![Las dos facetas de Mikel Urdangarin](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202012/28/media/cortadas/urdangarin1-kzpG-U13063459618vmH-1248x770@El%20Correo.jpg)
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Con el aforo limitado a las 400 butacas decididas por el gobierno vasco, tres funciones ha llenado este fin de semana el Euskalduna (agotando el sábado y dejando un puñadito de entradas en taquilla el domingo a la mañana y a la tarde; quizá fueran invitaciones no usadas y liberadas a última hora) el cantautor Mikel Urdangarin (Amorebieta, 1971) para la presentación oficial de su decimoquinto álbum, 'Izurdeen lekua' (El lugar de los delfines; lo pueden oír en Spotify), en el que se estrena como pianista.
Acudimos a la tercera función, la del domingo a la tarde (una decena de tickets quedaron sin colocar), con el público bastante joven y de mayoría femenina. Un público que participó de manera creciente en un concierto de 112 minutos para 22 canciones divisible en dos partes: la primera dedicada al desgranamiento del último álbum, con Mikel sobre todo al piano y con fondos de ajustadas visuales ideadas por Mikel Clemente, y la segunda parte tirando del fondo de armario, o sea con sus canciones más conocidas, por él entonadas en pie, con guitarra acústica y con el atril de las letras siempre al alcance de la vista, y sin visuales de fondo, sustituidas por unos cortinones blancos.
El bis fue largo, de cuatro temas, y antes de comenzarlo dijo Mikel tras oír la petición de 'beste bat, beste bat': «Esto es una señal de que lo hemos hecho bien». Sí, fue el mejor concierto que hemos visto de Mikel, y le seguimos desde que editó su primer álbum, 'Haitzetan' (Gaztelupeko Hotsak, 1997). Fue el mejor porque no se dilató en el tiempo, porque el repertorio estuvo bien ordenado y la escenografía cuidada desde las luces hasta las visuales usadas solo en la primera parte, y porque a Mikel le acompañó una banda de lujo bien empastada: actuó en septeto completado por Rafa Rueda a la guitarra –apenas destacó en toda la velada-, el baterista de Korrontzi y jazzman Ander Hurtado de Saratxo, el violinista Nika Bitchiasvili, el bajista Jon Cañaveras, el teclista y productor Koldo Uriarte –que además aportó una percusión extra-, y la corista Alison Keable (por cierto, los seis gregarios con mascarilla, también la corista). La única pega sería la del sonido, a menudo crepitante y retumbante, pero es que a esta banda le gusta sonar alto y en el Euskalduna a nada que se suba el volumen brotan los rebotes.
Dejando aparte el busilis acústico (pero la cosa sonó mejor en la segunda parte, ¿eh?), la primera parte mostró a un Urdangarin inusual, novedoso, al piano (y respaldado por las teclas más expertas de Koldo Uriarte), desgranando el álbum 'Izurdeen lekua'. El sonido estuvo bastante descompensado en los dos primeros temas, pero los dos siguientes volaron alto: 'Hiru ahizpatik bigarrena', sereno pop de estadio dedicado a su madre, y 'Argia', con el sentido trágico de los Tindersticks y bonitas visuales. Y de seguido en esta nueva faceta pianística Mikel se reivindicó bertsolari en 'Azalaren azpian', creció en 'Zaharra eta gaztea' (también con bonitas visuales) y se puso en pie para acabar de repasar la novedad tocando la guitarra en el inspirado tema titular, 'Izurdeen lekua', que cursó desde la onda folk rock de The Waterboys hasta la gradación Coldplay.
La segunda parte, más en su faceta de cantautor vasco al uso, de euskal songwriter, agavilló numerosos momentos brillantes, sentimentales y en comunicación con el respetable porque se trataba de sus canciones más conocidas, aunque, ejem, confesemos que nos desilusionó su revisión de 'Badira hiru aste', a la que le sobró la melódica de Koldo Uriarte y a la que superó la versión que hizo la semana anterior Jabier Muguruza en la Biblioteca Bidebarrieta.
Pero lo dicho, el exbertsolari en esta segunda parte se anotó numerosas dianas por inspiración, interpretación y composición, por ejemplo con el poso The Cramberries de 'Euria ari du', el híbrido entre Benito Lerxtundi y Coldplay (y hasta de los Waterboys por el violín) en 'Itsasoan euria', las palmas espontáneas elevadas durante 'Egun argian', y ya en el bis cuádruple la sombra de Benito en 'Agian irailean' o el adiós con 'Kideari', cuando Mikel bajó a tocar sobre el foso de la orquesta, desde donde contento cantó sin micrófono.
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