Borrar
Jota (izquierda) y Florent, en el barrio del Albaicín de Granada - RAMÓN L. PÉREZ
«El final de Los Planetas está cada día más cerca»

«El final de Los Planetas está cada día más cerca»

Jota y Florent recuerdan en el barrio del Albaicín de Granada, un día antes de la publicación de su décimo disco, las mil batallas del grupo que lideró el indie español en los 90 y repasar sus éxitos y errores

ISRAEL VIANA

Martes, 25 de enero 2022, 17:41

El encuentro con Jota (Juan Ramón Rodríguez, 1969) y Florent (Florentino Muñoz, 1968) en la terraza de Casa Torcuato, una de las tabernas más típicas del Albaicín, de 1932, se retrasa media hora. Es mediodía y el cielo está despejado en la víspera de la publicación del décimo disco de Los Planetas: 'Las canciones del agua' (El Ejército Rojo, 2022). Mientras hacemos tiempo, en el cercano mirador de San Nicolás, con las impresionantes vistas de la Alhambra al fondo, el Chipirón de Granada se arranca por fandangos naturales y tangos y pide una colaboración a los curiosos en compañía de sus amigos.

Todos son gitanos, rondan los cuarenta o cincuenta años y cantan por turnos mientras discuten entre ellos sobre la forma de llevar el ritmo de las bulerías en Jerez, sobre el cantaor Manuel Agujetas y sobre si podrían ganar más dinero en Tik Tok que con los pocos turistas que se ven por allí estos días. El flamenco del siglo XXI, en plena revisión. Antes de ir a la entrevista, me pica la curiosidad: ¿conocen a Los Planetas?

«¿Cómo? ¿Los Planetas? Ni idea… ¿esos qué hacen?», pregunta El Chipirón. Les explico que son el grupo que lideró, desde aquel rincón granadino, el indie español de los 90. Que arriesgaron mucho y que, con una ambición poco habitual en el incipiente rock 'underground' de la época, consiguieron tener más apoyo que nadie dentro de una industria que andaba en busca y captura del nuevo Kurt Cobain. Luego crecieron con la vista puesta en la música independiente, pero con los pies metidos en una gran multinacional, la cual abandonaron cuando ya habían ganado el dinero suficiente como para montar su propio estudio y comprarse una casa (o dos) a pocos metros de donde nos encontramos.

- ¿Cuánto se debe a la suerte?

Jota: ¡Mucho! Fue como un milagro, como si nos tocara la lotería cuarenta veces. Se tuvieron que dar un montón de casualidades brutales para meter un disco como 'Super 8' en una gran compañía.

Desde ese momento se convirtieron en el caso más claro de éxito de esa escena recién nacida en España. «¡Pues ni idea, macho! No había escuchado el nombre de Los Planeta en mi vida. A quien sí conozco es a Lagartija Nick, que sacaron aquel disco impresionante con Enrique Morente. 'Omega', ¿no?», comenta Antonio, uno de los amigos de El Chipirón. A Florent le hace gracia la anécdota cuando nos saludamos en Casa Torcuato. Les queda público que conquistar en su barrio, bromea. Jota llega mucho más tarde de la nueva hora pactada tras el retraso. Aparece con un gorro de lana y unas gafas del sol que no se quitará hasta después de la entrevista, cuando nos invite a su casa a tomar algo y ponga el álbum en su tocadiscos.

- Antes de subir al Albaicín he pasado por la Librería Praga, porque me habían dicho que May Oliver [primera bajista de Los Planetas] trabajaba allí.

J.: Creo que ahora está dando clases en un instituto, pero no habría hablado contigo. No es muy aficionada a la prensa y nunca concede entrevistas. No quiere saber nada de Los Planetas. Ya era así cuando estaba en el grupo y tocaba de espaldas al público.

- ¿Era una pose?

J.: No, era exageradamente tímida.

- ¿Por eso dejó la banda justo cuando les llegó el éxito?

J.: La dejó cuando terminamos la gira de 'Pop' (RCA, 1996), que fue muy caótica y en una época complicada. Estábamos demasiado tiempo de fiesta y tomando muchas… no sé, el caso es que a ella no le interesaba la vida del rock and roll en la carretera. Era más artística y quería hacer algo realmente revolucionario en ese sentido.

