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El ex091 expone en Bilbao su último álbum 'A primera sangre' con el que incide en su lírico rock autoral. José Ignacio Lapido (Granada, 1962) sentó en los primeros 80 las bases del rock granadino en el seno de 091 (1981-1996, retornados en 2015) ... forjando una carrera como guitarrista y compositor que en el premilenio prosiguió por su cuenta y riesgo postulándose como una de figuras más respetadas del rock español menos trivial.
Sublimando tribulaciones, Lapido ha seguido moldeando su perfil de rockero agridulce, lúcido y sardónico con una poesía eléctrica que ha concretado en una saga de nueve discos que mantiene el listón alto con 'A primera sangre' (Pentatonia 23), última entrega con sabor añejo americano que entre rescates de su cosecha expone este sábado en el Kafe Antzokia, respaldado por sus cómplices habituales, Víctor Sánchez (guitarra), Jacinto Ros (bajo), Popi González (batería) y Raúl Bernal (piano).
- Vuelve a girar con su banda habitual después de un lustro. Lo echaría de menos.
- Vamos a estar girando tres semanas y, más allá de la buena respuesta, lo más notorio está siendo para nosotros la propia vuelta. Desde el anterior disco, 'El alma dormida', no nos habíamos subido a un escenario los cinco. Llevamos ya juntos casi veinte años, desde 2005, y es como si hubiera una energía soterrada esperando a ser desatada de nuevo. Se está reflejando en la complicidad que hay entre nosotros y con la gente.
- Ahora vienen a defender 'A primera sangre', un disco para el que no ha regateado elogios. ¿Lo considera una obra cumbre personal?
- Decir que el último es el mejor es un clásico de la promoción, pero lo cierto es que con este disco hemos colmado las expectativas que teníamos al entrar al estudio, lo que no siempre sucede. Y eso que en este caso el trabajo previo ha sido breve, apenas algunos encuentros para definir la estructura básica de las canciones. Nos dimos rienda suelta y la conexión que hemos desarrollado con los años dio sus frutos. El disco me parece de los mejores que he hecho. Ha tenido que ver el trabajo como productor y pianista de Raúl Bernal que ha encontrado espacio para cada instrumento, logrando que cada canción adquiera su personalidad orgánica.
- No dan esa sensación de improvisación sus letras que destacan sobremanera. Logra transmitir mucho con pocas palabras.
- Sugerir o transmitir, siendo concreto, es lo más difícil. Siempre he sido muy lector pero hacer canciones es un género en sí mismo, en tres o cuatro minutos tienes que transmitir una idea o una visión del mundo. Ese escaso espacio literario te obliga a economizar. Ha sido una de las pocas veces que he llegado con las letras muy acabadas, otras veces llegaba con esbozos. La pandemia me permitió utilizar el tiempo para eso.
- En 'Curados de espanto' sus canciones conservan su característico fatalismo irónico. ¿Se reconoce el perfil de rockero descreído, agridulce y melancólico por no decir tristón que se le adjudica?
- En mis letras hay que saber leer el subtexto para ver el sentido del humor entreverado en versos que pueden parecer dramáticos. Entre las nubes negras, se filtra la luz. En este disco, eso está más presente todavía. Ha habido sufrimiento para todo el mundo y el rayo de esperanza que necesitamos está ahí. No creo que la felicidad sea un estado de plenitud, sino momentos fugaces que hay que disfrutar. Aunque tengas la certeza de que la vida sea una sucesión de pequeños desastres, siempre hay momentos para brindar como dice la canción.
- También critica con tono ácrata el panorama actual. En 'Nadie en su sano juicio' habla de políticos que nos tratan como niños, crisis de identidad y una clase dominante frente a un proletariado dócil.
