![Ruper Ordorika: «Hacer fuego fue importante, y que cantáramos alrededor de él, también»](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201906/02/media/cortadas/ruper1-02-k6KC-U80418258956X2D-624x385@El%20Correo.jpg)
![Ruper Ordorika: «Hacer fuego fue importante, y que cantáramos alrededor de él, también»](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201906/02/media/cortadas/ruper1-02-k6KC-U80418258956X2D-624x385@El%20Correo.jpg)
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Cuatro décadas sobre los escenarios, casi una veintena de discos en solitario y tres con Hiru Truku sitúan a Ruper Ordorika muy arriba entre los clásicos de la música vasca. Oñatiarra de nacimiento, de 62 años, fue uno de los primeros compositores y cantantes en ... euskera que enchufó la guitarra y siguió el camino de lo que él considera la música de su tiempo, el rock. Sin olvidar la tradición, apreciando el valor de la literatura oral, creció intelectualmente en el ambiente rupturista del grupo Pott en el Bilbao de los años setenta. En él se encontró con Bernardo Atxaga, letrista de su primer disco, 'Hautsi da anphora', y de muchas otras canciones de su carrera.
El año que viene se cumplirán 40 años de este debut discográfico. Antes de que llegue este aniversario, Ordorika sacará en otoño un doble elepé de un directo en el Kafe Antzokia, que celebra su primer cuarto de siglo de vida, y un cedé en Elkar también con material de esa actuación. En octubre, el cantante saldrá solo al escenario del Teatro Arriaga de Bilbao con su guitarra y su voz única e inconfundible. Un reto que afronta desde una madurez plena y con el apoyo de un público que sigue aumentando gracias a las nuevas generaciones.
– Antes de que sacara 'Hautsi da anphora', figuraba como el músico de ese grupo de poetas experimentales que era Pott.
– Cantaba ocasionalmente porque la música siempre ha sido mi pasión. Lo que me llevó a Pott fue mi gusto o fascinación por la palabra. Ser el único músico entre aquellos escritores tiene mucho que ver con lo que he hecho luego. Fue importantísimo tenerlos alrededor. Cuando uno empieza, necesitas a ese oyente crítico que siempre se interesa por lo que haces. Yo tuve la suerte de contar con todos esos compañeros. Pero eso es como lo vivo ahora, porque entonces sólo tratábamos de hacer cosas, de aprender.
– Querían romper moldes. Y ese primer disco suyo también tuvo ese efecto en la música vasca, ¿no es así?
– Atxaga tenía una idea bastante elaborada de lo que quería hacer en Pott. Hablábamos ya de simulacros y teníamos como eslogan el de «contra consumo, creación». Muy del ambiente de entonces, y que no ha perdido vigencia. En cuanto al disco, yo bebo mucho de la gente que me ha precedido en la canción en euskera y del mundo tradicional, es decir, lo que está antes de la popularización de la radio.
– Y las letras de Atxaga, ¿qué papel han jugado en su carrera?
– Contar con los textos de un Atxaga todavía poco conocido le dio una unidad, un espíritu, a mi música, lo que para mí es muy valioso. Recuerdo los dos primeros poemas que leí de él, mucho antes del disco. Cómo me habría gustado escribir eso. Eso es lo que pensé. Había una voz en ellos con una gran resonancia para mí. Hay poemas extraordinarios pero que por alguna razón no sientes en absoluto que puedas cantarlos con algún acierto. En cambio, con otros sientes que tienes que intentarlo.
– ¿Es cierto que fue usted el que introdujo a Jon Juaristi y a Joseba Sarrionandia en el grupo?
– Sí, es cierto. Bernardo me habló de la idea y Juaristi y Sarrionandia estudiaban en la Universidad de Deusto, como yo, aunque en diferentes cursos. Bueno, Juaristi creo que ya había terminado y Sarri empezó Sociología pero se pasó a Filología Vasca justo el primer año en que abrieron la carrera. Yo estaba en Hispánicas. Fuimos por la ribera de la ría hasta Barrenkale Barrena y ahí tuvimos una de las primeras reuniones. Surgió entre los dos, entre Jon y Sarri, una conexión intelectual muy fuerte.
– Tenían a Gabriel Aresti como figura que les apoyaba.
– Era muy joven cuando tuve la suerte de conocerle a través de Natxo de Felipe (fundador de Oskorri). Estaba ya en la cama, en su casa de Irala, enfermo. Me dijo: «Tú, chaval, me han dicho te gusta lo que escribo». Le dije que sí. «¿Y qué estás leyendo ahora?». «'Los versos del secretario de Astete' ('Asteteko sekretarioren bertsuak')», le contesté. «¿Ah, sí? ¿Y qué te parecen?». Empezamos a hablar de eso, de la reivindicación de las formas poéticas tradicionales, populares, en un ambiente literario que se alejaba mucho de ellas. Somos muy deudores en ese aspecto de la generación anterior, la de Oteiza y Aresti. En 'Hautsi da anphora' se incluyen un par de coplas, en un disco de rock.
– «Qué difícil es ser euskaldun, Más me valdría ser ciudadano del mundo», canta en 'Zaindu maite duzun hori'.
