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«No he acabado la carrera de acordeón», confiesa Kepa Junkera. Fue al conservatorio, cursó solfeo y eligió como instrumento al hermano mayor de la trikitixa, quizá porque esta no formaba parte de la oferta musical oficial. Quién le iba a decir que medio siglo después la triki, de la que se ha convertido en embajador a nivel mundial, iba a entrar en los conservatorios por Real Decreto como una enseñanza profesional más, junto al piano, el violín, el saxofón o el txistu. Las cosas han cambiado bastante desde que Junkera empezó a tocar, y antes que él muchos otros, y al margen de lo que suponga esta novedad, el instrumento está viviendo un momento de esplendor, confirma Andoitz Antzizar, profesor, músico en bandas como Sagel y secretario de la Euskal Herriko Trikitixa Elkartea, que agrupa a 450 socios: «Hay más de 3.000 alumnos hoy en Euskal Herria aprendiendo a tocarla. Cuando empecé yo, ni de lejos había tantos».
«Las calles, las sidrerías, las ferias... esa ha sido siempre nuestra universidad –señala Antzizar–. Estamos en todas las fiestas, siempre se necesita la triki y tenemos mucha fuerza y arraigo en la sociedad». Dice que el camino abierto por Maixa eta Ixiar y Alaitz eta Maider en los años 90 ha contibuido mucho a que dos terceras partes de los alumnos de hoy sean mujeres. «En el siglo XX era una plaza de hombres que las mujeres han ido conquistando».
Y para celebrar todo esto, las calles de Salvatierra (Agurain) serán tomadas hoy por cerca de 700 trikitilaris que harán resonar sus instrumentos en el Día de la Trikitixa. A las 11.30 partirán desde la plaza de San Juan y realizarán tres recorridos, amenizando el pueblo con sus melodías. Tras la comida volverán a tocar y la fiesta culminará con una romería. «Los últimos años hemos pasado siempre de 600 participantes; en Pasaia fuimos 900; en Pamplona, más de 700...», informa Antzizar.
Agus Barandiaran
¿Cómo y dónde se aprende a tocar la trikitixa hoy? Pues con profesores particulares, en escuelas municipales de música o academias privadas. Aunque hace años era bien distinto. Agus Barandiaran es la triki de Korrontzi: «Oía el instrumento en casa, porque mi abuelo, José Barandiaran, baserritarra de Maruri-Jatabe, consiguió una a cambió de unas ovejas y se puso a aprender de forma autodidacta, cuando mi padre era un niño».
Recuerda Barandiaran que, a finales de los años 80, iban de viaje en el coche escuchando una casete de Rufino Arrola. «Rufino daba clases en su taberna-herrería, y me enseñó a tocar allí, en el alto de Andrakas, los domingos por la mañana. Rufino era el barman y tocaba y enseñaba, había romería. Él no sabía solfeo ni tampoco tocar lento, pero tenía un fraseo de primera clase, así que yo copiaba aquello, y poco a poco Rufino me transmitió la pasión por este instrumento».
El abuelo de Barandiaran tuvo que vender por necesidad aquella triki de la mítica marca Larrinaga Guerrini que había intercambiado por ovejas. Como resarcimiento, su nieto Agus atesora «80 o 90 trikitixas y acordeones diatónicos de todo el mundo». Empezó a dar clases en 2010 en la escuela municipal de música de Basauri y hoy tiene entre 30 y 40 alumnos, la mayoría chicas. «Cuando empecé con la triki era un instrumento despreciado porque no había estudios, ni métodos ni partituras. Se pensaba que era cosa de baserritarras, de aldeanos, y que la tocaba poca gente, casi siempre chicos porque ellas preferían el acordeón cromático, el grande. Sin embargo, ahora poca gente toca aquí el cromático, la triki gana terreno».
Andoitz Antzizar
La Euskal Herriko Trikitixa Elkartea de la que Andoitz Antzizar es secretario lleva funcionando medio siglo, aunque oficialmente fue creada en 1991. Se ocupan de la producción cultural relacionada con este instrumento: libros, discos, festivales, la feria de Durango, campamentos de verano... «Mis padres vieron que tenía luz para la música, y ha sido un camino largo, estudiando, aprendiendo y enseñando. Llevo ya 40 años. Mi abuelo en Oiartzun tocaba el acordeón diatónico, la trikitixa, que es como se suele denominar al instrumento, aunque en realidad se llama 'soinu txikia' (sonido pequeño). Trikitixa es todo lo que envuelve la música (baile, el canto...) hecha con la 'soinu txikia' y el pandero».
