La figura final de los castellers, durante los saludos.BilbaoTurismo
La inmersión en los sonidos catalanes de Kepa Junkera
El Bafle ·
En una Plaza Nueva llena y atenta, el trikitilari de Rekalde supo animar con sonidos oskorrianos y exóticos un repertorio pancatalanista lastrado por bastantes piezas lentas y solemnes
La Plaza Nueva estaba llena y apretada la noche de Viernes Santo para atestiguar la presentación en Euskadi del disco catalán de Kepa Junkera, ‘Fok’, en lo que era la cita estelar del ‘Basque Fest’, en teoría una festival ideado para los turistas. Había unas cuantas sillas en el centro de la plaza y el resto de la parroquia atendió el concierto en pie y atento. A pesar de ser gratis, casi nadie se marchó antes de acabar. E hizo frío pero hubo una gran suerte: no llovió. Y Kepa Junkera lideró el concierto menos niquelado, más irregular, menos en gradación y menos compactado de la veintena que le habremos visto desde los años 90. La culpa no fue de él, sino del escaso rodaje de su nueva banda y del repertorio escogido, que discurrió con numerosas lagunas en forma de tempos lentos, solemnidad impostada y ruralismo catalán más propio de Tractoria que de Tabarnia, digamos usando la terminología de Boadella.
El concierto fue especial e incluso memorable, pero cursó moroso y con altibajos. Habría unas veinte personas en escena (cinco Sorginak, esas jóvenes pandereteras que le acompañan ahora) y otras tantas abajo, que eran los castellers de la Muixeranga de la Safor, de Valencia, que crearon hasta cuatro figuras a modo de apoyo visual. También hubo una terna de números con bailes en un show de unas 23 piezas musicales en 105 minutos abiertos por el aurresku del chico down Aitor Aspuru.
Kepa dijo que sería un paseo por los ‘països catalans’, los enumeró en catalán (Illes Balears…), y al prólogo le costó arrancar entre tanta solemnidad (‘El rossinyol’) y percusiones diversas (numerosos panderos y dos txalapartaris tarraconenses –créanselo- que vieron en 1999 a Kepa en vivo y se animaron a aprender el instrumento en Hernani; por ejemplo percusionista fue la‘Cançó de pandero de l` Urgell’).
El repertorio se animaba con ciertos colores que parecían procedentes de otras latitudes y un aficionado extranjero a nuestras espaldas los ubicaba en buen castellano: «esto es de Sicilia y Cerdeña», decía a su guapa acompañante al sonar ‘Ai, Mariners!’; «esto es de Bosnia» exageró en otro parangón; «esto es nórdico, muy de moda y muy propio de película de guerra» describió correctamente un tema a lo Hedningarna que a ella la bella le pareció «muy emotivo»; «y ahora va hasta Oriente, ¡esto es un cóctel!», se sorprendía el foráneo deseoso de sumergirse en la tradición puramente vasca. Y el folkster guiri ponía pegas a Kepa: «esta melodía no pega para nada con esas percusiones», también txalapartaris, y no le faltaba razón.
Entre la escasa conjunción del grupo y de los invitados (algunos mirando atriles), más el poco ritmo de algunas piezas (muchas baladas y tiempos medios), la cita cursaba en picos, cual dientes de sierra, y por la parte positiva, acertada, alegre y más contagiosa señalaríamos un instrumental a lo La Bottine Souriante, los solos diversos del clarinetista, una suerte de suite oskorriana en tres capítulos con las chicas de Sorginak incorporándose al escenario, una jota muy genuina con baile y castañuelas entonada por el valenciano Hilari Alonso para una ‘moreneta’, y el remate con dos temas reconocibles de Kepa: el internacional ‘Bok Espok’ y el danzón y también oskorriano ‘Gaztelugatxeko martxa’, el cual provocó palmas y generó cadenetas.
Esto por la parte más estupenda, festiva y destacable, pues no olviden que se intercalaron bastantes temas más neutros y lentos, caso del ‘Testament d` Amélia’, una historia sobre la tristeza de una chica porque su madre está también con su amado y que rozó terrenos jazz, o ‘La balanguera’, entonada por la invitada mallorquina Miquela Lladó.
Hum… no estuvo mal, pero comparando el catalán ‘Folk’ con el eusko-céltico ‘Galiza’, este llegaba más lejos y animaba más con esas espirales donde la trikitixa de Kepa tenía rienda suelta.
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