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Con 40 años de carrera, Los Secretos son un clásico intemporal. El grupo encabezado por Álvaro Urquijo actúa este domingo en el Palacio Euskalduna de Bilbao, ciudad con la que tiene un fuerte vínculo familiar y que ve como «una segunda casa».
– Tienen un ... calendario de bolos impresionante, ¿no?
– Este año sí. El año 20, el de la pandemia teníamos 86 conciertos firmados pero acabamos haciendo 30. Muchos de los conciertos que teníamos para el 21 los estamos haciendo este año.
– ¿Son un grupo de directo?
–Muy de directo, de toda la vida. Somos gente que siempre ha estado muy en contacto con nuestro público. No tenemos ningún problema en hacer una actuación para cincuenta personas, en un hotel, y en plan acústico intimista. Pero luego nuestro formato máximo ha sido con una orquesta sinfónica. O sea que hemos ido investigando y pisando todos los sitios.
– Antes no era así.
– De hecho en los 90 era totalmente al revés. Nos tirábamos medio año componiendo y grabando y a partir de mayo o más bien junio, hacíamos 20 a 30 conciertos. Terminábamos en octubre y vuelta a hacer vida invernal, a componer. Ahora ves otra gente que prácticamente con un video hecho con un iPhone y un tema hecho con un ordenador doméstico tiene más repercusión que todo un disco de la vieja escuela, que te llevas al estudio 16 guitarras... El mundo está cambiando y nosotros hemos buscado nuestro sitio, y ese sitio es encima de un escenario.
– ¿Recuerda alguna de sus primeras actuaciones en Bilbao?
– Pues sí, y fue una de las primeras. No fue un concierto al uso. Fue un concierto para presentar el disco que organizó la discográfica, en septiembre del año 80. Nosotros hicimos el contrato con la compañía de discos en junio, justo una semana después de que yo cumpliera 18 años. Y mi padre no estaba del todo enterado de cuánto estábamos implicados por la música, porque entonces era algo rarísimo. Ahora es muy normal que los padres le compren el equipo o le paguen a los hijos un profesor a su hija. Pero en aquella época era muy diferente. En julio empezamos a grabar un Ep de 4 canciones que salió en septiembre. Y vinimos a presentarlo a Bilbao, Fue en una discoteca, de la que no recuerdo el nombre. Pero la actuación en sí no se me olvidará nunca.
– ¿Por qué?
– Porque al día siguiente tenía el examen de selectividad. Me habían suspendido en junio por culpa de grabar el disco. No había estudiado todo lo que tenía que haber estudiado, me suspendieron y mi padre se enfadó muchísimo había estudiado todo lo que tenía que haber estudiado, me suspendieron y mi padre se enfadó muchísimo, en plan «tú no vas a ningún lado, tú tienes que estudiar...». Pero nos vinimos a Bilbao a tocar, a presentar el disco. El caso es que a las 7.30 de la mañana me dejaron en la ciudad universitaria de vuelta en Madrid, vestido como me bajé del escenario del escenario. Yo iba con botines negros, un pantalón vaquero negro que me habían traído de Inglaterra y que no era muy normal, negro pitillo, una chupa de cuero y una camisa y una corbatita. Y así hice el examen.
– ¿Y qué tal le fue fue?
– ¡Si lo mejor de todo es que aprobé! Y con muy buenas notas.
– Los Secretos se han convertido en una banda atemporal, en su día lograron que no los encasillaran, quizá porque no se plegaron a seguir las modas.
– El problema era con las discográficas, que entonces perseguían productos muy definidos. Pero nosotros éramos inclasificables. No correspondíamos a Joy Division, ni éramos tecnopop, pero tampoco estridentes como los Clash. Que me encantaban por otra parte, o el hard rock. Me encantaban Bad Company, AC/DC... En las primeras giras de Los Secretos no teníamos coetáneos. Hicimos muchos festivales con Coz, Leño, Medina Azahara... no sabían dónde ubicarnos.
– ¿Cómo lograron hacerse su propio hueco?
– Haciéndonos mayores. Pero con esa burbuja estilística propia que nos trabajamos tuvimos que pagar un precio muy alto con las discográficas. Nos dijeron «no tenéies ni idea, no tenéis futuro». Cuando grabamos 'No me imagino', una canción de corte country en el 83 nos dijeron que no valía. Como si el hecho de ser un buen grupo significara que había que saber qué música hacer para vender. Nos ponían videos para que viéramos lo que se suponía que había que hacer.
