Ambiente íntimo este domingo en la Sala BBK, en la primera cita del 27º Musiketan, el ciclo de conciertos en pequeño formato patrocinado por EL CORREO cuyo cartel propone 14 actuaciones y se alargará hasta el 7 de junio, cuando lo cierre Kate Rusby, ... alias El Ruiseñor de Barnsley.
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Lizanne ya actuó en el Musiketan en 2012 y este finde regresó en dúo, no en solitario como se había anunciado. Vino presentando su disco 'Bones & Gravity' (en su portada posa con un perro y lo pueden oír aquí) y le escoltó a la guitarra eléctrica Glenn Barratt, quien aportó un fondo etéreo, circular y nada invasivo, desnudando aún más sus canciones grabadas con arreglos sencillos e instrumentación escasa. Lizanne, con melena rubia, botas blancas vaqueras de caña alta, vestidito de tapete y leotardos negros, transmitió una imagen tan femenina y límpida como grácil fue su actuación suavita y lineal hasta lo monocorde por mor de su tono vocal reiterativo, los arreglos siempre en la misma onda y la estructura canónica de las canciones, en su mayoría de country campero acústico que encantaría a Raquel Yurritu, la vaquera de Motrico, y esporádicamente de poso más blues.
Con la inocencia de una adolescente eterna, con la estética de una Jane Fonda vaquera, la cantautora de Filadelfia, Pensilvania, se asemejó a una dama sureña manifestando sus anhelos sobre todo amorosos e hilvanados mediante folk doméstico, baladas recogidas y sentimentales, muy decidida en las maniobras de seducción ('Hurricane') y asomándose al bues como lo observaría el Elvis de Nueva Orleans ('Lay my burden down', de seguido un 'Holiday' antes del cual en inglés Lizanne nos felicitó por la fiesta de la víspera, el 12 de octubre, al que ella, una yanqui, se refirió como el 'Columbus Day' o día de Colón),
Feliz de la vida Lizanne nos contó que tiene cuatro perros antes de interpretar 'Like I love my dog' (donde le dice a él que no le puede amar como ama a su perro, y es que según la hoja de promoción la de Filadelfia piensa que los humanos y los animales se hallan al mismo nivel), fue gótica e introspectiva ('I got a song') y de seguido vulnerable y espiritual ('Keep me alive', donde pide llamar a los ángeles y asegura tener un agujero en el corazón), y tras las cuatro canciones de su hija y del jazz-blues 'Wonderful day', Lizanne se fue apagando en el epilogo con baladas exangües ('Emmylou'), aunque tuvo un postrero destello en el bis (flotante 'Kindness').
En efecto fue languideciendo la de Filadelfia, y más por la confrontación, el contraste con su también inesperada invitada, su hija Ciara Grace, de 16 años, que cantó cuatro canciones, entre la 10º y la 13º de las 18 que sonaron. La adolescente a dúo con el guitarrista siempre camuflado, casi inapreciable, hizo temas como 'This is the end, I swear', de modo más moderno, bonito y variado, a veces algo Suzanne Vega. Aunque los presentó entre jadeos, toses y suspiros de puro nervios, los entonó muy bien, cual soplo de aire fresco en la velada con las ventanas cerradas de su madre, hasta el punto de comerle la tostada en su efímera intervención.
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