Entrevista a Joaquín Achúcarro

Joaquín Achúcarro: «No me creo un genio, tan solo un buen obrero con un cierto talento»

– Setenta años de carrera y sigue con los nervios antes de una actuación.

– Yo digo que no importa que hayas matado 100 toros, el 101 te puede matar a ti. Es decir, antes de hacer cualquier cosa en público y en una fecha concreta, tienes que estar perfectamente preparado. Por eso estaba ensayando.

– No falta ni un día frente a la partitura.

– De vez en cuando te pones enfermo y ese día vas a la cama y no estudias. Ensayar y hacer música tiene que ser a diario como el respirar.

– Brahms, Franz Liszt, Rachmaninoff y Chopin para el recital en Vitoria.¿Qué puede decir de estos grandes?

– Lo diré en Vitoria tocando lo mejor que pueda porque son monstruos. Lo de Chopin en el piano es un universo de un gran belleza y es una maravilla. ¡Y Brahms y Rachmaninoff, figúrate!

– Empezó a tocar siendo un crío. ¿Aquellos primeros pasos como fueron?

– Mi relación con el piano ha ido 'in crescendo' desde que de niño me sentaron en el piano a hacer 'do re mi fa sol', algo que no me divertía nada mientras los otros niños estaban jugando. Lo primero fue casi rechazo, luego resignación, después me empezó a gustar, a interesar, a consumir...

– A su alrededor notaban que había un talento.

– Efectivamente, debía tener algún tipo de facilidad muscular o mental para tocar. Lo que se llama talento que nadie sabe definir. Es algo que he comentado mucho con mi mujer (Emma Jiménez, también pianista) y ella sí que fue el talento más grande de España. Fue profesora de solfeo a los 8 años después de haber ganado el concurso del Conservatorio de Bilbao y terminó la carrera a los 12 años. Yo la terminé a los 15 y luego me fui a Madrid a estudiar convencido de que algo tenía que hacer después de la buena acogida del concierto que había dado con la Filarmónica el 20 de mayo de 1946. Tengo que decir que la primera vez que salí a tocar a otra parte fue a Vitoria con la Orquesta de Bilbao. Eso se te queda grabado.

– ¿Cuál era el motivo de ese concierto?

– Eran conciertos de la Orquesta de Bilbao que iban por algunas ciudades de España, casi todas en el norte... Fue en junio de 1948, yo con 15 años, y toqué las variaciones sinfónicas de César Franck.

– Menuda memoria.

– Está todo en los álbumes de fotos que coleccionaba mi tía. Ahí aparecen los conciertos, las fechas y todas esas cosas.

– ¿Tiene muchos amigos en Vitoria?

– Juanjo Mena, con quien he tocado en Bilbao, en Madrid con la Nacional, en Manchester...

– Su apellido lo habrá escuchado con mil acentos.

– Una vez había una reserva hecha con 'tx' en lugar de 'ch' y perdí el vuelo. Por lo demás lo normal es que digan Achucarro y se olviden del acento en la 'u'.

– Una calle con su nombre, una fundación... ¿Cómo afecta todo esto a su ego?

– Cualquiera que tenga demasiado ego es un imbécil. Lo tengo muy metido en casa. Algunas veces me han dicho que soy un genio y cuando pasa, suelo decir: Mire usted, señora o caballero, si emplea la palabra genio para hablar de Da Vinci, Mozart o Beethoven, hay que tener mucho cuidado con a quien se le llama genio». Yo no me creo un genio. Me creo un buen obrero, eso sí, con un cierto talento. Hago las cosas lo mejor que puedo. Ahora me canso un poco más que cuando estudiaba nueve horas diarias en Viena. Pero sigo mirando hacia adelante.