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El sábado viajamos a Vitoria para ver a Leiva en el segundo tramo de la gira de su cuarto álbum en solitario, 'Nuclear', que alcanzó el disco de oro. Y lo atestiguado, catado y disfrutado en el Buesa Arena fue tan magnífico que esperamos repetir ... la experiencia el domingo 22 en Santander (el sábado 21 el ex Pereza parará también por Pamplona). Llegamos al pabellón con frío y salimos con niebla espesa. Pero, al igual que las aproximadamente 4.444 personas presentes (no es broma), salimos de la cita embargados por una satisfacción en cuerpo y alma generada por el macroconcierto de 22 canciones (cuatro de Pereza) en 105 minutos (hora y tres cuartos) intensos y sin interrupciones ni discursos.
Aparte de los contados halagos de agradecimiento («eskerrik asko, sois los mejores», «oye, muchísimas gracias por cantar tan bien todas», al final ese «hasta siempre, Gasteiz, eskerrik asko, alucinante público»), se puede decir que Leiva solo habló una vez, cuando subrayó: «Buenísimas noches a todos. ¿Cómo estáis? Bueno, como ya he dicho muchas veces, gracias por elegirnos, por desplazaros, por esforzaros en pagar una entrada, más aún en estos tiempos».
Seductor y vulnerable en sus letras, el madrileño Leiva (José Miguel Conejo Torres, 39 años) dio un concierto espectacular, intenso, bien medido y ordenado, y en noneto: dos vientos que no dejaron de bailar y de pasarlo bien, una corista (Patricia Lázaro, tiene carrera propia), dos percusiones (a la batería El Niño Bruno), bajo, teclados y dos guitarras: la de su hermano Juancho Sidecars y la suya, que tenía hasta el blues como reveló en alguna coda.
Además del cancionero estupendo, vibrante y sentimental, en el pabellón hubo un beneficioso e ingenioso apoyo audiovisual mediante una gran pantalla de fondo que alternaba vídeos (ese del triángulo al que se acercaba un… ¿Leiva divino?, el rostro del artista agigantado como un Lee Van Cleef colosal, su torso desnudo, esquelético y tatuado…) con la retransmisión en vivo (muchas cámaras autónomas –esas cenitales que encuadraban las dos percusiones-, al menos un camarógrafo en el foso…) y con las visuales metafóricas y sobrias.
No hubo nunca sensación de repetición ni visual ni sónica, eso que Leiva siempre canta en segunda persona (tú, tú, tú… o sea ella) y hablando de sí mismo, desvelando emociones, deseos, amores, desamores… Hay mucha gente, muchos tíos, que le tienen enfilado, pero nosotros nos creemos sus letras y nos dejamos llevar, absorber por sus composiciones rebosantes de soul-rock, a veces trufadas con el contoneo de los Rolling Stones y ocasionalmente ornamentadas con destellos que en Vitoria oscilaron entre el post-rock y los marasmos de Radiohead.
Fue un conciertazo, señoras y señores. Con la espectacularidad estética de un show de Bryan Adams, por ejemplo, con participación activa de la banda bien distribuida por el amplio escenario y con el líder a veces asomándose al borde del tablado, un líder que manejó a su antojo al público (palmas, coros) pero que nunca se basó en eso, nunca se atascó en el pasto para las masas. Y su hermano Juancho, que llevaba gorra, también se movió mucho desde su ubicación a la izquierda de la escena.
Pues esas más de cuatro mil almas llegadas al Buesa Arena desde tantas partes (a nuestra espalda había unos de Santander) cantaron cuando era debido (como siempre sucede, se notaban más las voces de las chicas) un repertorio de 22 canciones en 105 minutos en los que no sobró nada. Nada. Nada de nada. A las 9.10 salieron a escena los nueve músicos, con el flaquísimo líder apareciendo en último lugar con su sombrero y recibiendo la gran ovación (desde las 9.07 se oyeron silbidos debido al leve retraso), y a la segunda y la tercera ya se puso en ebullición el pabellón gracias al soul rock cañí y sentimental 'La lluvia en los zapatos' y al stoniano 'Animales' de Pereza, con aire de Coque y la primera coda blusera de Leiva.
Leiva elaboró soft rok hispano ('Guerra mundial') y aparatoso rock global ('Lobos' y sus arreglos de música negra), y nos derritió con la balada de soul sureño 'Breaking Bad' y con el soul extático 'A ti te ocurre algo', dotado en su epílogo de grandiosidad springsteeniana. Estas dos piezas fueron la séptima y la novena, y más explosiones controladas vivimos en la 11ª 'Miedo' (y su letra tan redondeada y pegajosa), la 12ª 'Sincericidio' (tan épica y westerner con su aire de estadio vía Black Keys), la 14ª (el rock 'Como si fueras a morir mañana', con él en pantalla), y ya todas hasta el final.
Si, el concierto empezó por todo lo alto y no dejó de crecer hasta que se terminó. A Quique González resonó en 'Godzilla' (aquí cantaron Leiva, luego la corista Patricia y en tercer lugar su hermano Juancho), en la incendiaria 'No te preocupes por mi' se veía su mano en llamas en el vídeo, el gran rock americano de Pereza 'Como lo tienes tú' fue muy coreado por lo de malo, malo y más, perfecto sin más estuvo en 'Terriblemente cruel', adolescente y acústico en 'La llamada' y de seguido adolescente y eléctrico en la 'Estrella Polar' de Pereza, y para el bis eufórico reservó dos piezas: 'Mirada perdida', un rock and roll springsteeniano donde presentó a sus músicos e hizo piña con ellos (y una cámara autónoma les enfocó a todos mirando a los percusionistas y dando la espalda al respetable), y el adiós definitivo con 'Lady Madrid' de Pereza. Dios mediante, repetiremos en Santander el domingo 22. Parece que quedan muy pocas entradas.
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