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david morán
Viernes, 27 de agosto 2021, 00:01
Seguir o no seguir. Esa es la cuestión. Muerto Charlie Watts y con Mick Jagger y Keith Richards como únicos supervivientes de la formación original, ¿tiene sentido seguir con los Rolling Stones? ¿Es este el momento de bajar la persiana y, como ellos mismos cantaban ... en 'Let It Loose', dejar que todo se derrumbe? Este miércoles, poco después del deceso de su amigo y compinche, Richards compartía en su cuenta de Twitter una imagen de la batería de Watts con un cartel de 'closed' (cerrado) colgando de uno de los platos. C'est fini'?
Cuenta la leyenda que, en una ocasión, preguntado por el futuro en la banda, el guitarrista bucanero lo fio todo a la presencia de Watts: los Stones, dijo, seguirían «hasta el día que mire hacia atrás y no esté Charlie en la batería». Pues bien: el día ha llegado, pero de momento nada hace pensar que Mick Jagger (78 años recién cumplidos), Keith Richards (77 que valen por 300) y el jovenzuelo Ronnie Wood (apenas 74) vayan a echar el freno.
A la espera de lo que pueda ocurrir, el futuro inmediato de la banda pasa por una gira que está previsto que arranque el 26 de septiembre y se alargue hasta el 20 de noviembre. En total, 20 conciertos en Estados Unidos que Watts ya había anunciado que se perdería por culpa de una enfermedad. Para cubrir su baja, los autores de 'Exile On Main St' ya habían fichado a Steve Jordan, primer batería de los Blues Brothers y habitual de músicos como Eric Clapton y John Mayer.
trayectoria imparable
Jordan, amigo de Watts, ya había trabajado con los Stones en 1986, cuando el traspié alcohólico y farmacológico del (casi) siempre imperturbable Charlie obligó a la banda a buscar baterías de apoyo para terminar el discreto 'Dirty Work'. En este caso, sin embargo, no se trata de un parche, sino de sustituir de forma permanente a uno de los tres únicos supervivientes de la formación original de los Rolling Stones. ¿Qué ocurrirá? La edad puede ser un factor determinante, pero si algo nos ha enseñado la historia es que los Stones no han sido nunca muy dados al sentimentalismo: en 1969, cuando el cadáver de Brian Jones, al que habían echado del grupo poco antes, apareció flotando en una piscina, a nadie se le pasó por la cabeza suspender el concierto programado en Hyde Park dos días después. Y cuando el sustituto de Jones, Mick Taylor, se hartó de la omnisciencia compositiva de Jagger y Richards, a los Stones les bastó con descolgar el teléfono y reclutar a Ronnie Wood, guitarrista de los Faces.
Ni siquiera la marcha en 1993 de Bill Wyman, bajista de la banda desde 1962, agrietó los pilares maestros de un grupo convertido ya en imparable transatlántico del rock. Hoy, como ayer, el espectáculo debe continuar.
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