- Entiendo que May se habría decepcionado al ver al indie convertido en una moda dentro de una banda como Los Planetas.

J.: Bueno, esta escena cambió a mediados de los 2000 con el 'indietex', como lo llamo yo. Es decir, el indie más comercial, con todos esos grupos copiando nuestra actitud e imagen, pero haciendo música que ya no era indie, aunque la llamaran igual. Para mí se trataba de esa estructura de bandas, sellos, salas, festivales y fanzines que se creó para dar cabida a bandas que hacían cosas nuevas, pero que luego se hizo tan grande que absorbió a muchos trabajadores de las multinacionales que trajeron las prácticas del 'mainstream'.

- ¿Eso pervirtió el indie?

Florent: El espíritu y esa idea bonita del indie se fue perdiendo cuando entraron las grandes marcas: Heineken, Telefónica… Piensa que, al principio, el Primavera Sound no tenía ningún patrocinio…

Es curioso escucharles porque, en realidad, Los Planetas solo grabaron un epé en un sello independiente: 'Medusa' (Elefant, 1993). En el primer disco ya habían fichado por una multinacional, RCA, que era de Sony. Ni siquiera R.E.M. logró algo así…

J.: Eso tiene una explicación. Cuando fichamos por Sony, en España no existía todavía una estructura indie. Solo estaba Luis Calvo [dueño de Elefant] y no tenía ninguna capacidad. RCA nos ofreció esa estructura para darnos a conocer más rápido que otros grupos de nuestro entorno y aprovechamos para introducir la idea del indie en las multinacionales. Luchamos, por ejemplo, para que no se gastaran el dinero en Los 40 Principales, sino en revistas alternativas como 'Rockdelux' o 'Spiral', y para que desistieran de los playback en la tele. Hay muchos nuestros haciendo el 'gamba'...

- ¿Fue difícil convencerles?

J.: ¡Claro, nos costó muchas broncas! Nos preguntaban indignados: «¿Pero cómo no vamos a hacer un anuncio en Telecinco?». Y nosotros: «¡No queremos! Meter esa pasta en otro sitio».

- ¿No hubo ninguna división entre ustedes sobre la decisión de fichar o no?

J.: Hay gente que nos llamó vendidos, pero nosotros no tuvimos dudas. Era la única vía de hacerlo. Luis Calvo no tenía dinero ni para pagar el estudio y RCA nos soltaba un millón y medio de pesetas. Era un aficionado haciendo cosas desde la habitación de su casa. El epé que sacamos con Elefant lo pagamos de nuestro bolsillo.

F.: Lagartija Nick había fichado con ellos un año antes y Antonio Arias nos dijo que no dudáramos, que ahí estaba la pasta. Y eso que a ellos les dieron diez millones para grabar su disco. Nosotros les salíamos más baratos, pero fue lo más lógico.

- ¿Intentó Sony meterse en la parte creativa?

J.: Claro. Tuvimos muchos problemas. Por ejemplo, cuando presentamos las maquetas de 'Una semana en el motor de un autobús' (1998), nos dijeron que las canciones eran muy malas, que no servían para nada y que hiciéramos otras diez. Estuvimos muchos meses peleando porque nos dejaran grabarlas.

- Cuenta Fernando Alfaro [cantante y guitarrista de Surfin' Bichos] que, en la primera reunión con RCA, Jota les dijo a los directivos de la multinacional: «Los Surfin' Bichos ya están con vosotros, pero nosotros somos la nueva generación que venimos a partir la pana»…

J.: ¡No lo recuerdo! [risas]. A ver… mmmm… me encaja perfectamente. Si te digo la verdad, en ese momento pensaba que hacíamos mejor música que ellos, porque éramos más pop y podíamos llegar a más gente. Queríamos llevar nuestra música a las radios comerciales, pero no lo conseguimos. Ahora sé que ellos eran mejores, claro…

- ¿Vetusta Morla habría existido sin Los Planetas?

J.: Vetusta Morla no habría existido si no se hubiera creado en los 90 ese circuito alternativo a las grandes compañías, porque estas no se habrían fijado nunca en esa banda ni en otras como Love of Lesbian.

