Este jueves, o sea este 'juernes', como dicen los juerguistas, estuvimos en cuatro conciertos albergados en cuatro salas o espacios diferentes, y se lo vamos a contar a vuela pluma. Ya saben que los jueves la oferta de música en directo se dispara en el Gran Bilbao, y así de animada sigue los viernes y los sábados. Comenzamos la tarde sin tomar notas en la Casa Cuna, donde ante una treintena de espectadores, con mayoría de mujeres maduras, actuaron en trío The Half Nelsons, grupo acústico vizcaíno de música de raíz americana compuesto por los hermanos Cañibano, de los Travellin' Brothers (que hoy viernes descargan en el Muxikebarri de Algorta), y el vocalista de Minesota, USA, Dan Cabanela, líder a su vez de Still River.
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Tenían previsto tocar 70 minutos y atestiguamos los 50 primeros, con versiones de Dylan ('Don't think twice, it's alright', Cabanela se sabe las letras de memoria), The Band ('The weight', muy bonita les quedó), Wood Brothers, su inspiración incluso nominal Willie Nelson, Lyle Lovett (al que calificaron de feo) o Sister Rosetta Tharpe (el góspel 'Up above my head I hear music in the air', ¿el cielo de lo que vimos?), todo con voces muy cuidadas y buena hilación de contrabajo, guitarra y dobro. Los Medio Nelsons conectaron con el público y como única pega subrayaremos que se saltaron la versión de Elvis Presley. Imperdonable...
Luego cruzamos la acera y en segundos nos plantamos en el JazzOn Aretoa, en una sesión más del 34º curso del Bilbaína Jazz Club. Ante media centena de aficionados, también veteranos, se presentó por primera vez en Bilbao el trío plurinacional de la pianista surcoreana SongAh Chae, completado por el contrabajista chipriota Manos Stratis y el baterista inglés Joshua Wheatley. Se conocieron en el Berklee College of Music de Boston y ahora viven y trabajan en el Campus de Berklee en Valencia. Presentaron el tercer disco de ella, 'In the beginning' (24), y atestiguamos el primer pase, de 5 temas en 46 minutos crecientes: tras el sereno canonismo inicial de las dos primeras piezas, de un estatismo escandinavo a lo EST o esos marasmos adultos de la escuela ECM, se agilizaron con una suerte de free moderado, lúdico y con partituras, antes de soltarse definitivamente con virtuosismo de música clásica y reiteraciones circulares que les acercaron al minimalismo. La batería no estaba amplificada, y eso les impidió volar un poco más alto, pero estuvieron bien.
Tras la función jazz cruzamos caminando el casco viejo y el puente del Arenal, y nos dio tiempo a un pintxo antes de entrar en el Kafe Antzokia, que estaba lleno de chavalería: 555 universitarios con mayoría femenina, apelotonados y parlanchines hasta que de repente coreaban como adolescentes algunas piezas ('Canción de pop de amor') de las surtidas por Cariño, trío femenino madrileño que empezó en Bilbao la gira de su tercer disco, 'Tanto por hacer'.
Lo presentaron en quinteto, con dos músicos de apoyo (teclados y batería) para dar fuste al asunto, pero a la postre su repertorio se antojó muy homogéneo, con todas las canciones iguales, y las voces en el mismo tono, ya fuera en temas enfadados o enamorados, ya fuera con autotune o sin él (¡ya es difícil sonar tan átono usando el autotune!). Hacía mogollón de calor en el Antzoki, de entre la masa vimos salir a la baterista de Airu (ha venido invitada, le aposté a Óscar Cine, porque Airu editan en Last Tour, organizadora del bolo), y al final Cariño acabaron con la rave de 'Bisexual', la que empieza con eso de me gustan las chicas…
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Como su propuesta era simple, pobre y poco estimulante más allá de la picardía de las letras, cruzamos dos calles para ver qué se cocía en la sala Azkena, donde ante solo una veintena de personas, para más inri alejadas del escenario, se presentaba el trompetista, teclista y cantante Jason Faust, que es de Miami pero vive en Valencia, desde donde por la dana vino sin su banda, y así se vio obligado a dar el primer concierto con sus músicos acompañantes: uno cántabro, otros vizcaínos…
Y lo que pudo haber sido un desastre, sin gente y sin la banda, devino en un bolazo brillante, virtuoso, de 'funkie groovie' como lo etiquetó en una ocasión el de Miami, un tipo inasequible al desaliento, que mediante gestos dirigía a unos músicos asombrosamente compactados (el bajo sin dudar en el ritmo, los explosivos solos de saxo que contuvieron mucho más jazz que lo de antes en el club de jazz), y primero en cuarteto y luego en quinteto cuando se sumó un guitarrista vizcaíno, versionaron el 'Rocket man' de Elton John, facturaron retro-soul contemporáneo a lo Joel Sarakula ('The world is gold and broken'), osaron victoriosos con rock trufado de otro solo de saxo jazz, sembraron más buena vibra retro-soul vía Jamiroquai ('Make a choice', primer single de Jason Faust, que vestía una chaqueta de brilli-brilli que contrastaba con la opaca indumentaria de sus escuderos, que pensarían que iban a un ensayo en vez de al bolo en sí), y el adiós con 'Fire', una suerte de afrobeat que conectó con el público tan escaso como ilusionado. Jason Faust fue lo mejor con diferencia de los cuatro conciertos que vimos esa tarde-noche, y eso que los dos primeros estuvieron bien.
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