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Que algo no iba bien lo confirmó el reciente documental sobre Luciano Pavarotti rodado por Ron Howard. ¿Cómo es posible que no apareciera Mirella Freni? Una ausencia incomprensible. Ella, la amiga más íntima del tenor de Módena. «Lo hemos hecho todo juntos, salvo el amor», ... decía la soprano. Juntos eran invencibles en el escenario. Decían en broma que todo se debía al ama de cría que los había amamantado en Módena. Habían bebido la misma leche. Eran como almas gemelas. De niños, habían aplaudido y pataleado juntos en el gallinero del Teatro Communale de su ciudad. Allí juraron que formarían parte de ese mundo. No solamente lo consiguieron, sino que fueron de los más grandes del siglo XX. El fallecimiento de Mirella Freni a los 84 años –víctima de una larga enfermedad degenerativa– ha dejado mudos a los aficionados.
Nieta de una conocida soprano (Valentina Bartolomasi), ya tenía una voz superlativa con apenas 12 años. Para entonces había visto hombres y mujeres fusilados en las calles, había pasado hambre y tenía muy claro lo que quería. En la durísima posguerra, se presentó a un concurso internacional para jóvenes cantantes. En el jurado se encontraba Beniamino Gigli –uno de los ídolos de Alfredo Kraus–, que no dudó en concederle el primer premio por su interpretación de «Un bel dì», de «Madama Butterfly». Era una chiquilla que se atrevía con todo. Una temeridad que Gigli supo contener. Le aconsejó que no actuara públicamente hasta que su voz no se hubiera desarrollado en su totalidad.
La soprano en ciernes obedeció. Se formó con el maestro Ettore Campogalliani –que también daba clases a Pavarotti– y no debutó profesionalmente hasta sentirse preparada y dueña de sí misma al cien por cien. Con 20 años recién cumplidos, se animó a cantar el papel de Micaela en «Carmen» en el Teatro Communale de Módena. Un éxito clamoroso. Pero su carrera sufrió un pequeño parón. Casada con Leone Magiera, profesor en el Conservatorio de Bolonia, dio a luz a su primera y única hija. Le pusieron Micaela en honor al personaje con el que había debutado. En 1957 retomó su trabajo y se le abrieron todas las puertas.
Medalla de oro de la ABAO (1975)
Mozartiana y belcantista en sus inicios, derrochaba talento en roles como Zerlina («Don Giovanni») y Adina («L»elisir d«amore»). Sabía darles frescura y el punto justo de humor. Podía haberse eternizado en ese tipo de repertorio. Pero en 1963 se encontró con el maestro Herbert von Karajan. Nada sería igual a partir de entonces. La première de la mítica producción de «La Bohème» con el sello de Franco Zeffirelli, en La Scala de Milán, selló una colaboración que se prolongó más de 20 años. El director de orquesta austriaco le abrió los ojos (y la voz) hacia títulos más dramáticos.
«Otello», «Don Carlo», «Simon Boccanegra», Manon Lescaut«, »Adriana Lecouvreur« fueron algunas de las óperas con las que Freni creció como intérprete. Sin perder nunca las riendas de su carrera. Solo tuvo un serio descalabro con »La Traviata« en 1964. Más adelante, por mucho que insistiera Karajan, se negó a cantar el papel protagonista de »Turandot«. Hasta la década de los 90, se mantuvo en activo y se atrevió con »Fedora«, »La dama de picas« y »La doncella de Orleans«. Estas dos últimas son de Chaikovski. Su segundo marido, el bajo búlgaro Nicolai Ghiaurov (fallecido en 2004), le ayudó con la fonética rusa. Era una artista muy perfeccionista. Tras dejar los escenarios, en 2005, se volcó en la docencia como maestra de canto. Hasta que la enfermedad le impidió seguir adelante. Mirella Freni no deja herederas de su magisterio. Fue demasiado extraordinaria.
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