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A primera hora ya desfilaban ayer con el instrumento a cuestas los músicos de la Bayerische Kammerphilharmonie. A buen ritmo, en dirección al Euskalduna. El suelo estaba mojado y no parecía un mal presagio. La 21ª edición de Musika Música gira en torno a la ... naturaleza y estas son fechas de tiempo revuelto. Hay cabida en la calle para un poco de todo y en los escenarios también. «¡Nunca antes había tocado en el Euskalduna! Mis compañeros y yo lo haremos en el hall y con un programa fantástico: Mendelssohn, Beethoven...», detallaba John Cremer, un bilbaíno de 15 años que estudia chelo en el conservatorio y contagia entusiasmo.
El maratón musical de Bilbao (que incluye Bizkaia Aretoa y Azkuna Zentroa en su radio de acción) ha programado alrededor de 70 conciertos, con 1.300 intérpretes, entre profesionales y aficionados. Se inauguró el viernes en el Teatro Arriaga con la BOS y la Coral, después de un minuto de silencio en recuerdo de las víctimas de la guerra en Ucrania, y hasta esta misma tarde seguirá a toda máquina. «Con la música como bandera y la vida por delante. Paz, paz», repetía Luis Elorza, después de haber escuchado en la sala 0D del Euskalduna al Cuarteto Ardeo, integrado por dos mujeres francesas, una coreana y una japonesa. Un grupo atrevido y suelto en el fraseo. Nunca van por caminos trillados, incluso en obras como 'El lago', de Haydn, y 'Rosamunda', de Schubert.
Pese al contexto todavía pandémico, con entradas que cuestan entre 3 y 12 euros, Musika Música no ha perdido poder de convocatoria. La Sexta 'Pastoral' de Beethoven es la pieza más bucólica del genio de Bonn y contribuyó a crear ambiente, con la Sinfónica de Castilla y León a las órdenes de Chlóe van Soeterstède. Al término del concierto, llovía en la calle pero la mañana lucía radiante dentro del auditorio. Empezaba a subir la temperatura y se veía a cuadrillas, familias y aficionados como Ainhoa Uría, recién llegada de Gernika. «Vengo sola. Estoy jubilada y libre como una paloma», apuntaba camino del concierto del grupo inglés Arcangelo, con Jonathan Cohen en la dirección. «Interpretan la suite de 'La reina de las hadas' y no me la quiero perder. Luego me marcharé a Azkuna Zentroa a escuchar a las flautistas de Neuma, que montan algo con música contemporánea, escenografía, luz y color. Son españolas y muy buenas».
Las aglomeraciones no llegaban al tumulto de los tiempos prepandémicos, pero se circulaba con el mismo ímpetu. Se palpaba efervescencia y relax; no se veían corbatas ni zapatos con tacón de aguja. «Vivo en Biarritz y vengo siempre. Adoro este festival. De joven bailaba y me encanta la música», confesaba Sophie Legrix, pletórica después de haber escuchado a los hermanos Del Valle, Víctor y Luis, que acababan de tocar en dúo de pianos con el grupo Modigliani y otros cuatro músicos (contrabajo, flauta, clarinete y marimba). Una combinación que se lució con 'El Carnaval de los animales', de Saint-Saëns, y dejó a todo el mundo con el ánimo feliz y asilvestrado. «Qué pasada», se oía en los corrillos.
Había más jóvenes de lo habitual en los conciertos de música clásica. «Todo tiene calidad. Te puedes montar un menú apañado», explicaba Eneko, camarero bilbaíno de 26 años, mientras bajaba por las escaleras a toda prisa para no llegar tarde al recital de Judith Jáuregui. La pianista estaba a punto de ofrecer un ramillete de obras que cautivan sin remedio. Piezas como 'Gota de lluvia', de Chopin, y 'Escenas de niños', de Mompou, se absorben por los poros y los oídos. Hasta se huelen, como decía Gustav Mahler de 'La canción de la tierra', que brindó Euskadiko Orkestra con la mezzo Anna Lapkovskoja y el tenor Stefan Vinke (sustituto a última hora de Torsten Kerl), bajo la dirección de Robert Treviño. Y hoy... hay más y más.
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