Fueron dos emperadores de la batuta, cada uno con mando en un continente distinto. Herbert von Karajan fue denominado 'director musical de Europa', un cargo inexistente pero que simbolizaba su presencia constante en escenarios y ante orquestas del telón de Acero al Atlántico. Leonard Bernstein ... ejerció de monarca absoluto en la música clásica estadounidense, desde su podio en la Filarmónica de Nueva York. Karajan hizo varias giras por América en los años cincuenta pero nunca disfrutó allí del éxito que obtenía en el Viejo Continente. Bernstein siempre aspiró a dirigir la Filarmónica de Viena, la orquesta de Mahler, y a partir de los setenta lo hizo con asiduidad, igual que sucedió con la Filarmónica de Israel. Las trayectorias de ambos tienen mucho de vidas paralelas. Y así se pueden comparar.
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Herbert von Karajan nació en Salzburgo (Imperio Austro-Húngaro) en 1908. Hijo de una familia de la alta burguesía –de ahí el 'von'– procedente de Macedonia, recibió una formación musical esmerada. Debutó en 1929 dirigiendo 'Salomé' de Richard Strauss.
Leonard Bernstein vino al mundo en Lawrence (EE UU) en 1918, en el seno de una familia judía de origen ucraniano. Su padre era un acaudalado comerciante que no veía con buenos ojos que el muchacho se dedicara a la música, así que este debió pagarse sus estudios dando clase de piano a niños que estaban empezando.
Karajan se afilió al Partido Nazi en 1935, dos años después de la llegada de Hitler al poder. Lo justificó con el argumento de que estaba obligado a hacerlo para seguir dirigiendo. Muchos músicos más lo hicieron, cierto. Pero otros tuvieron la dignidad de abstenerse y pagar un precio por ello, o abandonar Alemania y dirigir fuera. Tras la guerra su caso fue examinado por las autoridades aliadas y durante un tiempo tuvo prohibido dirigir. El castigo le fue levantado, pero hubo lugares en los que nunca fue bien recibido. De ahí que no insistiera demasiado en las giras americanas. Por supuesto, no dirigió jamás en Israel. No solo eso. Hasta su muerte, la Filarmónica de Berlín, de la que era titular vitalicio, no pisó aquel país.
Bernstein presumía de progresismo en todos los ámbitos y apoyó numerosas campañas contra la discriminación racial. Sin embargo, durante sus dos largos períodos de titular de la Filarmónica de Nueva York solo contrató a un instrumentista negro. Y no porque faltaran aspirantes. Además, exprimía a solistas, orquestas y sellos discográficos con el objetivo de aumentar sus propias ganancias. Más de una vez exigió hacer de pianista y director en una grabación pese a que era evidente que al teclado había muchos que lo superaban de largo. Pero así hacía más caja. Los responsables de los sellos lo sabían, pero vendía tanto que evitaban contrariarle.
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Karajan se casó tres veces. Su segunda esposa, con la que contrajo matrimonio en 1942, era de origen judío, lo que le sirvió como argumento para lavar su imagen a partir de 1945. Fue padre de dos hijas.
Bernstein tuvo un noviazgo tormentoso y un matrimonio intermitente con Felicia Montealegre, con quien tuvo tres hijos. En los últimos años de su vida convivió con Tom Cothran. Tras su muerte se divulgó la lista de sus amantes: era sencillamente enorme. Por su alcoba pasaron numerosos músicos de sus orquestas –de ambos sexos–, cantantes y actores y actrices de Hollywood. Uno destaca entre todos: Marlon Brando.
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No es fácil encontrar un director con un nivel de narcisismo semejante al de Karajan. Aunque hay al menos uno: Leonard Bernstein. El salzburgués cuidaba con mimo cada detalle. Una anécdota revela hasta qué punto eso era cierto: cuando reunió a Sviatoslav Richter, David Oistrack y Mtislav Rostropovich junto a la Filarmónica de Berlín para grabar el Triple Concierto de Beethoven (nunca ha habido tanto talento junto en un disco), el pianista soviético pidió repetir una toma porque no estaba del todo contento con cómo había quedado su parte. Karajan le contestó: «No hay tiempo. Ahora tenemos que hacernos las fotos». Las fotos: ahí está, con su melena blanca cuidadosamente despeinada, vestido de forma impecable y dirigiendo con los ojos cerrados... Otra construcción para las fotos. Por supuesto, y hay suficientes vídeos para demostrarlo, los cerraba nada más que unos segundos. Entre otras cosas porque los directores usan tanto o más la mirada que las manos para dar instrucciones a sus músicos. La lista de detalles que revelan su preocupación por la imagen sería inacabable. También se decía en sus biografías que pilotaba aviones y coches de carreras. Pregunta: si daba conciertos continuamente y grababa entre 30 y 40 discos al año, ¿cuándo tenía tiempo para hacerlo?
