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Confesaba ayer Fito que «hasta ir a por yogures al Eroski me pone nervioso», por lo que el momento en el que salga al gigantesco escenario montado para él en el estadio de San Mamés será más que intenso.
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Helena Rodríguez
- 45.000 entradas vendidas de ... un tirón... Obviamente este no es un concierto más de la gira.
- ¡Noooo! Jajaja. ¿Qué es esto? Pues mira, cuando he intentado explicarlo antes casi me pongo a llorar. Cómo se ha volcado la gente. Esto es una muestra de cariño. Yo me lo tomo así.
- ¿Qué significa para usted San Mamés como escenario?
- ¡Pues ni siquiera me lo había planteado! Y mira que mi cabeza se plantea cosas... No sé... Cuando nos ofrecieron tocar en San Mamés, recuerdo que pensé: «este es el único estadio en el que tocaría».
- ¿Por qué?
- Prefiero tocar en cuatro pabellones a un estadio. Me gusta tocar y creo que 20.000 personas ya son suficientes como para liarse. No somos los Stones, ni Springsteen. Pero siendo de Bilbao y siendo San Mamés, es diferente. No solo por el Athletic, que representa a la ciudad, ni por el fútbol. Es algo más que eso. Es como cuando tocamos en el Arriaga. Estos sitios son parte de nuestro paisaje. De nuestra vida.
- Ha tocado en el Arriaga, el BEC, el Kafe Antzokia es como su casa, Zorrozaurre...
- ¡Y en la plaza de toros también! ¡Y el Euskalduna!
- ¿Qué escenario le queda en Bilbao?
- Siempre habrá alguno nuevo al que subirse. Y si no, los montaremos. Tengo lo suerte de haber tocado en casi todos los sitios en que uno puede tocar en Bilbao. ¡Desde el Ormaetxe, en el casco, hasta San Mamés!
- Por cierto ¿recuerda su concierto más pequeño?
- A lo mejor en el Ormaetxe... Y claro, ¡en el Umore ona! El primer concierto que dimos con los Platero lo dimos en el Gau Txori de Plentzia.
- ¿Tiene alguna superstición relacionada con salir al escenario?
- ¡Pues intento no tenerlas! Las ves en los músicos. Llevar algo puesto y si hay mala suerte en un concierto, no volver a repetirlo. Pero en mi caso es difícil. Toda mi ropa es negra, siempre visto igual, y no le puedo echar la culpa a eso.
- ¿Algún instrumento fetiche?
- Eso sí. Todos los músicos son muy maniáticos para el equipo. Yo tengo una guitarra fetiche, con la que más toco, que es una Strato blanca que la tengo desde Platero. Que no se me rompa ninguna guitarra, pero sobre todo a esa que no le pase nada. No solo por el sonido, que cada guitarra es un mundo, sino porque ha pasado por muchas partes de mi vida, me trae muchos recuerdos y la sigo usando.
- Alguno de sus invitados ha tenido que cambiar su propia agenda para poder actuar este sábado en Bilbao.
- A eso le doy todo el valor que solo puede saber alguien de la profesión. Cuando te llaman para salir con alguien al escenario, lo haces por amistad y por amor. Yo sé lo que es para un artista estar esperando en un concierto importante, como va a ser este, para salir solo tres minutos como invitado. Los nervios que pasas son como si fuera un bolo tuyo grande.
- Cambiando de tercio... ¿Es consciente de que su música gusta muchísimo a los niños?
- ¡Sí, es verdad! Jajajajaa.
- ¿Y esto por qué puede ser?
- Pues tengo mis teorías. Creo que, como soy pequeñito, piensan que soy un niño como ellos. Tengo pinta de personaje de cómic. Mi pinta no es de Metallica o Motörhead, es divertida. Pero sí que tengo que decir que esto, el gustar a los niños, es un gran halago. Es que ver que un chaval preste atención a tu música... Los niños no tienen prejuicios. A un niño no le vale el tiempo que lleves, o de qué vayas o si estás de moda o no. Les da igual que seas Michael Jackson, Bruno Mars o Fito. Los chavales oyen. Y si les gusta, les gusta, y si no, no.
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