¿Qué salidas tiene? «Puedes ser profesor, tocar en verbenas, fiestas y romerías, en grupos como el que estoy, Sagel, que ha cogido el cancionero tradicional, temas de Sakabi, Gelatxo y Elgeta, y les ha dado una vuelta, deconstruyéndolos rítmicamente». Reconoce que ha habido baches en la historia de la trikitixa que van remontándose. «Antes había más romerías y muchas ya no existen. En los pueblos se hacían 'txapelketas', pequeñas competiciones para darnos a conocer donde se tocan canciones concretas en pareja, pandero más triki. Pero fueron decayendo y se están reconvirtiendo en festivales de trikitixa».
Sobre su inclusión en las enseñanzas profesionales, Antzizar lo ve como «una oportunidad», aunque advierte de que habrá que prestar atención al desarrollo del currículo: «Esperemos que se haga de la mano de la asociación y de las escuelas y academias de música donde se ha enseñado hasta ahora». Para Agus Barandiaran, «lo del conservatorio, de primeras, es buena noticia, siempre que sea para conseguir el lugar que merece, como el txistu o la alboka, que además de ser parte de nuestra identidad, puedes tocar con ellos cualquier cosa». Explica que las dificultades radican en que, como cada profesor tiene su método, «habrá que unificar y coordinar. Pero coger rango y nivel oficial es superbueno para el instrumento».
La trikitixa se puede comprar en tiendas especializadas como la de Baraiazarra, en Gernika, donde las fabrican incluso por encargo a gusto del consumidor, o en establecimientos genéricos, como Txirula, donde desde hace unos cinco años han notado un crecimiento en las ventas. «La mayoría son padres que vienen con sus niños a por el instrumento para empezar, aunque también llegan mayores para iniciarse». Confirman que entre los nuevos trikitilaris «hay más niñas que niños». Fundamentalmente, venden trikitixas de 3 y 4 voces: «Para los críos vale una de 3, unos 2.000 euros, pero por 700 euros más tienes una de 4, y si las tocas juntas la de 4 tapa a la de 3, tiene más potencia». Consideran que la inclusión en las enseñanzas oficiales es buena noticia, pues si se suma esa oferta se van a usar más. «Para la gente que ya conoce y entiende no significa nada, pero para los que aún no se han acercado a ella supone darle más consideración».
Que la trikitixa pase a aprenderse en el conservatorio me parece en principio un paso adelante, aunque complementario. Entiendo que haya personas que necesiten aferrarse a algo tangible, pero el pulso, el corazón de cada uno es difícil de enseñar, y no solo con la triki. En mi caso soy autodidacta, yo tocaba y mi madre bailaba en la cocina de mi casa de Rekalde… Ella no lo sabía, pero mi profesora estaba allí, la tenía delante, ese ritmo, esa energía no se pueden enseñar. En todos mis años con el instrumento he visto una evolución, hay más alumnos, más interés, aunque nunca di importancia a si éramos 5, 50 o 500. Hoy toca más gente, pero el carácter, la personalidad que sentí en esos pocos hizo que para mí fueran muchos. Y entre todos esos alumnos hay ahora muchas más chicas que cuando empecé. Sin embargo, no he hecho nunca distinción de género ni sexo, porque un corazón no sabe qué genero tiene. Tampoco me fijé en las salidas profesionales. Sentía y siento atracción y me dejo atrapar, y la trikitixa fue como un imán. Mis padres hicieron un gran esfuerzo por nosotros, yo era bastante formal y se me daba bien estudiar, pero sentí la llamada de la triki y fui de forma silenciosa hacia ella, aunque en mi entorno decían que por mi bien hiciera lo contrario. Algo parecido a cuando me dieron el Grammy por el proyecto que grabé en el Arriaga sumando triki, alboka y txalaparta a instrumentos en teoría más 'serios'. Me decían: 'Estarás contento...' Y mi respuesta era 'claro, he ganado y está bien'... pero si hubiera sido el último estaría igual de contento. ¿Cómo veo el futuro de la trikitixa? No hay que tener miedo al futuro porque se alimenta del pasado, aunque habrá cosas que no se puedan repetir ni calcar. ¿Habrá en el futuro otro Michael Jordan? Pues ojalá.
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