– ¿En serio?
– Recuerdo perfectamente la sala de juntas de la compañía Polydor, con un video del grupo Video, precisamente, que eran de Valencia, que acababan de sacar su disco, en la línea de Olé Olé y gente así. Nosotros decíamos que podíamos coexistir. Pero no. Ellos iban a lo suyo, «en la radio lo vuestro no se oye». Y de hecho el disco no funcionaba bien.
– Pero ahora es un clásico.
– Y lo seguimos tocando. ¡Pero nos echaron de la discográfica! «No sabemos qué hacer con vosotros». No lo dijeron exactamente con esas palabras, pero eso fue. Las discográficas no tenían ni idea de lo que estaba pasando fuera. Pero les cayeron del cielo un montón de bandas que estábamos todos con unas ganas de tocar y de crear canciones como locos, desde Nacha Pop a Alaska y los Pegamoides, o Kaka de Luxe al principio, o gente como Radio Futura. Cada uno teníamos nuestra historia.
– ¿Y qué piensa cuando esos mismos tipos que les decían que no tenían futuro dicen ahora que Los Secretos son un clásico?
– Pues mira, la verdad es que no sentimos más que felicidad por seguir trabajando en lo que nos gusta, seguir teniendo éxito y tocando, llenado nuestros aforos. Porque lo nuestro no era ganar dinero. Lo nuestro era ganar para comprar nuevas guitarras y mejorar el equipo. Gastábamos el 80% de l que cobrábamos en equipo. Lo que queríamos era sonar bien.
– ¿Es la clase de músico que colecciona buenas guitarras?
– Me encantan las guitarras y las tengo muy buenas, pero no las colecciono. Yo, guitarra que compro, guitarra que uso. Mucha gente nos pregunta, «¿por qué lleváis tantas guitarras, si no se nota la diferencia?» ¡No la notarás tú! Si yo llevo una eléctrica de 12 cuerdas, o una acústica de 12 cuerdas, o una Les Paul, es porque la canción lo requiere. No puedes tocar un blues con una bandurria. Buscas que suene más natural, que suene a los Secretos. En eso creemos que nos podemos sentir orgullosos Hemos tenido la suerte de que nuestras canciones han encajado con el gusto de mucha gente.
– ¿Y lo de ser músicos autodidactas?
– Ser autodidactas también influyó. Conozco a mucha gente que tomó clases de canto, guitarra o teclado, o se educó formalmente en música. Eso condiciona cierto tipo de reglas que te sujetan. Recuerdo a mi hermano Enrique cuando preguntaba «oye ¿qué es ese acorde que has tocado?» Pues no sé. Lo he sacado, como se decía entonces, no sé cómo se llama. Al día siguiente volvía y decía, «¿te acuerdas de ese acorde? pues he hecho una canción con él». Esto lo comentaba Paul McCartney, que tampoco había estudiado música. Sacaba un acorde que había escuchado en algún disco, iba donde John y George, y les decía «vamos a hacer una canción con esto». Esa sensación la he vivido yo con mi hermano Enrique.
– ¿En qué canción, por ejemplo?
– En 'Déjame' mismo. La canción es en sol, pero hay un acorde que va metido ahí y le da su toque característico a la canción. Es en la parte de «no volveré, no volveré», es un fa. En el año 85, tras la muerte de Pedro (Antonio Díaz, batería), que tenemos un año de vacío, me fui a estudiar un poco de armonía y solfeo, me fui a una academia y cuando me oían tocar me preguntaban «¿pero cómo sabes tú esto? ¿cómo has hecho la canción si no sabes? Al final terminas sacando un sonido propio de ese grupito de acordes que te sabes, ese mundillo de sonidos que se quieren entre sí y son amables y te gustan y nadie sabe combinarlos como tú, porque nadie te ha enseñado. El mundo que rodea a esa armonía y esas melodías de Los Secretos tiene mucho que ver con la sencillez con la que empezamos a componer. Y desde tan jóvenes. Porque teníamos una intención y una idea que no estaba dominada por la técnica ni por el conocimiento musical.
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