La imagen de Bernstein era algo distinta, pero no por eso menos estudiada. Su pelo blanco aparece algo más revuelto –también cuidadosamente revuelto– y a veces sustituye el clásico frac por unos pantalones vaqueros y una camisa, con un pañuelo anudado al cuello. Así aparece en muchos vídeos en los que explica el significado de una obra y usa para hacerlo –un verdadero atrevimiento– canciones de los Beatles. Si Karajan era un director distante con el público, tanto como lo sería Dios respecto de sus criaturas, Bernstein hablaba con los espectadores antes, durante y después de los conciertos. Y besaba en la boca a los músicos al acabar. A todos, sin distinción de sexo ni estado civil. Eso sí, según parece, a la hora de los ensayos sin público, era mucho menos simpático.
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El disco le debe mucho a Karajan. Nadie como él entendió el valor de la música grabada. De hecho, creó un sonido especial para las grabaciones porque se dio cuenta de que no se percibe igual una sinfonía de Beethoven escuchada en un tocadiscos que en la fila 14 de un auditorio. Su gran labor fue popularizar el disco gracias a ese refinamiento sonoro. Una familia de clase media debía tener álbumes de Karajan de la misma forma que no podía falta en casa un ejemplar del 'Quijote'. Ambas cosas se consideraban el sumun de la cultura occidental.
Bernstein, en cambio, promovió la música clásica en TV. Por supuesto que grabó muchos discos, pero lo más importante en cuanto a tarea divulgativa fue la serie de conciertos comentados para la televisión estadounidense, que todavía hoy siguen siendo el programa de música clásica de más exito en la historia del audiovisual. Su imaginación a la hora de explicarlo, su simpatía y su fotogenia eran inigualables. Si Karajan fue el rey del disco, Bernstein se ciñó la corona de la televisión.
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Karajan apenas compuso nada, pero su familia ingresó un espectacular volumen de derechos por el himno de la Unión Europea, que es un arreglo del cuarto movimiento de la Novena de Beethoven.
Bernstein dejó un notable catálogo de obras: sinfonías, misas, óperas, ciclos de canciones... y musicales. Uno de ellos, 'West Side Story', es probablemente una de las creaciones más populares del siglo XX.
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Karajan dejó un puñado de grabaciones memorables y otras muchas prescindibles. Lo dirigió todo, pero sus lecturas de las obras anteriores a Beethoven están tan 'romantizadas' y tan 'germanizadas' (lo hace así incluso con Vivaldi) que carecen de verdadero valor, por más que su sonido tenga el habitual refinamiento. Beethoven, Brahms, Strauss, Chaikovski y Wagner fueron los compositores en los que logró los mejores resultados. En la ópera, con unas pocas excepciones, fue siempre peor que en la música sinfónica. Su Beethoven de los sesenta es modélico, pero veinte años después hizo otra integral sinfónica poco relevante. Sus mejores discos son los de los años cincuenta y sesenta.
Bernstein era imbatible en el repertorio americano y consiguió resultados muy apreciables con Beethoven, Brahms, Shostakovich y Mahler. Aunque cuando accedió por primera vez al podio de la Filarmónica de Nueva York tenía lagunas, aprendió rápido. En los últimos años de su carrera, como le sucedió a Karajan, se tomaba muchas libertades. Por ejemplo, interpretaba los tiempos de las obras muy a su manera. De ahí que exista un puñado de piezas en las que la duración de las mismas es muy superior a la habitual, algo que no todos los críticos entendieron.
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Un chiste que celebraba el propio Karajan: él mismo, Solti y Bernstein estaban reunidos. Solti decía: «He tenido un sueño. Dios me ha dicho que soy el mejor director del mundo». Bernstein contestaba: «Lo mío no ha sido un sueño. Dios se me ha aparecido para decírmelo». Y Karajan: «Yo no he dicho nada a nadie».
Bernstein afirmó en varias ocasiones: «Soy la persona de más éxito en el mundo desde Jesucristo».
Una comparación:
Sinfonía Nº 6 Patética de Chaikovski. Cuarto movimiento.
Herbert von Karajan y Filarmónica de Viena
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Leonard Bernstein y Filarmónica de Nueva York.
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