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«Por suerte o por desgracia no desconecto casi nunca» de la música, reflexiona el pianista y profesor Joshua Edelman (Nueva York, 1954), director de la escuela llamada Jazz Cultural Theatre of Bilbao y sita en la acera de enfrente del Teatro Campos. El neoyorquino ... ha plasmado su estilo tradicional y sus vivencias de infancia y juventud, allá por las décadas 50-60, en su último álbum, el relajado 'My Greenwich Village stories', donde evoca sentimentalmente el barrio bohemio que le vio nacer y crecer.
Como nos contó en la entrevista por su disco 'Jazz for the oceans' (2021): «Yo toda mi vida he estado enamorado de la música de Thelonious Monk, Bud Powell, Barry Harris, McCoy Tyner, Wynton Kelly, Kenny Barron, Phineas Newborn… Y de muchos otros que son los pianistas que marcaron la época en la que yo crecí». Y Edelman plasma esa onda en su nuevo repertorio, donde priman las versiones: Monk, Bud Powell, Cedar Walton, Michel Legrand...
Joshua Edelman, al frente de su trío habitual, presentará 'My Greenwich Village stories' este jueves en el Bilbaína Jazz Club (20 h, 15 €). Antes describe en la siguiente entrevista cómo era y sigue siendo su barrio natal.
-Tu nuevo álbum se titula 'Mis historias de Greenwich Village', el barrio donde te criaste. ¿Cómo era tu vida ahí en los años 50-60, como pones en la autobiografía de tu página web?
-El barrio era como un pueblo donde todo el mundo se conocía. Teníamos tiendas y restaurantes regentados por familias italianas, irlandesas y judías, una lavandería china, panaderías, zapateros y sastres. Y un sinfín de cafés y clubes de jazz, de blues o de cantautores de canción protesta. De niños nos reuníamos en Washington Square y nos codeábamos con personajes estrafalarios: músicos callejeros, cantautores, poetas, pintores, fotógrafos y escritores. En el patio trasero de mi casa, que estaba lleno de árboles, pájaros y tortugas, se reunían mis padres con un elenco de arquitectos, pintores, físicos nucleares y nativos americanos. E íÍbamos a comprar petardos a granel a la mafia en Little Italy y los revendíamos en el Village.
-Jopé…
-Había mucha violencia en la calle: pandillas, peleas, robos y hasta tiros. Perdimos a algunos amigos. Hacía mucho calor en verano y mucho frío en invierno. Prevalecía el idealismo, la búsqueda espiritual y artística, la disciplina y dedicación en el arte, la crítica al sistema, las manifestaciones y el debate callejero. Había movimientos muy radicales en contra de la guerra de Vietnam y la discriminación racial, y la policía montada perseguía agresivamente a los manifestantes por las calles repartiendo palizas. La creatividad y la originalidad florecían por doquier. Entre los vecinos estaban gente como Bob Dylan, John Lennon, Gil Evans (el arreglista de Miles Davis), la fotógrafa Diane Arbus, la mítica Auntie Mame (La Tía Mame), que acogía a artistas deshauciados en su casa de cinco plantas, y un largo etcétera.
-El afamado Greenwich Village sigue siendo un barrio residencial, bohemio, cultural y declarado 'histórico'. ¿Se mantiene en la actualidad su espíritu de antaño?
-El Village donde nací siempre será un lugar mágico con una historia apasionante impregnada en sus calles y sus edificios, y con una concentración enorme de personas creativas y emprendedoras.
-¿Por qué abandonaste tu ciudad y te instalaste en España? ¿Por amor?
-El amor me trajo al País Vasco. A España me trajo mi espíritu aventurero, mi pasión por los idiomas y la búsqueda de una vida más orgánica. Pero no siento que haya abandonado nunca New York. Me siento totalmente vinculado a mi ciudad y allí tengo mucha familia, amigos y colegas músicos.
-¿Qué sientes cuando vuelves de visita a Nueva York?
-New York es mi casa, no siento que voy de visita. Cuando regreso ahí después de un tiempo sin ir es como si no hubiera pasado el tiempo. Me posee la energía de la ciudad, me encanta pasearme por el Village, por Washington Square, Chinatown o el puente de Brooklyn y encontrarme con mis amigos. Me reúno con la familia, con los viejos amigos y con músicos como Steve Turre, Rob Schneiderman, Bruce Wolosoff y otros para tocar juntos.
-Ahora resides en Getxo.
-Sí. Y también doy gracias de poder vivir en una ciudad pequeña, bonita, limpia, manejable y con un clima agradable. De hecho tengo amigos neoyorkinos que están haciendo planes para instalarse aquí en Getxo.
