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Más de 2000 almas, o sea más del 90 % del aforo vendido, se congregaron este domingo para ver a Izaro en el Palacio Euskalduna en su gira 'Limones de oro', donde estira a base de duetos el cancionero de su disco 'Limones en invierno', cuya ... divulgación se vio limitada por la pandemia. Y el concierto dominical se vio limitado por el estado de la garganta de Izaro, quien se reconoció «casi afónica» y afirmó que había sopesado aplazar el evento. Pero finalmente se celebró, recibió los aplausos de la audiencia bimilenaria y cumplió su papel, pues ya tiene tales tablas como para sobreponerse a tamaño hándicap sin que se la coman los nervios.
El concierto, de 98 minutos para 18 canciones, funcionó mejor en su segunda parte, con los temas en castellano más festivos y latinos, que en la primera, con canciones en euskera que se sucedieron a ritmo cansino o discontinuo, con parones entre las interpretaciones, cambios de formato en los músicos (ella sola, a dúo, en quinteto o la colaboración del único invitado de la cita, el donostiarra Gartxot), y tempos en general entre lo lento y lo abstraído.
Izaro Andrés Zelaieta, de 28 años, cantó en París el viernes y hace dos sábados (el 7 de mayo) metió a 6.000 almas en el Velódromo de Anoeta de San Sebastián. En Bilbao, actuó reservando la garganta, pero intercalando sostenidos y alardes que validaron su potencial. Izaro subió por la escalera de adorno del centro del tablado como si fuera la francesita ZAZ y las luces estroboscópicas nos cegaron. Ella bailó y se comunicó cercana con sus fans. En total, usó tres vestidos (ah, sus cuatro músicos iban ataviados con ropa pintada a mano, como unos domésticos colores unidos de Benetton).
Dejando caer varias toses fuera de micrófono secuela de un catarro arrastrado durante los últimos días, Izaro sacó adelante la primera parte, de tanteo, con pop indie y más allá ('Er(h)ori'). Bonitas canciones suyas lejos del potencial natural pero aún paladeables ('Errefuxiatuena'), con una pieza de folk celta new age con ella subida a la escalera ('Ihintza', con punteo blues de Iker Lauroba y la advertencia en vano de la vocalista afirmando que eso podría acabar siendo «una competición de gallos»). Además de otra pieza de folk a lo Joan Baez con Izaro en solitario y en pie en el centro del escenario ('Koilarak', con los trémolos recogidos), y una balada country algo Chris Isaak ('Argiak', la décima pieza).
Por el medio cantó su feminista 'Libre' (y bajó a bailar en el foso). Para la versión adaptada del 'Grace' de Bess Atwell invitó a Gartxot (que con camisa nueva comprada para la ocasión evocó vocalmente a Sean Nicholas Savage). Y eurovisiva absoluta pareció en 'Oso blanco', antes de dejarse llevar por el subidón estilístico final, más ágil escénicamente, sucediendo el pop total de una de nuestras canciones favoritas de ella como 'Delirios' (en esta se contuvo para modular su limitada facultad vocal).
Teatral y algo a lo Julieta Venegas actuó en 'Aquí', latina fue 'Mi canción para Luisa', e Izaro dio lo mejor de sí en las dos últimas interpretaciones, ya sin reservas: 'Mi canción para Elisa', africana a lo 21 Japonesas (que eran donostiarras, donde vive la vizcaína de Mallabia), y el bis con la muy manonegrista 'La felicidad', quizá la canción más coreada por el respetable, de mayoría femenina.
El 16 de julio Izaro estará en Barakaldo, en las fiestas, en la misma gira 'Limones de oro'.
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