Urgente Un incendio en un bloque de viviendas desata la alarma en Basauri

Hemos tenido que sufrir una pandemia para que el aficionado bilbaíno haya llegado a conocer dos voces tan aclamadas como las de la soprano Lisette Oropesa y ahora la de la magnífica mezzo dramática Anita Rachvelisvili. Desde el sentimiento y la expresiva intimidad en los ... lieder que eligió de Tchaikovski y Rachmaninov mostró el poderío de su voz. Una voz corpulenta y oscura, amplia y potente, con sonoridad inusitada en las notas graves y absoluta limpieza en las altas, siempre de igual color y no exenta de terciopelo. No obstante, decidió adentrarse en dos estilos en los que no brilló porque no todo es cuestión de voz. A las canciones de Falla les faltó el estilo requerido, la agilidad precisa y sobre todo un mayor cuidado y claridad en el fraseo. Tampoco nos satisfizo en demasía en las napolitanas de Tosti, que necesitan otra dimensión en la expresividad y en la pasión y que coincide más y con mejor acierto cuando se escucha a una voz que sepa extraer la quintaesencia napolitana. Pero, ¡ay amigos¡, llegó la hora de interpretar a Azucena en 'Stride la vampa' de 'Il Trovatore', la cual ejecutó con una fortaleza vocal ejemplar, con notas graves finales que parecían provenir de un órganocatedral. Luego, interpretó a la princesa de Éboli en 'Don Carlo', deparándonos unas cadencias preciosas e inusitadas. En el acostumbrado apartado de las propinas, encarnó a la Dalila de Saint Saens mostrando un amplio y exuberante fiato al cantar tan legato como lo hizo. Su 'Habanera' de 'Carmen' resultó generosa y llegó finalmente el aria de Santuzza de la 'Cavalleria Rusticana' de Mascagni con esa voz de color azabache y fuego. A su lado, acompañándola, con la modestia de un grande al piano y con la profesionalidad de un maestro del teclado, Vincenzo Scalera. Los aplausos fueron unánimes para los dos intérpretes y el público los despidió en pie.

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