- Algunas bandas cuentan que el indie español cometió los mismos abusos que se suele achacar a las multinacionales.

J.: Los sellos indies eran muy precarios y sus dueños se buscaban la vida para seguir adelante, con contratos algunas veces no especialmente justos. Cuando se fueron profesionalizando, los acuerdos eran cada vez más leoninos. Hubo de todo, claro, pero en general la gente del indie fue mucho más honesta y respetuosa con el arte que las multinacionales.

- Josele Santiago comentó en ABC sobre su experiencia con Los Enemigos en la misma multinacional que estaban ustedes y dijo que siempre se sintió «el último mono».

J.: Nosotros más, porque a ellos les hacían más caso [risas]. Tenían más presupuesto, atención y ayuda para la difusión, y eso que fichamos a la vez y grabamos nuestro primer disco al mismo tiempo. Nosotros por la noche, desde las 22.00 hasta las 8.00, y ellos por el día. Fino Oyonarte [bajista de Los Enemigos y productor del primer disco de Los Planetas] doblaba turno y se quedaba dormir debajo de la mesa de mezclas.

- ¿Cómo recibió la compañía su primer disco?

F.: El día que bajó a escucharlo el director artístico aseguró que era «la mayor mierda que había escuchado en su vida» [risas]. «Vosotros veréis, está bajo vuestra responsabilidad, yo me lavo las manos», nos advirtió. En ese momento pensamos que estábamos en el camino correcto.

- ¿Saben cuántas copias vendieron de cada uno de esos discos que sacaron con RCA y Sony?

J.: Del primero, 8.000 hasta que salió 'Pop' (1996); este vendió 16.000 hasta la publicación de 'Una semana en el motor de un autobús' (1998), que a su vez vendió 32.000. Cada disco vendió el doble que el anterior, y siguió subiendo hasta 'Los Planetas contra la ley de la gravedad' (2004), pero con 'La leyenda del espacio' (2007) bajó bastante. Fue el último de Sony. De todas formas, no se puede medir todo en ventas y reproducciones, porque 'Super 8' fue muy influyente con 8.000 copias y 'Cosas mías', de Antonio Flores, sacado por RCA al mismo tiempo, vendió un millón y… ¿entiendes?

- ¿Y nunca se sintieron incómodos de tocar en grandes festivales, con todas esas marcas alrededor, atendiendo a esa filosofía indie?

F.: No. Si quieren que estemos ahí, que suelten más pasta que los festivales independientes. Lo que pasa es que, incluso con las marcas, pagan poco. Si Coca-Cola pone dinero, en vez de 20.000 euros, dame 60.000. Esa es una de las cosas que siempre hemos reivindicado.

J.: Nosotros no somos unos talibanes de la ética, como Fugazi, el grupo de Washington DC que fue pionero de esa autogestión. Si hay una marca, ellos no tocan; nosotros, sí. Soy muy fan de Fugazi, pero no creo que se pueda hacer de forma tan radical.

- ¿Se arrepintieron de no haberse mantenido en el indie más estricto?

J.: Si hubiera tenido menos repercusión, mi vida habría sido más sencilla. Pero, claro, como artista quiero llegar a más gente y eso tiene consecuencias, como la fama y la presión. También podríamos haber ganado más dinero, ser más famosos y estar todavía más locos.

- Bueno, no les fue mal. Tienen pisos preciosos en el Albaicín y un estudio propio...

J.: Sí, sí, no me quejo, aunque no somos millonarios. Hemos aguantado la pandemia sin tocar, que es un privilegio dentro del indie. De esa generación, hemos sido los que más rédito sacamos, pero muchos grupos no querían profesionalizarse. Por ejemplo, La Buena Vida o el Sr. Chinarro, que no lo hizo hasta 2005.

- ¿Nunca tuvieron otro trabajo?

F.: ¡Nunca! El primer dinero que ganamos fue el que nos pagaron en el primer concierto del Palko. En el segundo, en el Planta Baja, nos dieron 25.000 pesetas para las copas de las dos siguientes semanas.

- ¿Alguna vez han llorado por algo relacionado con el grupo?

J.: ¡Uf! Mogollón de veces… He estado a punto de pegarme un tiro.

- ¿Por?

