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Como buenos premios que se da la industria a sí misma, los Grammy reproducen de alguna manera los vicios y flaquezas del mercado en general: suele haber un triunfador, la estrella protagonista, ese artista de nombre conocido y cara atractiva que acapara una buena ... colección de trofeos y monopoliza la información sobre los galardones. Este año, ha sido Bruno Mars, aunque se da incluso la paradoja de que se acaba hablando más de los 'perdedores' (todos esos músicos populares que habrían podido llevarse unos cuantos premios y se han quedado con las ganas) que de lo que podríamos llamar 'ganadores minoritarios'. Porque, claro, en los Grammy también existe lo minoritario, lo subterráneo, lo masivamente ignorado: existen 84 categorías, nada menos, entre las que se suelen colar artistas y discos muy interesantes. Vamos a detenernos en cinco de estas obras, todas ellas firmadas por mujeres.
Aimee Mann, mejor álbum de folk
Aimee Mann es una veterana encadenada a un estereotipo del que, desde luego, no va a librarse con este premio. Aunque su carrera comenzó en tiempos de la new wave y no resulta difícil encontrar grabaciones de distintas épocas en las que roquea a gusto, siempre se la ha catalogado como una cantautora hipersensible que sabe reflejar minuciosamente los grandes y pequeños reveses de la vida. Así que en 'Mental Illness' decidió agarrar por los cuernos al toro del tópico: «La gente cree que escribo canciones realmente deprimentes. No sé, quizá exista un punto de vista distinto, pero esa es mi propia interpretación del cliché sobre mí. Así que, como se creían que mis canciones eran muy lentas, muy deprimentes, muy tristes y muy acústicas, me permití escribir el disco más triste que pude, el más lento, el más acústico y el más 'si son todo valses da igual'». Con ese humor suyo, redondeó el plan al explicarle a un amigo que eran «las típicas canciones sobre enfermedad mental». Así se acabó titulando este disco sereno, hermoso y, sí, también tristón como él solo.
Lisa Loeb, mejor álbum para niños
Los que ya vayan para mayorcitos tal vez recuerden a Lisa Loeb por 'Stay', la canción con la que triunfó a mediados de los 90, pero en los últimos años la artista estadounidense se ha especializado en música para niños, un mercado en auge que la ha llevado a emprender una rentable colaboración con Amazon. Cada vez existe mayor demanda de canciones que enganchen a los pequeños sin atormentar a los padres, porque dominar los resortes del gusto infantil no significa dar la espalda a la inteligencia, el buen gusto y los últimos cien años de historia de la música. Lisa asegura que, cuanto más trabaja en esto, más se le difuminan las fronteras entre lo adulto y lo infantil: «Si alguien escribiese hoy 'I'd Like To Teach The World To Sing', probablemente la etiquetarían como una canción para niños, pero en realidad solo es una canción que conecta universalmente con públicos de todas las edades», ha declarado a Entertainment Weekly.
Jennifer Higdon, mejor composición clásica contemporánea
La sección de música clásica de los premios es un mundo en sí mismo. Y Jennifer Higdon, que ha obtenido el segundo Grammy de su carrera, es una triunfadora en este universo de alcance restringido: nacida en Nueva York hace 55 años, tuvo unos padres «que eran hippies antes de que existiese el hippismo», un rasgo que de alguna manera condicionó su inclinación artística. Por un lado, cuando era niña, le regalaron un radiocasete y cintas con obras de compositores como Mussorgsky o Respighi, que tal vez no eran el juguete más habitual de los niños de aquella época. Por otro, su padre la solía llevar a 'performances' de vanguardia que le parecían el colmo del ridículo, en un temprano disgusto por la experimentación abstrusa que la ha llevado a escribir una música accesible y de vocación universal, sin renunciar a la tonalidad ni a la belleza. «No necesitas un doctorado para entender mis piezas, trabajo duro para asegurarme de que comunican algo a todo el mundo», ha declarado al diario 'Los Angeles Times'.
Aida Cuevas, mejor álbum de música regional mexicana
La actriz y cantante Aida Cuevas es una superestrella en México, con una carrera de cuatro décadas, millones de copias vendidas y 'grammies' latinos en las vitrinas, pero hasta ahora nunca había ganado un Grammy 'de verdad'. Lo ha logrado con un disco que es el extremo opuesto al derroche tecnológico de los triunfadores en las categorías mayoritarias: en 'Arrieros somos' emprende un orgulloso retorno a las raíces mexicanas con espartana instrumentación acústica. El álbum está planteado como un homenaje a Cuco Sánchez, así que no faltan en el listado clásicos del mítico intérprete como 'La cama de piedra' o 'Fallaste corazón'. Por desgracia, el único vídeo que ha difundido del álbum es este mínimo muestrario de versos.
Patricia Kopatchinskaja & The Saint Paul Chamber Orchestra, mejor interpretación de grupo de cámara
Patricia Kopatchinskaja, violinista nacida en Moldavia y criada desde la adolescencia en Austria, pertenece a ese grupo creciente de músicos que cuestionan algunos dogmas supuestamente inconmovibles de la música clásica. Su «exploración» del cuarteto de Schubert 'La muerte y la doncella', arreglado por ella misma para orquesta de cuerda, parte de un planteamiento chocante: sus cuatro movimientos están intercalados con piezas de otros compositores, desde una danza medieval de la muerte, de percusión resonante y marcada, hasta una inquietante pieza contemporánea de György Kurtág «para refrescar los oídos», pasando por una pavana de Dowland o un madrigal de Gesualdo. El resultado de este cuidadoso troceado es vivificante y absorbente, sin que se eche de menos ninguna composición de Bruno Mars.
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