- Esa canción habla desde un punto de vista sarcástico de la distorsión y manipulación de la realidad a la que nos vemos sometidos por múltiples causas. Y la peor de todas no viene de un trastorno mental, sino de un poder que intenta cambiar la realidad para nuestro sometimiento. La forma más grave de distorsión es hacernos creer que los problemas se van a solucionar milagrosamente. En lugar de decirnos la verdad nos mandan mensajes simplistas como para niños. Es una falta de respeto a los gobernados, otra manifestación de la infantilización dominante. No me importa que se vea como una canción política, porque por vivir en sociedad somos seres políticos y es parte de la vida. Me gusta criticar pero no de manera obvia ni panfletaria.
- Rock adulto se le suele calificar por su enfoque creativo. No podía ser de otra forma, los jóvenes prefieren ahora otros géneros.
- Estamos ante una música que tiene ya una tradición de muchas décadas. No tiene sentido que se mantenga el sesgo juvenil que tenía en los tiempos de Gene Vincent y Eddie Cochran y tampoco es ya un faro generacional. Lo honesto y lógico es escribir canciones de mi edad. Es una cuestión de coherencia intelectual y artística. Es algo que otras músicas, como el blues o el jazz, han superado. Lo que no quita para que disfrute con la vitalidad juvenil de los grupos nuevos. De Granada, por ejemplo, me gustan Elemento Deserto, que hacen una psicodelia enraizada en la música americana muy interesante, y The Fixed Trio, que hacen un blues vigoroso en plan Black Keys con un clasicismo impropio de su edad.
- Se ha mantenido desde los primeros 80 contra viento y marea, autogestionando su carrera desde 2005. ¿Se ve como un superviviente o un trabajador del rock?
- Depende de la época, hemos pasado tantas etapas que tengo sensaciones encontradas. Ya al principio, me di cuenta de que en este género es muy difícil estar arriba, es siempre una sucesión de altibajos a los que te sobrepones. Cualquiera que no lo tenga claro va por el camino equivocado. O lo asumes, o te dedicas a otra cosa. La única forma de mantenerse tantos años como llevo es tener un gran amor al arte y unas expectativas muy apegadas al suelo. Si vas haciendo castillos en el aire, estás perdido. Y hay que tener una ética profunda de trabajo, saber que en cada disco te tienes que esforzar y dar lo mejor más allá de lo que esperes. Esto es un oficio en el que hay que dar el callo todos los días.
- Grupos y cantantes de muy variado pelaje han interpretado sus canciones. ¿Le gusta escuchar versiones de sus composiciones?
- Me atrae mucho escuchar las relecturas que otros hacen de cosas que tuviste en tu cabeza y que en su día no pensaste que pudieran sonar de otra manera. Cuando las escucho arregladas de otra manera, por lo general me sorprenden agradablemente y estás agradecido. Sobre todo cuando algunas son tan encomiables como la que Miguel Ríos hizo de 'El ángulo muerto'. Que quisiera hacerla y con semejante resultado fueron palabras mayores por venir del padrino de todo el rock granadino. Su éxito internacional siempre fue un espejo aspiracional.
- El verano de grandes festivales ya está encima. ¿Resulta perjudicial para los músicos enfocados al circuito de salas?
- Me gustaría decir lo contrario, pero nos afecta negativamente tanto a mí como a otros compañeros que nos lo jugamos todo a pecho descubierto. Además ya no son solo para el verano, cada vez arrancan antes. Todo lo que rodea a los festivales me parece una desmesura. Desde los carteles excesivos en los que se solapan grupos, hasta su doble financiación por parte de instituciones públicas y marcas que los convierten en parques comerciales o la distorsión del negocio que producen. Se pagan cachés astronómicos a las estrellas y apenas nada a los grupos nacionales, que tienen que estar felices por el hecho de tocar. Creo que afecta también a lo musical, cada vez veo más grupos que parecen hacer canciones con estribillos para ser coreados en masa. Me parece todo una barbaridad. Creo que habría que darles una vuelta y repensar el formato.
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