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María Terremoto cantó sobre el mismo tablado en la zambomba jerezana de 2015.

Gitanería y torería con María Terremoto y Rancapino Chico

Los hijos de Fernando Terremoto y Rancapino Chico protagonizaron entre olés la segunda sesión de las cinco del 13º Ciclo Flamenco BBK

Jueves, 3 de mayo 2018, 17:01

Media entrada el miércoles en la Sala BBK, en la segunda de las cinco sesiones del 13º Ciclo Flamenco BBK, para catar a dos hijos de cantaores gitanos jondos: María Terremoto y Rancapino Chico. Ambos siguieron la estela de sus padres compartiendo gitanería y taurofilia ... indisimuladas, pero cantaron como la noche y el día: expansiva y arrebatada ella y recogido y suavito él. Ella gustó más a Juanjo ya Óscar Cine, y Rancapino más Merche y al que suscribe.

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Abrió plaza María Terremoto (María Fernández Benítez, tiene unos 18-19 años), hija del cantaor gitano Fernando Terremoto (Jerez de la Frontera, 1969 –2010), el primer flamenco en cantar en el Guggenheim. Escoltada por el estupendo, inspirado y antiguo toque de Nono Jero más las palmas y las miradas atentas de Manuel Cantarote y Manuel de Utrera, de pelozos y barba tan hispsters que parecían miembros del grupo pop Love Of Lesbian, María elevó cuatro cantes en 40 minutos en los que tosió mucho, como acatarrada, y trasegó bastante agua. Salió, saludó, recordó que ya había cantado en ese escenario (la recordamos al menos en una zambomba navideña dedicada a su padre), y deseó: «Vamos a darlo todo, a cantar y tocar con el corazón, y espero que disfrutéis tanto como nosotros».

Su primer cante, por malagueñas, fue desastroso y tragamos saliva: ronca, fuera de tono, sin templar, tapada a veces por sus palmeros (que se daban cuenta del naufragio) y ensombrecida por el tocaor, María respiró mal, chilló y lo empeoró todo por el volumen altísimo. Menos mal que salvó la papeleta en la media hora restante, a tan alto volumen como le gusta a La Pantoja, animándose ella misma («ole, viva Jerez, toma que toma», y hala, otra tos), reverberando chillona en la bulería por soleá, con la voz quebrada y el texto eufemístico y sexual por tientos-tangos en los que al final se arrancó a bailar, y por fandangos toreros y en pie para cerrar una actuación muy temperamental y efectista.

Rancapino Chico y su melena a lo Morante de La Puebla. SALA BBK

Los dos cantaron con gitanería y torería. Ella en unos tres palos fue taurófila y él desde la estética con esa melena a lo Morante de La Puebla, matador a quien cantó en un verso de su intervención de 6 piezas (contando el fin de fiesta) en 46 minutos en los que también se definió así: «soy gitano de cabeza a los pies». Él es Rancapino Chico (Alonso Núñez Fernández, Chiclana de la Frontera, Cádiz, 1988, 29 años todavía), hijo de Rancapino (Alonso Núñez Núñez, Chiclana de la Frontera, Cádiz, 1945), quien cantó como el anverso de la efectista y arrebatada Terremoto, sobre la cual en sus saludos iniciales dijo era inspiradora y que canta «a reventar» (sic).

El gitanillo melenudo informó que ya había cantado en Bilbao, aseguró que «aquí se come de maravilla y hay muy buena gente» («huyendo del tópico», soltó el siempre irónico Oscar Cine), y abrió por soleás suavitas y sentías, bajitas y raciales, a dúo con el siempre sobrio tocaor Antonio Higuero. «¡Grande!», jalearon al chico al acabar, y, tras gritar él «¡viva Bilbao!» («¡y Chiclanaaaa!», chilló una señora por detrás), prosiguió con alegrías contenidas, antes de lucirse sobremanera por tangos cálidos, modernistas, todoterrenos y 'arcangélicos'. Por zambras homenajeó a cantaores que le han marcado (su padre, Caracol…) y los seis oficiantes de esa velada se juntaron en el epílogo para cantar por bulerías, poniéndose ambos cantaores en pie para retarse en duelo con sus estilos completamente distintos.

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