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En un bar de la Plaza Nueva, con un bocadillito de jamón y un descafeinado, se siente tan relajada que se olvida de la hora. ... Pero que no cunda el pánico. La soprano alemana Nicola Beller Carbone (Mannheim, 1964) no tiene maneras de señorita Rottenmeier. Ni se sulfura ni desespera. Se limita a ponerse la gafas de sol, coger el bolso y marcharse a toda pastilla. Es una cantante de recursos que habitualmente no pierde los papeles. Un perfil ideal para afrontar 'La voz humana' y 'Una tragedia florentina' en una misma jornada.
Son dos óperas, de Poulenc y Zemlinsky, que transitan por la histeria, la dependencia emocional, la perversión sexual y el crimen. Las historias llevan el sello de Jean Cocteau y Oscar Wilde. Nunca se habían representado en la ABAO y suponen el debut en la temporada lírica de una artista muy cotizada, lo mismo en el Teatro Real que en la Ópera Estatal de Baviera. Tiene pasado rockero, ha tocado los palos del jazz y del soul, y siempre se ha considerado actriz. Es la sustituta de Ainhoa Arteta, que canceló por razones de salud, y viene dispuesta a dejar huella. Actuará hasta el día 28 en el Euskalduna.
La Voz/Bianca. Nicola Beller Carbone.
Guido. Giorgio Berrugi.
Simone. Carsten Wittmoser.
Orquesta. BOS, bajo la dirección de Pedro Halffter.
Dir. de escena. Paco Azorín.
- Usted vivió de niña en San Sebastián, creció en Zaragoza y vivió la Movida madrileña. ¿Dónde estaría de no haberse dedicado al canto?
- Probablemente trabajando con Almodóvar. En los años 80, cuando estudiaba en la Escuela Superior de Canto, trabajaba en cabarets de Madrid. ¡Qué tiempos! En el barrio de Malasaña coincidía con Rossy de Palma, Javier Bardem, Paco Clavel, Germán Coppini, Kiko Veneno, Luis Pastor, Los Toreros Muertos...
- ¿Era una más entre ellos?
- Por supuesto, siempre he tenido dos corazones en el pecho. ¡Mucho rigor y mucha libertad! En aquella época protagonicé el corto 'Las seis en punta', de Julio Medem, y luego hice un casting para 'Las edades de Lulú', de Bigas Luna.
- ¿Y?
- Pues que me llegó una oportunidad en el Opernstudio de Múnich. Eso determinó mi rumbo y mi vida.
- Ahora se tira al abismo.
- ¿Eh?
- Lo digo por 'La voz humana' y 'Una tragedia florentina'.
- Je, je. Estoy encantada. Me gusta profundizar en los personajes complejos. Sus motivaciones, fuerzas y debilidades, me alimentan como intérprete.
- ¿De verdad no le da vértigo meterse en la piel de las protagonistas de 'La voz humana' y 'Una tragedia florentina'?
- No. Piense que 'La voz humana' la he cantado en Sevilla y Córdoba en los últimos cuatro meses. Y en cuanto a 'Una tragedia florentina', es la primera vez que la canto pero me siento fuerte. Hemos trabajado en un hilo conductor que relaciona ambas óperas.
- Alguna perversión sexual, me imagino.
- Claro, no podía ser de otra manera. ¡Hibristofilia! Así se llama la atracción hacia los hombres agresivos o hasta criminales. En 'La voz humana' la mujer está obsesionada con un tío que es un cabrón, mientras que en 'Una tragedia florentina' la chica disfruta de la sexualidad del mal.
- En 'La voz humana' usted perderá kilos. Es un monólogo de 50 minutos al borde de la histeria que desgastará bastante.
- El mayor reto es el ejercicio memorístico. Tienes que asimilar el texto de Cocteau al detalle. Hay largos pasajes declamados y cantas a capela mucho rato. Nadie te da el pie en esos momentos, te lo das tú misma.
- A eso se suman las exigencias de la dirección escénica.
- Que no son pocas. El montaje de Paco Azorín no es convencional. No tengo nada contra las versiones tradicionales, pero estoy abierta a otras perspectivas. Todos sabemos que 'La voz humana' recrea la conversación telefónica y la ruptura de una mujer con su pareja. Es un monólogo, solo se escucha a la chica. La mayor parte de las veces se la presenta como víctima al borde del suicidio, pero también cabe otra visión. ¿Por qué no empoderarla? ¿ Por qué no mostrarla emancipada al final?
- Entre los elementos del decorado destaca una bañera.
- Y ahí que me meto, con agua y todo. La echan templada, pero siempre está demasiado fría cuando me sumerjo, ay, ay.
- ¿Acepta todo lo que le propone sin discusión?
- Si no me convence o incomoda, lo hago saber. Es un derecho de los cantantes, sobre todo si tienes 30 años de carrera. Hablando se entiende la gente.
- En 'Una tragedia florentina' tiene un rol más descansado.
- Canto poco. El bajo-barítono es el que lleva la mayor parte del peso dramático. Interpreta el papel de mi marido y el tenor...
- Pobre, acaba muy mal como juguete erótico de ambos.
- Termina fatal. Eso sí, en nuestro montaje esa perversión se intuye muy pronto. En este caso, además de hibristofilia, hay bastante de troilismo (compartir el compañero sexual con otra persona). Salvando las distancias, me recuerda a la película 'Nymphomaniac', de Lars von Trier.
- ¿Y qué tal con el director de orquesta Pedro Halffter?
- Hay mucho 'feeling'. He coincidido varias veces con Pedro. Y precisamente con un repertorio del siglo XX y cierto aire de familia. Ya sabe, obras como 'El rey Kandaules', de Zemlinsky; 'El dictador', de Krenek; y 'El emperador de la Atlántida', de Ullmann. A estas alturas nos entendemos muy bien. La verdad es que todos estamos ilusionados. ¡Avanzamos juntos! Hay que luchar contra la imposición y la jerarquía sin diálogo. Todo debe ser más horizontal y compartido. Hay que enriquecerse mutuamente.
- Una de sus muchas facetas como profesional es la docencia. ¿Cómo ve a los jóvenes?
- Ah, sí, me encanta. Doy clases en Canarias, Madrid y Múnich. En cuanto a cómo los veo... Me duele que les cueste tanto ser ellos mismos. Están estandarizados. Cogen un modelo y no salen de ahí. Una pena. Tienen que creer en ellos mismos.
- ¿Cuál es ahora su sueño?
- Volver a trabajar como actriz. Me da igual que sea algo clásico o de vanguardia; o bien teatro o bien cine. ¡Aquí estoy! ¡Abierta a las propuestas ! No pienso abandonar la ópera, pero sigo creciendo.
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