

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Era uno de los grandes. Pero discreto, muy discreto. No perdía la cabeza por salir en la tele o grabar documentales. Tampoco anunciaba relojes o ... marcas de ropa. El pianista brasileño Nelson Freire solo se desmelenaba cuando se sentaba al teclado, más todavía si se trataba de la música de Chopin, Brahms, Rachmáninov o Liszt. El suyo era un sonido muy característico, lleno de vida y voluptuosidad. Llevaba un par de temporadas retirado, por una caída que le afectó al hombro, y los aficionados confiaban en que terminaría recuperándose. No pudo ser. Todo se complicó y el pasado domingo falleció a los 77 años en Río de Janeiro.
Tenía un perfil que conciliaba la formación ortodoxa y canónica del Viejo Continente, ya que había estudiado en Viena bajo la tutela de Bruno Seidlhofer, con la osadía del Nuevo Mundo. Una frescura muy similar a la de Martha Argerich, la genial pianista argentina, con la que coincidió en la capital austriaca durante su época de estudiante. Eran de la misma quinta, congeniaron enseguida, y, en ocasiones, hasta compartían escenario con recitales a cuatro manos. No les costaba nada revolucionar las salas con la Suite para dos pianos n° 2 de Rachmáninov o 'La Valse' de Ravel.
Argerich siempre lo consideró «uno de los tres mejores del siglo XX», pese a que su falta de interés por el márketing y las camarillas, impidió que gozara de la popularidad de otros colegas. Nada que le importara lo más mínimo. Había sido niño prodigio y, de adulto, no añoraba la presión de tener que satisfacer las expectativas ajenas. «La vida es mucho más que tocar el piano. Hacen falta emociones para hacer justicia a la música y, para eso, hay que vivir...», advertía el intérprete nacido en Boa Esperança (Buena Esperanza), cada vez que se le preguntaba por su aparente falta de ambición. Un reproche ante el que solía reírse.
No le daban pánico ni el público ni la crítica especializada. Iba a su aire y a los 60 años se convirtió en un fenómeno con su grabación de los 'Nocturnos' de Chopin. El CD ganó un Grammy y se vendió como pan caliente. Un éxito que no pilló desprevenidos a los melómanos, pero sí a la industria musical. ¿Por qué no tenía más presencia discográfica? ¿A qué se estaba esperando? Era un filón que debía explotarse. Dos años más tarde volvió a recibir un Grammy, en esta ocasión por 'Brasileiro. Villa-Lobos & Friends', una antología de música de su país con la que descubrió un mundo de colores y saudade a los amantes del piano. Gustó muchísimo, sobre todo en Francia, España y Alemania.
Siempre le atrajo nuestro país –tocó varias veces en Bilbao, la primera vez allá por los años 60– y tenía varios proyectos en mente. Quería seguir en activo, adentrarse en nuevos repertorios y viajar lo justo. Era muy selectivo con sus giras. Para Nelson Freire, la clave de todo residía en «el equilibrio y la sabia combinación de los elementos». Como buen hijo de farmacéutico, aprendió muy pronto la importancia de las dosis. Todo en su justa medida, para luego «agitar antes de consumir». Ese toque maestro, esa sacudida, le fascinaba, lo mismo en la música clásica que en el jazz o la bossa nova. Era un artista que no podía vivir sin ese ímpetu.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
El ciclista vasco atropellado en Alicante murió tras caer varios metros al vacío
Alejandro Hernández y Miguel Villameriel
Favoritos de los suscriptores
Noticias recomendadas
El ciclista vasco atropellado en Alicante murió tras caer varios metros al vacío
Alejandro Hernández y Miguel Villameriel
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.