-Háblanos del disco 'Mis historias de Greenwich Village'. ¿Qué has querido plasmar en él? ¿Una forma de entender el jazz?
-En este disco he querido recordar y revivir sensaciones que viví escuchando jazz en la infancia y la juventud. En esa época vivía en 13 Bank Street, a dos calles del Village Vanguard (un célebre club de jazz). Con 13 o 14 años mis amigos y yo nos colábamos en las escaleras del club para escuchar los conciertos. Max Gordon, que era el dueño y fundador, nos lo permitía. Nos tenía cariño. Pudimos escuchar a Bill Evans, Roland Kirk, Horace Silver, Yusef Lateef, Mal Waldron, McCoy Tyner, Thelonious y a todo el mundo.
-Mucho nivel.
-Cuando estudiaba en The High School of Music and Art, que estaba en la 135, en Harlem, solíamos frecuentar un club de jazz muy mítico y siniestro que se llamaba Slugs In The Far East, pues estaba en una zona devastada del Lower East Side. La música estaba llena de alegría y nostalgia, de maestría, pasión, energía, swing, belleza, imaginación… El jazz en sí era un grito de libertad.
-Joshua, ¿cómo será tu concierto de este jueves en el Bilbaína Jazz Club?
-Va a ser un concierto emotivo con ese espíritu del jazz de antaño y apto para todos los públicos. Llevaremos a algún invitado.
-Te acompañarán el francés a ascendencia armenia Eric Surmenian al contrabajo, y el canario-venezolano Juan Luis Castaño a la batería. Son tus músicos habituales y ambos viven por aquí.
-Tanto Eric como Juan Luis son músicos internacionales de jazz de alto nivel profesional con muchos años de experiencia y esto lo valoro muchísimo. La música fluye de una manera muy natural y me encanta tocar con ellos. Hablamos el mismo idioma, nos entendemos muy bien y hemos trabajado mucho juntos aquí en Bilbao, en Madrid y en otros lugares. Es un lujo para Bilbao que estén viviendo los dos por la zona.
-El 12 de mayo actuarás en el ciclo Dibertigarria, en el instituto Bertendona, con la vocalista Anita Gasti. ¿Cómo será esa cita?
-Este será un concierto de un ciclo didáctico dedicado a las grandes damas de jazz: compositoras, letristas, instrumentistas y vocalistas. Es un repertorio muy atractivo, emocionante y divertido, y Anita Gasti es una joven vocalista enormemente talentosa, polifacética, bien preparada y carismática. La formación es de piano, contrabajo y voz, con Eric Surmenian en el contrabajo.
-¿Cae por estas fechas alguna de esas actuaciones que celebras para pequeños aforos en tu escuela?
-El domingo 30 de abril, que es el Día Internacional del Jazz, a las 19 horas presento un concierto dedicado a los grandes pianistas de jazz a dúo con Eric Surmenian en el Jazz Cultural Theatre of Bilbao. El aforo es muy limitado, así que hay que reservar.
-¿Cuántas horas practicas al día?
-He estudiado muchísimo en mi vida y siempre estoy con la mente y el corazón puestos en la música. No sigo un horario fijo pero siempre busco tiempo para tocar y así estar más preparado para que venga la magia. Me encanta escuchar, investigar e compartir la música.
-¿Cuántos días como máximo puedes estar sin sentarte al piano y que te entre el síndrome de abstinencia? Yo que sé, porque te vas de vacaciones por ejemplo.
-Por suerte o por desgracia no desconecto casi nunca. Practico todos los días, me llevo un teclado en los viajes, me levanto por la noche a tocar un rato con los cascos porque me he acostado pensando en los acordes de tal o cual tema… Me invento canciones cuando estoy conduciendo…
-¿Alguna vez has sufrido una lesión que te impidiera tocar? Hace dos jueves, el 6 de abril, vimos en el mismo Bilbaína Jazz Club al joven trompetista americano Toni Glausi, que el año pasado se tiró seis meses sin poder tocar debido a una lesión en el labio y tuvo una depresión.
-Yo nunca, en 47 años de vida profesional de músico, he dejado de hacer un concierto por enfermedad ni por lesiones. Toqué en la televisión mejicana en el programa de Verónica Castro en 1996 con cuarenta de fiebre. En festivales de jazz con un lumbago tan terrible que no podía ni ponerme de pie. Por no hablar de los largos viajes sin dormir cuando mis hijos gemelos eran pequeños, ni de actuaciones hasta las cinco de la madrugada y todas esas cosas. He aprendido que una vez que empieza la música, se te quitan todos los males.
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