J.: Mmmm… bueno, pues por diversas circunstancias, como cuando alguien del negocio al que considerabas un amigo te traiciona. Hemos hecho algunas cosas mal, aunque no fueran definitivas.

- ¿Hay alguna conversación entre ustedes que haya puesto al grupo en peligro de extinción?

J.: Cada vez se acerca más esa extinción. El final de Los Planetas está cada día más cerca [risas].

- Se ríe como si ya hubieran hablado del tema…

J.: Los Planetas es un grupo muy abierto, con proyectos paralelos. Siempre hemos intentado evitar las posiciones más estrictas que nos metieran en callejones sin salida, pero, claro… cuando más tiempo llevamos juntos, más cerca está nuestra muerte.

- ¿Pero cuál es el momento que más cerca han estado?

J.: Ahora... por supuesto.

Jota sigue jugando al despiste con la idea. No hay quien le saque de ahí mientras responde con una sonrisa. Florent permanece en silencio, hasta que añade: «Yo quiero ser Keith Richards». Un guitarrista callejero lleva un rato amenizando la conversación con una versión muy rumbera de 'Me quedo contigo', de Los Chunguitos. Cuesta escuchar las respuestas, como en aquellas letras de las primeras grabaciones de los Planetas. «A ver… está claro que cada vez es más difícil y que, cada día que pasa, cuesta más trabajo seguir. Llegará un momento en que eso será imposible», continúa.

- Bueno, tres décadas está bien…

J.: Es una carrera de resistencia. Al principio nos parecía imposible y aquí estamos. Ni siquiera pensaba que fuera a estar vivo a estas alturas. Hace un mes tuve un accidente con la Vespa cerca de aquí y me rompí cuatro costillas. Por primera vez en mi vida fui consciente de mi vejez. Hasta ahora nunca había pensado que mi cuerpo iba a fallar. No tengo plan de pensiones ni nada.

- En algunas canciones del último disco han contado con músicos como el guitarrista Edu Espín, hijo de Carmen Linares, y prescindido del resto de la banda. ¿Cómo se lo tomó esta?

J.: Eric [Jiménez, batería] me mandó una vez un mensaje diciéndome que le parecía mal, pero no dijo nada más. Supongo que lo entendió. Le expliqué que no se podían hacer conciertos de rock ahora, con las mascarillas y todo el mundo sentado, por lo que necesitaba otro tipo de formato para poder seguir tocando. Además, se grabó durante la pandemia con las restricciones, por lo que era difícil quedar con todos. Bueno, en especial con Eric… siempre es difícil con él haya pandemia o no [risas].

F.: Con eso de que se ha convertido en escritor famoso [el batería ha publicado dos libros de memorias en Plaza & Janés: 'Cuatro millones de golpes' y 'Viaje al centro de mi cerebro'], está muy ocupado.

- ¿Por qué este disco está más pegado a la actualidad?

F.: La cara B es una foto fija del momento que estamos viviendo con la pandemia y la situación política, mientras que la cara A es más granadina y personal.

J.: Me centré en esa distopía del confinamiento, en el que la información de lo que ocurría te llegaba solo por la televisión y no por el contacto con tus amigos. Una realidad creada y tóxica que no tiene nada que ver con lo que está pasando de verdad. Esa desinformación está sustituyendo a la vida que tenía antes, cuando iba con mi novia. La pantalla y todas sus mentiras eran el único estímulo. Si no hubiésemos estado encerrados, todo eso de lavar la compra nos lo habríamos tomado a chufla. Sin el encierro, esa manipulación a la que nos han sometido no habría funcionado, con las farmacéuticas vendiendo mascarillas y vacunas.

- Le gusta llevar al extremo las letras, no sé si para polemizar, pero no creo que se vaya a hacer terraplanista, como canta en 'El negacionista'…

J.: Tampoco soy fan de Miguel Bosé [risas], pero me gusta llamar la atención con referentes que todo el mundo conoce.

- Pero en el siguiente verso canta que el régimen está apunto de caer. ¿De verdad lo cree después de cuarenta años de democracia?

J.: Creo que ya estamos asistiendo a la caída y que el régimen solo se sostiene con toques de queda, restricciones a la libertad, censura de la información y la gente en casa. Parece que es la única forma que tiene de mantenerse.

