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El bestiario más reciente de Loquillo se llama 'El último clásico'. Es un disco transformativo, de lucha de fieras, donde el veterano roquero llega a cumbres sonoras y emocionales como un saltador de pértiga con la colaboración en las composiciones de Marc Ros, Leyva y ... Santi Balmes, además de Igor Paskual, Gabriel Sopeña o Josu García. Salió a la luz en noviembre de 2019, pero quedó huérfano de gira. La pandemia le echó el telón. El rocker del Clot lo recrea ahora junto a sus éxitos legendarios en un tour que recala este viernes, 19 de noviembrem en Bilbao.
Pero hasta eso puede que sea ya pasado. Porque a lo que el público asiste realmente en esta gira es a una despedida orquestada por el artista de los mil renacimientos. Se celebra un «final de ciclo después de un disco» con la autoridad de 'El último clásico', para transitar otras rutas creativas. No en vano, su historial tan poco acomodaticio le permite al rocker catalán saltarse los tópicos propios de la profesión.
En ese álbum, el Loco aparece en una fotografía semiconsumido por las llamas; una imagen premonitoria que se ha convertido por obra de la maldita epidemia en «una metáfora, un símbolo» del final de una era y de una nueva encarnación acorde a la impresión generalizada de que los tiempos, ahora sí, han cambiado. «Existe una sensación de que el siglo XX se ha terminado definitivamente. No se acababa de marchar y la pandemia lo ha hecho salir. Estamos en el siglo XXI, empezamos de cero y el mañana comienza hoy», es la filosofía que mueve hoy la mecánica del cantante del Clot tras el levantamiento de la mayoría de las restricciones, aunque ahora este aperturismo vuelva a verse amenazado por los rebrotes.
La sensación es aparentemente global. Van Morrison grabó un doble disco en el estudio de su casa durante el confinamiento que, posiblemente, figure en el futuro como el legado de lo mejor de su prolija carrera. Elton John acaba de saludar a la nueva normalidad bajo la luz creativa de un repertorio alternativo donde tan pronto se pone en manos de maestros de la electrónica como oficia duetos clasicistas con Stevie Wonder y Stevie Nicks. Mientras tanto, Sting se apunta a la agitación del nuevo siglo XXI con 'The Bridge', una colección de canciones que viaja desde el confinamiento a la explosión de vitalidad por el regreso de los conciertos. De alguna manera, el artista que ardía en la portada de 'El último clásico' también ha «quedado atrás» para surfear con una personalidad diferente sobre la centuria.
En ese camino que cubre ya desde hace tiempo desde el rocker al crooner rebelde, el Loco se encuentra en el instante en que salta al escenario con los puños alzados a modo de púgil y un par de sopresas guardadas en los bolsillos del blazier. Furia y terciopelo. Y la mezcla funciona: Loquillo llega al Bilbao Arena todavía impulsado por las 15.000 voces que el fin de semana pasado le acompañaron en el primer concierto masivo celebrado en el madrileño WiZink Center desde el comienzo de la pandemia. Dice que de lo que ahora se trata es de «seguir picando piedra», convencido de que el rock renace –«la música más transgresora ahora mismo es el rock. Sigue más vivo que nunca»–, pero advierte de la necesidad de crear las condiciones idoneas a los que aportan su compromiso. «Yo no quiero subvenciones, quiero crear puestos de trabajo», apostilla.
Esa labor de pico y pala le llevará en breve a editar dos discos forjados en el peor momento de la pandemia. El primero repasa su antología sobre poesía contemporánea y fue grabado en directo con Gabriel Sopeña y un cuarteto allí donde pudieron actuar cuando aún no existían las vacunas. Un documento preciso sobre la tragedia del coronavirus desde el punto de vista del artista, del lado del escenario enfrentado al miedo y a unas condiciones extremadamente complicadas para tocar. Su título lo dice todo: 'La vida es de los que arriesgan», tomado de un texto de Juan Mari Montes.
El segundo es un disco de estudio de trascendencia estilística, un trabajo de gran madurez y sorprendente en sus derroteros inéditos, aunque siempre hayan formado parte de su formación cultural. Para desarrollar este proyecto personal ha debido limpiar su casa: dejar fuera a quienes le querían llevar por la trillada senda de la reiteración, el éxito fácil o incluso el inevitable disco de duetos. Tras el adelanto de 'Sonríe' y la versión de 'La mafia del baile, la ley del compás' para Rock FM, el primer single oficial se publicará el 21 de diciembre, fecha en que Loquillo cumple 61 años.
El disco se materializó en lo peor de la epidemia en Avinyonet de Puigventós (Girona) con el núcleo habitual de Loquillo. El peso compositivo del álbum lo llevan Sabino Méndez e Igor Paskual, con una perla de Gabriel Sopeña como no podía ser de otra manera y la producción de Josu García. De esos días en el estudio, todos ellos recuerdan la «inquietante soledad».
De la epidemia el Loco ha salido enérgico, pero con un poso de amargura. Le ha decepcionado de ver a «cantidad de músicos mansos y agazapados en la crisis» que ahora intentan recoger los frutos del árbol. En cambio, muestra su «respeto» a Sidonie, Leon Benavente y otros grupos «por haber salido en el primer año de pandemia a dar la cara, al igual que aquellos alcaldes, alcaldesas y empresarios privados que han mantenido la programación cultural en los peores momentos, no así otras diferentes administraciones, que no han hecho nada por la cultura». Ahora asegura que toca «devolver al público a los recintos», aunque «no va a ser fácil y más con las últimas noticias sobre los rebrotes. Esto es muy serio. Hay casi cien mil muertos en España. Y la crisis económica y el miedo siguen ahí. Aunque peor que el miedo es el silencio».
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