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¿Puede un concierto de más de dos horas y relleno de versiones molar? Sí, pero debe haber actitud, facultades y ganas de pasarlo bien, no sólo el público sin sobre todo los oficiantes. Esto es lo que pasa con The Hornies, supergrupo getxotarra ( ... miembros de Los Brazos, Still River, Bringas…) pilotado por el vocalista Borja Romaña, un sujeto sin vergüenza que lo mismo se sube a una silla para cantar a pelo que se tira por el suelo todo sudado para acabar rebozado como una croqueta. Ah, tengan en cuenta que no estamos ante una banda de soul uniformado y funcionarial de las que se estilan en los últimos tiempos, ¿eh?
Pues The Hornies desafiaron a los pronósticos de tormentas y el sábado actuaron bajo un cielo encapotado en el autocine de Getxo, que llenaron de gente. Entre el público había muchos niños (algunos bebían Fanta), un par de perros y numerosos músicos amigos de los actuantes, espectadores que se lo pasaron de cine, caso del guitar hero Dann Hoyos o de Lee Perk. También músico es el presentador del concierto, el maestro de ceremonias, Dan Cabanela, que introdujo en inglés al septeto (¡nació en USA!).
Y ahí estaban los seis músicos, bajo la tejavana, pero faltaba el líder, el frontman, el insustituible Romaña, que apareció el último, sonriente, trajeado, con estética de joven patriarca calé en la sobremesa de una boda, con el vaso casi vacío. Hum, estaba ufano más que sonriente, sabedor de su carisma, presumiendo de un grueso anillo, y se puso a bailar como un boxeador, como Cassius Clay sobre el ring, y paró, y miró a la peña y le pidió, le ordenó en inglés «let me see your hands», y hala, todo el mundo dando palmas.
Apoteósico, y ya ven que ni siquiera había comenzado el concierto, que duró 126 minutos para 23 temas en los no sobró ninguno de más, y eso que 21 de ellos fueron versiones (soul a tope pero no solo sureño y algunas demostraciones de rock sudista), dejando al margen la introducción instrumental jamesbrowniana y su único tema original, 'Hornieland' (¿Cachondolandia?). A pesar de ser un repertorio conocido (no diremos manido), saben recrearlo con frescura atacándolo como si ellos mismos fueran los negros de los 60 que en general labraron esos clásicos.
El foco de todas las miradas fue Romaña (cantaba sentado en una silla como Raphael Solomon, bailaba deslizándose a pesar del piso irregular inadecuado y pedregoso…), la banda no perdía comba al fondo de la escena (apenas se vería al baterista tapado por el mogollón y de las dos guitarras se oía más la de un Gumuzio inspiradísimo que la de Pit; en una ocasión, tras un logrado punteo, jalearon los músicos de la mesa de atrás, «Gumu, asesino total», y como estaba Romaña de espaldas gritaron unas matures de la mesa de al lado: «ese culito en pompa…»), la barra no dejaba de servir consumiciones (dos horas y media estuvimos en primera fila y siempre hubo parroquianos pidiendo), y el público no dejaba de gozar como si se hallase en una cervecería en la que se puede fumar al aire libre, y hasta se puso en pie para bailar 'Shake a tail feather' de Ray Charles, el momento más Blues Brother o granuja a todo ritmo de la tarde.
Ni una versión les quedó floja. Ni una. Repasaron dos de Van Morrison y en ambas mejoraron al gruñón de Belfast (qué fluida la segunda, 'Wild night'). El momento más distinto entre los 23 temas fue cuando a dúo con el piano de Israel Redondo el ya sudadísimo Borja Romaña se marcó una poética y acertada versión del 'Thunder Road' de Springsteen. Y te daban ganas de sumar los coros en muchas revisiones, por ejemplo en 'Cry to me' de Solomon Burke o en 'Bring it on home to me' de Sam Cooke (en la otra de Sam Cooke (en la otra de Sam Cooke, 'Having a pary', consiguieron que la masa se sumara a la fiesta elevando sus manos, ya contagiada por Romaña y Los Cachondos, pues así se puede traducir su apelativo).
Y sin duda lo mejor fueron las baladas: 'Tonight i'll be staying here with you' de Bob Dylan pero revisada vía Jeff Beck mostró al Gumuzio más lucido y cortante y a Romaña emulando a los Black Crowes; también muy a lo Black Crowes les salió el góspel campero 'Long as i can see the light' de la Creedence Clearwater Revival; y las dos revisiones del soulman tardío Charles Bradley, alias 'El Águila Chillona del Soul', que fueron 'Changes' (en realidad es de Black Sabbath y durante su epílogo el vocalista presentó con dramatismo a sus músicos por primera vez) y 'Why is it so hard'. Para quitarse el sombrero. Dijo Rocío: «¡Grandioso! Este tío es lo más que he visto nunca». Y lo sentenció al acabar la sexta de las 23 piezas...
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