El Euromillones del viernes: comprobar resultados del 31 de enero

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Siempre apuntando hacia adelante. CARLOS Gª AZPIAZU

Loquillo manteniendo la línea clara

Se puede decir que, por fumar en escena, el cantante catalán fue el único que se saltó las normas sanitarias en su concierto de Miribilla, disfrutado por poco más de 2.000 almas devotas

Sábado, 20 de noviembre 2021, 07:24

Tras su gran triunfo madrileño del pasado sábado 13 noviembre, cuando actuó en el Wizink Center ante 15.000 personas y agotando las entradas, a ojo 2.222 almas (a 40 euros la entrada de pista, en pie) se congregaron este viernes en Miribilla para ... ver a Loquillo dentro de la gira de su disco 'El último clásico'. En el pabellón se cumplieron las reglas sanitarias antipandémicas (felicidades a los seguratas uniformados, a las valientes acomodadoras y al equipo general de HH: todos estuvieron pendientes de que el gentío se colocara las mascarillas hasta por encima de la nariz), no se permitió beber ni comer dentro del recinto (había una barra en el exterior, y también se debía consumir fuera), y se puede afirmar que únicamente El Loco fue quien se saltó la normativa, pues fumó durante su canción 'El rompeolas', bastante cansina, por cierto, aunque con un tropel de móviles luminiscentes filmando el momento.

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Quizás se esperaba algo más de público en Mirbilla. Loquillo dijo avanzada la velada: «Han sido días difíciles. A alguien se le ocurrió decir que iba a suspenderse este concierto. Es que no nos conocen. Ni a la banda, ni a nuestro equipo técnico, ni a vosotros», halagó a la audiencia antes de presentar uno a uno a los componentes de su banda, venidos de Madrid, de Granada, de Villagarcía de Arosa… Así hasta siete, contando al jefe, empadronado en Álava, en Laguardia.

La banda. CARLOS Gª AZPIAZU

El concierto del viernes duró dos horas (119 minutos) para 24 canciones. El mismo repertorio que en octubre en Vitoria, sólo que cambiando 'Mala reputación' (de Brassens vía Paco Ibáñez) por 'Sonríe', una pieza perteneciente a las sesiones de 'El último clásico' pero lanzada únicamente sólo en redes. Y aunque el volumen se podría haber subido un poco más, las luces brillaron más claras y el sonido llegó mucho más diáfano que en octubre en Vitoria, en la plaza de toros cubierta, donde se generó una bola de ruido sucio que impidió disfrutar más a fondo de otra fecha de la misma gira de 'El último clásico'.

En Miribilla, o sea en el Bilbao Arena, con la voz de Loquillo alzaprimada sobre el acompañamiento de su banda con tres guitarras, bajo, batería y teclados, con el líder siguiendo la línea clara en la ecualización de la mesa para conceder importancia a sus letras este viernes inteligibles (no como en el Iradier Arena vitoriano), el concierto sin pantallas de vídeo cursó creciente, al catalán se le notó contento contoneándose en bastantes canciones y hasta levitando al final del show, habló poco pero yendo al grano, sonrió sin parar y, ejem, sostiene Azpiazu que sintió celos cuando vio que desde el foso los fotógrafos disparaban al guitarrista Igor Paskual (como quien dice su banderillero de confianza) y entonces el jefazo hizo algún equilibrio con el pie del micrófono para llamar la atención.

Igor Paskual, el banderillero de confianza del matador Loquillo. CARLOS Gª AZPIAZU

El rock adulto por momentos marcial (esa intro al show con los tambores redoblando) y esporádicamente con vocación de himno consuetudinario de Loquillo reveló algunas variaciones estilísticas, de acompañamiento musical en algunas canciones, por ejemplo en la versión de Johnny Cash 'El hombre de negro' llevada al blues (en vez de al country). Y durante las dos horas de liturgia, de comunión incluso, se podrían señalar numerosos hitos, y lo vamos a hacer dejando algunos en el tintero para no aburrir o cansar a quien nos lea: a la tercera, 'Línea clara', con su mensaje egotista e idiosincrático; la citada 'Sonríe', escrita por Sabino Méndez y con un deje soul y cool a lo Mink De Ville; el rockabilly evangélico 'Creo en mí' («una composición de nuestro amigo Mario Cobo e Igor Paskual», presentó Loquillo); el rock de estadio 'Memoria de jóvenes airados'; el cénit de la cita que fue 'Rock suave' (en cuya introducción dijo enigmático el ídolo rocker: «Es siempre un enfrentamiento milenario. El derecho a la libertad individual o el interés colectivo»); y una terna consecutiva y de altura con 'El mundo necesita hombres objeto' (hombres lobo como usted), 'El último clásico' (más arquetipo que caricatura) y 'Carne para Linda' (con el Loco bajando al foso a cantar a un palmo del público).

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Tras el tema 16º, 'Rey del glam' de Alaska y Dinarama revisado al modo de T-Rex, los siete magníficos hicieron mutis sorpresivamente y sin despedirse. Se demoraron en reaparecer porque la gente tardó en pedir otra. Y salió el líder en solitario para decir lo de «Han sido días difíciles. A alguien se le ocurrió decir que iba a suspenderse este concierto. Es que no nos conocen…». Y tras presentar a sus escuderos se lució con 'Rock & roll actitud', y luego en 'La vampiresa del Raval' («de mi amigo Marc Ros», o sea el de Sidonie) se acercó a la batería para peinarse el cano tupé, y en el epílogo se percibieron cambios en la musicalización de varios hits, caso de 'El hombre de negro' de Johnny Cash mutado en boogie rock o una 'La mataré' desflamencada, ésta antes de una coreada 'El ritmo del garaje' (donde chilló Loquillo: «porque tú tienes una banda de rock and roll español, ¿y quiénes son?, ¡somos nosotros!»), y ésta antes del cierre con el himno feliz 'Feo, fuerte y formal' y el romanticismo soñado de 'Cadillac solitario', tras lo cual se abrazaron entre sí los actuantes como deportistas al acabar un partido con victoria, y a José María Sanz, a sus 60 años, se le vio en muy buena forma, muy fino, hasta parecer flotar.

Dios mediante, el domingo 19 de diciembre le cataremos en el Palacio de Deportes de Santander (en el ciclo Magdalena Winter), a ver a cuántas canciones más ha variado la instrumentación. ¡Que somos fans!

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Saludos abrazados al final del show. CARLOS Gª AZPIAZU
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