- En base a esa opinión, entiendo que nunca ha votado.

J.: No, porque no creo que sea un sistema democrático, la verdad.

- ¿Y se ha vacunado?

J.: Sí, claro… es obligatorio, ¿no?

- No.

J.: ¿No? Pues parece que sí, porque aquí en Granada no te dejan entrar a los sitios si no lo haces. Es como cuando los nazis pintaban cruces a los judíos para señalarlos y diferenciarlos del resto. De alguna manera te obligan, porque ni siquiera te explican en qué consiste el tratamiento. No es para no contagiarte, porque te contagias, y tampoco para no morirte, porque hay gente que muere.

- Es decir, que elige libertad total a cualquier restricción relacionada con la pandemia.

J.: Siempre elijo la libertad, porque ese no es el centro del debate. ¿Hay una crisis sanitaria? Pues doten de más recursos al sistema sanitario y no prohíban que la gente se relacione. Eso, sin embargo, no lo hacen, lo que demuestra que no es un problema sanitario, sino uno político escondido detrás de una excusa sanitaria.

- Florent, ¿el resto del grupo lo pasa mal con estas opiniones polémicas de Jota?

J.: ¡Claro! [risas]. Florent siempre intenta que no diga nada. Sabe cuando voy a decir alguna impertinencia y sale con otra cosa para cambiar de tema.

F.: Si es que Jota, como cualquier persona creativa y que anda con las musas, siempre tiene ideas muy descabelladas y fuera de la realidad. Las fantasías que tiene son siderales.

J.: Cuando se me ocurre alguna cosa, Florent siempre me dice que haga un cómic en vez de intentar hacerla realidad. Quise hacer un festival en Sierra Nevada, el 24 de diciembre de 2012, coincidiendo con la fecha del fin del mundo según una profecía maya que se acababa de difundir. Para mí era un acto de resistencia para proteger el espíritu indie con el que se creó esa industria alternativa, sin ceder a las presiones comerciales. Se lo comenté a Nacho Vegas, Sr. Chinarro, Fernando Alfaro, pero… mmmm… ninguno me apoyó, hasta que les dije que lo haríamos en el Ifema y en el Palau Sant Jordi como un negocio más y se apuntaron del tirón. Al final, todos ganamos dinero.

Jota se ríe a carcajada limpia con aquella idea. Tres horas después, los platos de sardinas y chipirones están limpios. El sol empieza a esconderse sobre el Albaicín y el camarero pone un cubo lleno de brasas debajo de la mesa. Sobre ella, pacharanes y chupitos. «Ese festival habría salvado al indie y al mundo entero, pero nadie me hizo caso. Ahora, mira, se acabaron Los Planetas y se acabó todo», insiste entre risas el compositor, que sugiere continuar la velada en su casa.

Florent va en moto, el resto, andando. En el camino pasamos por el mirador de San Nicolás y Jota comenta que la casa que hay en él, convertida en restaurante, es la primera que Morente pudo comprarse en el Albaicín. Nadie lo sabe, porque no hay placa que lo indique. Nos cruzamos con el Chipirón de Granada y, efectivamente, no conoce al músico. Llegamos a la vivienda pocos minutos después, con un portón de madera antiguo y bonito, según marca el estilo del barrio.

Al llegar al pequeño salón, se quita el gorro de lana y las gafas de sol por primera vez. Florent se relaja. Jota pregunta si puede poner la canción que abre el último disco, 'El manantial', una adaptación del poema de Lorca con solo piano, guitarra y voz de la que parece sentirse orgulloso. Coge la tablet y explica animado cómo hizo los arreglos originales en un sencillo programa informático. Habla de las supuestas premoniciones del poeta en los versos sobre su propio asesinato. De repente, le da un ataque de pudor: «¡Bueno, estos arreglos son lo peor! Está mucho mejor la adaptación con el piano de David Montañés». Apaga la tablet, deja que suene solo el vinilo y se calla. Poco después, con la portada del disco en la mano y un tequila recién servido, entona susurrando su propia canción con los ojos cerrados. El resto charla y nadie le hace caso.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo «El final de Los Planetas está cada día más cerca»