

Loquillo: La tensión emocional estaba fuera del alcance de lo experimentado con anterioridad. Estábamos solos. En el fondo uno lleva toda una vida preparándose para este momento. Lo recuerdo ahora y pienso que viví un instante que vale la eternidad. De una belleza sublime. Ardía.

Gabriel Sopeña se emociona durante uno de los conciertos.

El álbum, por su sobriedad y forma en que ha sido musicado y tratado, con tomas directas, parece querer reflejar la trascendencia dramática del momento. ¿Lo interpretan como un homenaje a las víctimas, un documento de un periodo que marcará para siempre nuestras vidas?

Loquillo: La idea de dejar un testigo de lo acontecido para que el relato no fuera ni olvidado ni manipulado siempre fue una prioridad para nosotros. Agradezco a Warner su complicidad.

Gabriel Sopeña: De hecho, era intención del Loco y mía que fuese así. Ambos acabamos pagando un precio muy alto con nuestra propia salud tras la gira; pero es necesario recordar a quienes se nos fueron, ciento veinte mil personas. Eso no debe olvidarse: cada una de ellas merece un homenaje perpetuo.

Dice su discográfica que éste es un disco muy especial y quizás en parte sea así porque al escucharlo abrume el momento y las condiciones en que se realizó. ¿Les sucede algo así cuando lo escuchan de nuevo?

Gabriel Sopeña: Absolutamente. Las cosas sin trampa ni cartón producen esos efectos. Usar las tomas de sonido directamente de la mesa –es decir: sin opción de corregir nada – genera la sensación de los viejos discos piratas, esa magia irrepetible que no se puede conseguir de otra manera. Hay mucha energía, mucha entrega y mucha solidaridad dentro de esos surcos.

Loquillo: Reconozco que me costó un mundo escucharlo. Era revivir la tragedia de la pandemia, la muerte, la lucha por la supervivencia. El coraje de unos, el sacrificio de otros, la solidaridad de una ciudadanía que demostró estar a la altura. La defensa de la cultura, de nuestro oficio, de los puestos de trabajo que genera y cantar unos textos sublimes de autores eternos. Mi viaje personal fue otra cosa. Confrontar los límites, la euforia, la infinita depresión, el precio a pagar, la derrota. Ahora mismo mi cabeza es todavía un carrusel de sensaciones vividas.

Loquillo en uno de los conciertos.

Según ustedes, en ese tiempo se asistió a dos pandemias: la del covid y la del guerracivilismo político ante una sociedad que pide soluciones.

Gabriel Sopeña: Esto se ha convertido en un espectáculo insoportable de vacuidad y sectarismo peligroso. No se puede ser más imbécil que la mayoría de los políticos de nuestro Parlamento. Es imprescindible una renovación generacional, una limpieza: cada vez trata de engañarnos gente con menos talento. Pero la juventud se lo va a cobrar con creces: ninguna fiesta es gratis.

Las cancelaciones estuvieron a la orden del día.

Loquillo: La cosa daba para lo que daba. Todos en una furgoneta y a ver si tocamos o nos suspenden al llegar. Era volver a empezar de cero, así me lo tomé yo. La vida artística anterior ya no existía. Bienvenidos.

Gabriel Sopeña: Fue más poderosa la rabia, creo, por más que el roto económico tuviera su importancia. El virus solo iba a los conciertos, al parecer. Era insultante observar la risueña inanidad de la gestión de Rodíguez Uribes (ministro de Cultura) frente a semejante catástrofe. Yo pensaba que la oscura calamidad de Wert era ya insuperable. Pero mire, me equivoqué: Rodíguez Uribes lo consiguió.

¿Se han visto transformados después de esta gira?

Loquillo: Como te he dicho antes, puse el contador a cero. 'La vida es de los que arriesgan', 'Diario de una tregua' y 'Europa', el poemario de Julio Martínez Mesanza musicado por Gabriel Sopeña que terminamos de mezclar en los estudios Musiclan hace unas semanas y que verá su edición el próximo año, son el resultado de estos últimos tres años de transformación. La capacidad de resiliencia siempre ha marcado el ADN de esta casa.

Gabriel Sopeña: Creo que nunca he aprendido tanto de manera tan rápida. Ha sido una transformación rotunda para mí, me ha permitido seguir jerarquizando los valores de un modo que me colma a mis sesenta años, cuarenta de ellos en la profesión.

119.000 fallecidos. El recuerdo abruma. ¿Hemos salido mejores de la pandemia o seguiremos incurriendo en los mismos errores?

Loquillo: Como decía Fernando Fernán Gómez, el futuro no está en nuestras manos sino en las manos de quienes se han apropiado del nuestro.

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