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El concierto del Kurt Baker Combo programado el viernes en el Satélite T se trasladó por circunstancias técnicas al Crazy Horse de la misma avenida y se programó una hora más tarde. Para recompensar al personal, con cada entrada se regalaba una cerveza, pero ... imaginamos que eso no fue la causa de la locura general que reinó durante un bolo en el que la parte delantera del escenario acabó encharcada, donde al bajista Juancho Bummer le lustraron los botines mientras tocaba y le chocaron los puños, donde decenas de vasos de cerveza se elevaron cuando los cuatro miembros del combo brindaron con chupitos («salud, chinchín», deseó el líder yanqui), donde la peña jaleaba («máquinas», «oh yeah», «puto amo» y cosas así decían) y donde Kurt Baker (Portland, Maine, 31 años) animaba en spanglish como un barraquero de feria… del rodeo, presentando canciones y espoleando al personal: «Bilbao, ¿'quí' tal estamos?, ¿todo bien por aquí?», «¿a quién le gusta la fiesta?», «muy mola que te cagas» (con perdón)… El ambientazo era especial y festivo, sí. Rocío fue a la barra a mitad del show y le habló una mujer con acento superyanqui: «El cantante es de mi pueblo, de Maine. ¡Le conozco desde el colegio! Sí, yo vivo en Bilbao…». El mundo es un pañuelo…
Rocío vive en Valladolid, pero nada más ver a los escuderos de Kurt Baker, a Juancho López, al fenomenal guitarrista solista Jorge Colldam (¡ex Señor No!) y al baterista ruso Sam Malakiam (¡cómo le pegaba a los parches!), dijo: «esos son de León, los veo siempre en el Purple Weekend», en el festival. En efecto: Kurt resinde en Madrid desde 2013, pero su combo en León. Y para ellos cuatro el viernes era una noche especial: oficialmente salía a la calle su tercer disco, 'Let's Go Wild', editado por Wicked Cool Records, el sello del guitarrista de Springsteen Little Steven, del que al final solo tenían para vender copias en vinilo, y pues el CD estaba inmovilizado en la aduana. «Es lo que tiene editar en sello americanos», se resignó Juancho.
El caso es que el bolo eufórico, repleto de píldoras de power-pop rocanrolero y optimista forjado con coros nuevaoleros, punteos excitantes, melodías infecciosas y una base rítmica que arrasaba con todo duró 68 minutos para 18 temas, imagínense el ritmo y la intensidad. Al acabar dijo Pato: «¿Quieres referencias? The Rubinoos, los New Trocaderos, The Connection, Suzi Quatro, Paul Collins… Es que he estado oyendo de esto antes de venir». Para ponerse a tono. Pues sí, sirven todas las referencias patunas, también las de Cliff Richard ('Rusty Nail', uno de los mejores temas que sonaron), los Ramones o The Knack. Y además las de las versiones: 'Nobody But Me' de los Isley Brothers (con la parroquia coreando no-no-no y el chaval del puesto de merchan bailando mejor que nadie), una de los Smithereens, o, para cerrar el show el 'No Fun' de los Stooges… ¡cantado por el baterista Sam!, un tío educado en la clásica que actuó con el torso desnudo en plan 'La naranja mecánica' (lleva un tatuaje de esto), con tono destroyer y al final cargándose la batería que tocaba otro tío de León, un invitado secreto (nosotros, tan ingenuos, pensábamos que se trataba de un espontáneo, pero el batería Dani Oñate, la estrella del rock que toca en The Daltonics y con quien en primera fila chocamos las cervezas, se dio cuenta. «Esto está preparado…», y tenía razón).
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