– Vamos a dejar la parte social, porque nos llevaría unos cuantos días. Por la parte creativa, tengo que decir que ser cantante de rock en euskera tiene un premio. Te daba la sensación de moldear materiales por primera vez, como hacen los escultores. Estabas creando idioma y más en un medio, como el del rock, que está muy determinado por el inglés.
–Pero se puede escuchar una canción de rock sin entender la letra.
– Eso es lo que ha permitido grabar con músicos estadounidenses, franceses, etc. Estás grabando en un estudio en Brooklyn con cinco músicos, uno judío, otro polaco, etc. Empiezas a tocar y te entiendes con todos ellos. Cuesta comprenderlo. Aunque en Nueva York también valoraban lo local. Hice mi primer vídeo en esa ciudad, hará como unos 25 años, con Daniel Calparsoro, con el que compartía piso cuando él estudiaba cine allí. Quería fumar en el vídeo, pero el cámara –madrileño de origen– me dijo que no, porque si lo hacía nunca se proyectaría en Estados Unidos. Yo le dije que aquello era música en euskera y que daba igual porque no le interesaría a nadie. No, no, las culturas minoritarias tienen aquí mucho valor, me contestó. A veces la lejanía te ayuda a entender mejor lo que tienes.
– El hip hop y la electrónica cada vez ocupan un mayor espacio en la música actual.
– Se hacen cosas maravillosas, fascinantes. Estamos en los comienzos de un cambio de cualidad en la música –y en todo– que no somos capaces ni de intuir. Se consiguen ambientes y paisajes sonoros impensables. La invención del micrófono revolucionó la canción. Nadie se imagina a Frank Sinatra cantar sin micrófono 'Strangers in the Night'. Imposible. Si un aparato tan sencillo como ese, consiguió un cambio estético de gran envergadura, imagínate en qué mundo estamos entrando ya. El gusto musical cambiará, se nutrirá de otros valores muy distintos.
– Una de sus grandes bazas la tiene en lo más esencial, en la voz.
– Gracias. Me gusta oír eso, cómo no. La canción está en los orígenes y la voz en los orígenes de la canción. Desde que somos humanos, hemos cantado, en un ritual o en la ducha. Y la voz todavía es anterior. Hacer fuego fue muy importante para los humanos, y que cantáramos alrededor de él, también.
– En octubre tocará solo, con su guitarra, en el Arriaga. ¿Intimida?
– Ya lo creo. Me seduce el planteamiento, aunque siempre me ha gustado tocar con una banda. No hay mayor privilegio que poder compartir lo que haces con otros músicos. No se puede contar lo bien que te sientes cuando surge la armonía entre nosotros.
– ¿Cómo ha cambiado su público? Los jóvenes acuden a sus conciertos.
– Me siento muy recompensado por la gente. Al principio tocabas para darle forma a eso que llevabas dentro. Recuerdo uno de mis primeros conciertos en Rekalde, debajo de la autopista. Uno de los integrantes de Cómicos de la Legua, que estaba allí, me dijo: «Tú consigues algo extraordinario. Estás ahí pero parece que no estás. Ese es el ideal de un actor». Estaba para mí mismo por miedo al público. Con el tiempo te das cuenta de que los discos se hacen redondos cuando alguien los escucha.
Lou Reed ha sido una de las guías con las que Ruper Ordorika se ha movido por la música rock. Los dos estudiaron literatura en la universidad; y en el norteamericano, con su aura de maldito, surge el mismo espíritu de cantautor electrificado que en el vasco.
Ordorika tuvo la suerte de conocer y de hacerse amigo de su mito, con una fama de malas pulgas que él desmiente. «Le conocí cuando preparaba la gira de 'Animal Serenade', que luego vino al Euskalduna, con Fernando Saunders y Mike Rathke en un teatro vacío de Nueva York. El cámara de Madrid al que había conocido grabando mi primer vídeo me coló como técnico».
Habló con él y luego le invitó a que pasara unos días en casa de su hermano en la montaña navarra. «Jonan, al que abrasé en su infancia con sesiones interminables de 'Transformer', y que ahora graba mis discos, es amigo de Saunders. Llevamos a Lou Reed a comer a alubias a Tolosa. Le gustaba hablar de las guitarras y las cuerdas que utilizábamos, de los técnicos, del bajista que había grabado conmigo un par de discos y que tocaba con su mujer, Laurie Anderson, un islandés grandísimo, muy amigo mío».
Muy entregado y perfeccionista, incide Ordorika. «Saunders me contaba que le llamaba a las seis de la mañana para proponerle cosas sobre las canciones, posibles cambios, etc. Y luego él tenía una idea muy pobre de España. Le pesaba mucho su primera experiencia».
Ocurrió en Madrid en 1975. La Policía entró en su camerino buscando drogas y le prohibió cantar 'Heroin'. Su siguiente cita en España, en 1980, no mejoró las cosas. Fue en el estadio del Moscardó. Salió al escenario con mucho retraso. La peña estaba muy caliente. Empezó con 'Sweet Jane' como baza segura para ganarse al respetable, que empezó a tirarle de todo, rompiendo parte de su equipo. Esta vez fue Lou Reed el que se molestó con la respuesta del público.
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